FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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Imposición y crisis del neoliberalismo en el Tercer Mundo

La crisis en Asia occidental y el islamismo radicalizado

 

 A partir de la crisis y con el avance de la globalización, la brecha económica entre Asia y África fue cada vez más significativa. No obstante, tanto en los países asiáticos como en los africanos, las diferencias étnicas y religiosas intensamente politizadas han desencadenado largos y sangrientos conflictos entre diferentes comunidades y entre éstas y las fuerzas del Estado. Pero Asia ha sido y es también un campo de batalla entre algunos de sus países y las superpotencias. La primera guerra de este tipo fue la que se produjo en el marco de la Segunda Guerra Fría cuando la URSS invadió Afganistán, un enfrentamiento clave en la constitución del llamado terrorismo internacional. La segunda, en la inmediata posguerra fría, fue el ataque encabezado por Estados Unidos para impedir que Irak se anexara el reino de Kuwait. Por último, las invasiones de Washington a Afganistán e Irak, después del 11 de setiembre, presentadas como operaciones castigo contra el terrorismo global. Además, en Medio Oriente continúa la lucha entre Israel y los palestinos de los territorios ocupados por dicho Estado, un conflicto con extendida y fuerte repercusión en todo el mundo musulmán y especialmente en los países árabes de la región.

A fines de los años setenta, la región musulmana integrada por ­Medio Oriente, Irán y Afganistán­ fue atravesada por hondas convulsiones. El alto grado de conflictividad resultó de la combinación de dos procesos claves en la gestación de la Segunda Guerra Fría: la revolución liderada por Jomeini en Irán y la resistencia de los muyahidin, apoyados por Estados Unidos, Arabia Saudita y Pakistán, a la invasión soviética de Afganistán. A estos hechos se sumaron los cambios significativos que se sucedieron en el mundo árabe, especialmente en Egipto, Irak, Líbano y los territorios palestinos. Las interrelaciones entre estos procesos tendrían profundas y prolongadas repercusiones en todo el mundo musulmán y en el escenario internacional de la posguerra fría.

Un rasgo clave fue la extendida emergencia de grupos islamistas radicalizados, (desde el norte de África, básicamente Argelia, pasando por Bosnia, Medio Oriente, el sur y el sureste asiático y llegando hasta la zona del Cáucaso) decididos a recurrir a la vía armada para lograr las reivindicaciones nacionales y sociales de los sectores populares cuya representación se atribuían. En la década de los noventa, los islamistas radicales que en Afganistán habían vivenciado la victoria del Islam sobre el comunismo dieron paso a Al Qaeda. Esta agrupación combinó las acciones armadas contra los gobiernos nacionales que impugnaba por su carácter secular y corrupto, con los atentados terroristas que incluían como blanco a los poderes occidentales, especialmente a Estados Unidos, la superpotencia mundial.

 

Principales focos de tensión en el mundo árabe

Después de la muerte de Nasser, el presidente Sadat, occidentalista y anticomunista, llevó a cabo un fuerte giro en la política de Egipto, tanto a través de la ruptura con Moscú para alinearse decididamente con Estados Unidos, como en virtud de la firma de los acuerdos de Camp David con el primer ministro israelí Menahem Beguin en marzo de 1979. Según estos tratados, el Cairo reconoció al Estado judío y a cambio Israel se retiró de Sinaí, pero continuó ocupando Gaza y Cisjordania, así como los Altos de Golán sirios. En el plano interno, Sadat puso en práctica una política económica de apertura a los capitales extranjeros y de retirada del Estado en el campo económico y social. Las medidas neoliberales empeoraron las condiciones de vida de los trabajadores egipcios y frente a los aumentos considerables del costo de vida y del desempleo se produjeron grandes manifestaciones antigubernamentales en 1976 y 1977. Por su parte los campesinos protestaron contra la reprivatización de las tierras nacionalizadas en 1952. En este contexto, los partidos islámicos comenzaron a conspirar abiertamente contra Sadat acusado de facilitar una nueva dominación extranjera. En octubre de 1981 mientras observaba el desfile militar que conmemoraba la guerra de 1973 con Israel, el presidente egipcio fue asesinado por miembros de Yihad Islámica, un grupo radical que se asignaba la misión de crear un Estado y una sociedad auténticamente islámicos. Después del asesinato esta agrupación declaró la guerra santa contra el gobierno de Hosni Mubarak, sucesor de Sadat. Los enfrentamientos entre los grupos extremistas y los cuerpos de seguridad alcanzaron un altísimo nivel de violencia. En nombre de la erradicación del terrorismo, las fuerzas de seguridad estatales llevaron a cabo acciones de represión al margen de la ley.

Los extremistas musulmanes organizados en la Asamblea Islámica (Al Jama'a Al Islamiyya) y en la mencionada Yihad Islámica han atentado desde 1992 contra figuras del ejército, del poder político y de la administración, pero los asesinatos y las acciones más sangrientas se concentraron en los centros turísticos para afectar uno de los pilares de la economía egipcia. El brutal ataque en Luxor a fines de 1997 hizo tambalear la vital industria del turismo.

 

 

EL TEMPLO DE HATSHEPSUT.EL TEMPLO DE HATSHEPSUT.

 

UN GRUPO COMANDO DE LA ORGANIZACIÓN FUNDAMENTALISTA JAMAA ISLAMIYA ABRIÓ FUEGO CON ARMAS AUTOMÁTICAS CONTRA LOS TURISTAS QUE VISITABAN EL VALLE DE LOS REYES, EN LUXOR, Y DIERON MUERTE A 64 PERSONAS, 60 DE ELLAS TURISTAS EXTRANJEROS, EN LAS ESCALINATAS DE ACCESO AL TEMPLO DE HATSEPSHUT.

 

 Mubarak continuó la política económica adoptada por su antecesor al mismo tiempo que restringió duramente las libertades individuales y el margen de las actividades políticas. Al calor del carácter autoritario de su presidencia, se mantuvo en el gobierno hasta febrero del 2012 cuando fue depuesto por una oleada de movilizaciones que reclamaron el fin de su mandato. En la reelección de 2005, con la que inició su quinto período consecutivo, obtuvo cerca del 90% de los votos, pero sólo acudió a las urnas un 23% del electorado. Los Hermanos Musulmanes tomaron distancia de los grupos que pedían boicotear los comicios y alentaron a votar por una alternativa al gobierno de Mubarak. Tal como se esperaba, el oficialismo volvió a imponerse en las legislativas, pero sorprendió la cantidad de votos que recogieron los Hermanos Musulmanes en varios distritos electorales, de modo que duplicaron su presencia en el Parlamento y se perfilaron como segunda fuerza política. Esta organización prohibida oficialmente en Egipto, presentaba como candidatos independientes a figuras reconocidas como afines a la organización musulmana en las elecciones nacionales y locales.

 

MUBARAKHOSNI MUBARAK (1928­)

 EN 2012 EL DICTADOR CAYÓ TRAS 18 DÍAS DE PROTESTAS INCESANTES ESGRIMIDAS POR UNA GRAN PARTE DE LA POBLACIÓN, MUBARAK, SE VIO OBLIGADO A DEJAR EL CARGO QUE OCUPÓ A LO LARGO DE LAS ÚLTIMAS TRES DÉCADAS. FUE SENTADO EN EL BANQUILLO DE LOS ACUSADOS POR LA VIOLENTA REPRESIÓN EN LAS CALLES QUE DEJÓ 850 MUERTOS ENTRE LOS MANIFESTANTES. EN PRIMERA INSTANCIA FUE CONDENADO A CADENA PERPETUA POR ESTOS CRÍMENES. SIN EMBARGO, UNA CORTE ANULÓ EL JUICIO Y ORDENÓ SU REPETICIÓN EN 2013. EN NOVIEMBRE DE 2014, MUBARAK FUE ABSUELTO POR LA MUERTE DE LOS MANIFESTANTES Y ADEMÁS FUE DECLARADO INOCENTE DE CORRUPCIÓN Y ENRIQUECIMIENTO ILÍCITO.

 LOS EEUU Y LA UNIÓN EUROPEA, DURANTE MÁS DE 30 AÑOS HAN APOYADO A LOS DICTADORES ÁRABES A CAMBIO DE SU POSICIONAMIENTO CONTRA EL COMUNISMO EN LA GUERRA FRÍA Y CONTRA EL ISLAMISMO.

 

A mediados de la década de los setenta, el complejo panorama de Oriente Próximo se ensombreció aún más cuando el Líbano, reconocido hasta el momento como la Suiza de la región, ingresó en una etapa de enfrentamientos armados.

Las reivindicaciones de los musulmanes chiítas, la comunidad más postergada en términos económicos y políticos fueron canalizadas inicialmente por el Movimiento de los Desposeídos. Con el crecimiento demográfico de los musulmanes, el pacto suscripto al concluir la dominación francesa para repartir las cuotas de poder ya no se correspondía con el peso de las distintas poblaciones. El Movimiento de los Desposeídos fue liderado por Musa Sadr, nacido en Irán y educado en Najaf (Irak), importante centro del saber islámico chiita. Se puso al frente de grandes marchas y huelgas exigiendo justicia social y la reforma de las reglas del juego político que conferían el control del gobierno a los cristianos. Logró una destacada inserción de su Movimiento entre los chiítas a través de actividades que atendían necesidades básicas, descuidadas por el Estado, en el plano de la educación, la salud, la vivienda.

 

MUSA SADR MUSA SADR (1928–DESAPARECIDO EN 1978)

 

A la guerra civil de 1975-1976, resultado de la exacerbación de las demandas encontradas entre los diferentes grupos sociales y religiosos -drusos, maronitas chiítas, cristianos- se sumó el enfrentamiento entre las fuerzas de la OLP y los comandos israelíes en el sur del país. El Líbano, que no había intervenido en la guerra de Yom Kippur, concedió refugio a un elevado número de palestinos en sus territorios australes. La zona se convirtió en un campo de batalla entre las organizaciones armadas palestinas y el ejército de Israel que ordenó frecuentes incursiones a través de la frontera y bombardeos a la población civil, contando con la colaboración de las falanges cristianas libanesas. En el marco de la guerra civil, Israel y el Frente Nacional Libanés estrecharon relaciones y Tel Aviv avaló las aspiraciones separatistas de los sectores cristianos apoyando la formación de un Estado del Líbano Libre en el sur del país.

En junio de 1982, Israel puso en marcha la operación Paz de Galilea y la ciudad de Beirut, donde se encontraban Arafat, la cúpula militar de la OLP y milicianos libaneses de diversas filiaciones, quedó enteramente rodeada. Al cabo de más de dos meses de bombardeos que prácticamente destruyeron la ciudad, llegó una Fuerza Multinacional formada por soldados estadounidenses, franceses e italianos con la misión de proteger la evacuación de quienes resistían en la ciudad. Arafat se trasladó a Túnez.

Unos meses después, el atentado que costó la vida al dirigente maronita Bashir Gemayel, recién elegido presidente del Libano, desencadenó, el 16 setiembre 1982, la matanza de palestinos y libaneses en los campos de refugiados de Sabra y Shatila por falangistas cristianos con la complicidad de Tel Aviv. En virtud de esta acción criminal, el ministro de defensa israelí, Ariel Sharon, fue obligado a renunciar en febrero de 1983.fuente

 La OLP obligada a retirarse del Líbano quedó debilitada. En este contexto surgió Hezbolá (el partido de Dios) una organización islámica mucho más radical que la creada por Sadr y apoyada por el régimen chiita de Irán que reemplazó a la organización palestina en la lucha contra la ocupación del sur por parte del ejército israelí. La retirada de éste recién se produjo en el año 2000. Hezbolá que había debutado en el Líbano como una organización armada, decidió la creación de una rama política para intervenir en las elecciones, pero sin abandonar las armas y asumiendo un activo compromiso con la lucha de Hamás contra la ocupación israelí de Gaza y Cisjordania. Estados Unidos incluyó a este movimiento en la lista de organizaciones terroristas, sin embargo, Hezbolá logró ingresar en el parlamento gracias a los votos de los musulmanes chiitas.

La creciente gravitación de los chiítas, tendencia minoritaria en el mundo musulmán, derivó de la única revolución exitosa impulsada por el islamismo militante, la de Irán.

 

La revolución irani

La resistencia a la monarquía secular del sha Reza Pahlevi decididamente modernizadora y pro occidental fue encabezada por tres grandes grupos: los intelectuales occidentalizados, liberales y socialdemócratas emparentados con la herencia de Mossadegh; los izquierdistas del partido Comunista y de grupos más radicales; y los religiosos chiítas. La mayor parte de los intelectuales occidentales enjuició negativamente al movimiento chiita iraní por considerarlo una expresión del fanatismo religioso. Entre quienes se entusiasmaron con la movilización de las masas contra un estado corrupto estuvo el filósofo francés Michael Foucault, quien después de haber visitado el país la definió como la primera revolución post-moderna de la historia. Se destaca la poca consideración prestada a los reportajes de Foucault sobre Irán. Foucault, ha sido visto como un pensador “progresista” y, tomado como bandera de lucha de diversos sectores ubicados en la periferia del sistema capitalista. Desde esta perspectiva, la imagen de un filósofo crítico europeo contemporáneo, pensando y escribiendo con entusiasmo sobre la importancia de la espiritualidad política en la revuelta iraní de 1978-1979 resultó incómoda. Resultaba menos molesto obviar estos reportajes de prensa, verlos como un desliz, como algo muy específico y contingente. nota

Con la renuncia del sha, se instauró una República islámica que reconoció la sharía, la ley islámica, como el principio rector del nuevo régimen y en la que a Jomeini, su guía espiritual, se le concedió un poder vitalicio por encima de todas las instituciones del Estado. Otros otros actores que habían contribuido a la caída de la monarquía no aceptaron la impronta decididamente religiosa del nuevo orden y tanto liberales como comunistas fueron reprimidos.

La revolución islámica iraní fue un acontecimiento desconcertante ya que se presentó rompiendo con la estela de la tradición revolucionaria iniciada en Francia en 1789.La llevó a cabo un sector del clero que rechazaba los supuestos de todas las revoluciones posteriores a 1789, que apelaba a la imposición de unos principios y de un modelo político que se remontaban al siglo VII, y que impugnaba las preocupaciones materiales. En principio, la revolución islámica iraní se presentó como una ruptura espectacular a favor del fundamentalismo contrapuesto a la modernidad. Sin embargo, el proceso estaba atravesado por fines y rasgos en tensión con esta conclusión. La presión de las masas jugó un papel clave en la caída del régimen monárquico y las razones que impulsaron la protesta social incluían varios factores de tipo más o menos laico e incluso material: el desarrollo de una situación explosiva en las ciudades impactadas por migraciones masivas, el alto grado de corrupción, el deterioro del nivel de vida al calor de la inflación; el debilitamiento de la autoridad del sha al frente de un régimen que reprimía las manifestaciones de descontento y había clausurado las opciones políticas opositoras, el caso de nacionalistas y comunistas, con destacada gravitación en la década posterior a la Segunda Guerra Mundial. El éxito de Jomeini fue posible porque amalgamó ese conjunto de problemas a través de una propuesta concentrada en metas sencillas y de amplio consenso: la expulsión del sha, y la liquidación de la influencia occidental en el país, en especial de la norteamericana. La revolución fue en gran medida moderna. Se gestó en el seno de las clases medias y los pobres de las ciudades, y aunque recurrió a la violencia, alcanzó sus objetivos, básicamente por medios políticos y a través de la protesta social. La paradoja de la revolución iraní es que fue a la vez una revolución social tradicional y moderna. Más allá de su impronta religiosa, la terminología y las medidas políticas enunciadas por Jomeini resultaron muy familiares a la luz de los movimientos populistas del Tercer Mundo en la inmediata posguerra. Los principales lemas políticos del líder chiíta: revolución, independencia, autosuficiencia económica, fueron las metas convencionales del nacionalismo tercermundista. Aunque en nombre del islam empezó renunciando al patriotismo y a la identidad iraní, recurrió a ambas en cuanto se inició la invasión iraquí de 1980. fuente

Irán fue el primer caso en el que los islamistas llegaron al poder, pero existen al menos otros dos regímenes —el gobierno del Frente Islámico Nacional de Sudán desde 1989, y los talibán en Afganistán entre 1996 y 2001— que fueron expresiones de un proyecto islamista de estas características. Irán, como Estado chiíta, no iba a favorecer al islamismo radicalizado sunita, ni a Al Qaeda ni a ningún grupo yihadista similar.

La revolución iraní no tuvo la expansión temida por los regímenes conservadores. Su carácter chiíta y el hecho de haberse gestado en el único país musulmán no árabe de Oriente Próximo obstaculizaron su influencia sobre el resto de los países islámicos de la región. No obstante, un fenómeno clave en la década de 1980 fue el surgimiento de grupos islamistas radicalizados que enarbolaban la bandera del islam para canalizar las demandas de independencia y justicia social esgrimidas, básicamente, por los jóvenes alfabetizados y urbanizados pero marginados. En Palestina, en el marco de la guerra de las piedras (la Intifada de 1987), Hamas se afianzó en detrimento de la OLP, en Argelia se creó el Frente Islámico de Salvación y el partido de Dios (Hezbolá) creció en Líbano vía su resistencia a la invasión israelí. En todos los casos figuró la reivindicación del islam entre las señales de identidad, pero cada uno de estos grupos —y los conflictivos procesos en que desplegaron sus prácticas— presentaron rasgos y dinámicas singulares y, en varios aspectos, fuertes contrastes entre sí.

Fue en gran medida el temor a la expansión desestabilizadora del movimiento de masas iraní el que indujo a la conservadora monarquía de Arabia Saudita, en estrecha relación con el ortodoxo clero wahabita, a contribuir a la lucha de los afganos contra los soviéticos y a dar apoyo al secular gobierno iraquí en la guerra contra Irán (1980-1988) motivada por antiguas controversias limítrofes.

En esta guerra, aunque Jomeini había inaugurado su mandato renunciando al patriotismo y a la identidad iraní, para imponer una identidad en nombre del islam, recurrió a ambos valores en cuanto se inició la invasión iraquí. La guerra con Irak restó recursos y debilitó la capacidad de acción del gobierno iraní, aunque también favoreció la cohesión de la población en torno al nuevo régimen. Sin tener en cuenta el carácter secular del gobierno iraquí encabezado por Hussein, las monarquías petroleras —que veían una amenaza en los planteos republicanos y en la extendida movilización social del régimen chiíta— lo apoyaron en la guerra emprendida para rediseñar las fronteras con Irán. El presidente iraquí esgrimió los valores del arabismo, cuna del islam, y recordó las exitosas empresas militares de los árabes contra los persas en el siglo VII. Irán lo denunció por haber erradicado los principios del islam de la sociedad iraquí. Si bien Hussein contó con mayor respaldo de los centros de poder occidentales, ambos contendientes recibieron armas desde Washington y la guerra fue vista, desde los centros de poder, como el mejor medio para que los dos Estados menos confiables de la región se debilitaran entre sí.

En poco tiempo el jefe político iraquí, Hussein, perdió a los aliados circunstanciales que anhelaban la caída de Jomeini. El 2 de agosto de 1990 el jefe iraqui invadió Kuwait aduciendo que era un Estado artificial creado por el colonialismo británico. Con esta anexión, según su discurso, Irak recuperaba una de sus provincias y se comprometía a destinar los beneficios obtenidos del petróleo al servicio de los más humildes. La tentativa alarmó a Estados Unidos y los países árabes productores de petróleo: si Hussein tenía éxito, Bagdad se convertiría en el principal productor del oro negro y alcanzaría un inmenso poder militar.

El gobierno norteamericano organizó una vasta coalición internacional con el respaldo de la ONU y a la que se sumó el reino saudí. Con el argumento de una posible invasión iraquí, la monarquía saudita permitió el desembarco de las tropas norteamericanas en la tierra de Mahoma. Desde la expulsión de los turcos al final de la Primera Guerra Mundial la conservadora sociedad saudí no había conocido un ejército de ocupación. Para Osama Bin Laden, organizador de la lucha de los afganos contra la URSS, esto fue tan grave como la invasión soviética de Afganistán y se erigió en el portavoz de muchos saudíes que consideraron humillante y sacrílega esta masiva presencia militar. notaEl hombre que fuera emisario de la familia real saudita en Afganistán llevó a sus últimos extremos la lógica wahabí que prohíbe la presencia de cristianos y judíos en los lugares santos musulmanes. En virtud de su oposición abierta a la monarquía saudí, en 1991 Bin Laden debió abandonar su país. Cuando declaró la yihad contra Occidente, encontró su mayor apoyo en Afganistán gobernado por los talibanes, radicales suníes; pero ni el régimen chiíta de Irán ni el secular de Irak se sumaron a su guerra santa.fuente

En la década de los noventa, el sector de los islamistas radicales que habían vivido en Afganistán la victoria del Islam sobre el comunismo, articularon las acciones armadas contra los gobiernos nacionales del territorio musulmán con atentados cuyo blanco eran los poderes occidentales, especialmente los Estados Unidos. Los ataques que tuvieron lugar el 11 de setiembre de 2001 fueron la operación más sangrienta dentro de la “guerra santa” declarada por bin Laden a EE.UU. Poco antes de cumplirse los diez años, el presidente estadounidense Barack Obama anunciaba que finalmente se había concretado uno de los principales objetivos de su gobierno: la muerte de Osama Bin Laden. fuente

A principios de agosto de 1990 fueron enviadas las primeras tropas estadounidenses a Arabia Saudita como parte de la operación Escudo del Desierto y en enero siguiente se puso en marcha el plan Tormenta del Desierto con el ataque a Irak. La guerra permitió a Estados Unidos instalar bases militares en Arabia Saudita y en el Golfo. El ejército iraquí fue completamente derrotado, pero el gobierno de Husein se mantuvo en pie. Inicialmente, Estados Unidos estimuló la insurrección de los chiíes iraquíes, sometidos a una dura represión política y cultural por el gobierno de su país, pero finalmente los dejó librados a su suerte. El presidente George Bush privilegió la alianza con los gobiernos de los países árabes que preferían que los americanos no derribasen a uno de los suyos y que además rechazaban la presencia de un Irak bajo el dominio de la mayoría chiíta, seguramente apoyada por Irán.

La guerra desintegró el régimen iraquí. Se redujo y pauperizó la clase media, más de un millón de trabajadores, profesionales y técnicos emigraron, la burguesía debilitada se reintegró en parte a los viejos clanes que emergieron como principales instrumentos de cohesión social y en las ciudades el hambre produjo estragos. La desintegración social, desarticuló el sistema de poder que la burguesía iraquí y el partido Baath habían organizado en varias décadas. El agotamiento de las organizaciones de la sociedad civil se combinó con el relativo desgaste del viejo imaginario patriótico laico y sobre todo, con el quiebre del ejército y con la crisis del partido gobernante cuya militancia cayó abruptamente, se fracturó el círculo gobernante.

Las condiciones impuestas por los vencedores fueron durísimas: un bloqueo casi total que impedía exportar petróleo e importar productos, no solo necesarios para el funcionamiento de la economía, sino para satisfacer necesidades perentorias de alimentación y salud, lo que provocó un altísimo número de muertes. La actividad industrial se derrumbó y el ingreso per cápita se redujo de 4 219 dólares en 1982 a 485 en 1993. La soberanía iraquí se redujo considerablemente. Estados Unidos estableció dos zonas de exclusión aérea sobre las regiones de mayoría kurda y chiíta, al norte y al sur respectivamente, por el cual sus aviones sobrevolaban permanentemente estos territorios.

Frente al avance de Estados Unidos en la región, Hussein y Bin Laden, aunque desde posiciones diferentes, recurrieron a las mismas apelaciones: la guerra santa contra el infiel, la solidaridad con el pueblo palestino y la destrucción de Israel, para movilizar a las masas contra Estados Unidos, el enemigo común.

Esta apelación radical resquebrajó el consenso islamista que había construido el sistema saudí. Cuando todos los organismos internacionales —que en el pasado habían servido para oponerse al nasserismo y para contener el empuje ideológico iraní— fueron movilizados contra Sadam, algunos de los aliados se mostraron reticentes. En enero de 1991 la Conferencia Popular Islámica sesionó en dos sedes: en La Meca se condenó a los ulemas que apoyaban a Sadam y en Bagdad se aprobó el llamamiento a la yihad contra Occidente.Los gobiernos árabes y la alta jerarquía religiosa optaron por la moderación. Tanto la fatwa del alto Consejo de los Ulemas de Arabia Saudí como las declaraciones del máximo líder religioso en Egipto denunciaron la agresión iraquí.

 

Los palestinos y el Estado de Israel en Palestina

Después de los duros golpes en Jordania y en el Líbano, la OLP dio un importante giro al aceptar resoluciones de las Naciones Unidas (242 y 338) por las que tácitamente reconocía el derecho a la existencia del Estado de Israel. En adelante, se concentró en reclamar la edificación de dos Estados separados en los territorios palestinos: el de Israel ya existente y el de Palestina en las zonas ocupadas de Gaza y Cisjordania.

Pero a fines de 1987 estalló la primera Intifada y apareció un nuevo actor Hamas (palabra que significa coraje, ardor).

La Intifada, verdadera rebelión popular espontánea que atacó a las fuerzas de ocupación en Gaza arrojando piedras causó una profunda conmoción en Israel y desencadenó un vasto apoyo internacional a los palestinos. En el seno de la sociedad israelí ganó espacio la voz de quienes impulsaban la negociación con los palestinos.

 

primera infitadaPRIMERA INTIFADA

 

LA INTIFADA COMENZÓ EN UN CAMPO DE REFUGIADOS DE JABALYA EN GAZA EL 9 DE NOVIEMBRE DE 1987, CUANDO CUATRO TRABAJADORES ÁRABES QUE VOLVÍAN DE SU TRABAJO EN ISRAEL MURIERON EN UNA COLISIÓN CON UN CAMIÓN ISRAELÍ. MILES DE PERSONAS EN DUELO INICIARON UNA MARCHA HACIA UN CAMPO DEL EJÉRCITO ISRAELÍ, CONVENCIDOS DE QUE EL ACCIDENTE HABÍA SIDO DELIBERADO. EL EJÉRCITO ISRAELÍ DISPARÓ SOBRE LOS MANIFESTANTES. CUATRO PALESTINOS MURIERON Y EN LA FRANJA DE GAZA ESTALLÓ EN UNA LLUVIA DE PIEDRAS, CÓCTELES MOLOTOV Y NEUMÁTICOS INCENDIADOS. LA REBELIÓN SE EXTENDIÓ A LOS TERRITORIOS DE LA ORILLA OCCIDENTAL DEL JORDÁN, DONDE, AL IGUAL QUE EN LA FRANJA, LOS CAMPOS DE REFUGIADOS SE SUMARON A LA REVUELTA DE LAS PIEDRAS.

 

El Movimiento de Resistencia Islámica (cuyas primeras letras forman el término Hamas) surgió de una rama de los Hermanos Musulmanes dedicada al trabajo religioso, social y educativo en Gaza. Al igual que los libaneses de Hezbolá, los militantes de Hamas encararon políticas de mejora social destacándose por su eficacia y gestión transparente. Fueron particularmente fuertes en la franja de Gaza donde viven hacinados casi dos millones de palestinos en condiciones inferiores a las de sus pares en Cisjordania. Hamas se adjudicó la misión de recuperar la totalidad de la Palestina histórica y negó la posibilidad de un compromiso con el Estado de Israel. En su documento fundacional se pronunció por la eliminación del Estado de Israel. Hasta su asesinato en el 2004, el jeque Ahmed Yassin fue su máximo dirigente sin que alcanzase el grado de adhesión popular que acompaño a Arafat a lo largo de su vida. En los años noventa, Hamas comenzó a combinar su labor social con ataques suicidas contra israelíes. El primer atentado masivo fue mediante un coche bomba que explotó junto a una parada de autobús en el norte de Israel en 1994. fuente

 

AHMED YASSIN AHMED YASSIN (1938-2004)

 

YASSIN NACIÓ EN 1938 EN LO QUE ENTONCES ERA PALESTINA BAJO CONTROL BRITÁNICO. QUEDÓ INVÁLIDO EN UN ACCIDENTE CUANDO ERA NIÑO Y DEDICÓ SUS AÑOS DE JUVENTUD AL ESTUDIO DEL ISLAM EN LA UNIVERSIDAD AL-AZHAR EN EL CAIRO. AQUÍ SURGIÓ LA HERMANDAD MUSULMANA CON CUYA RAMA PALESTINA SE INVOLUCRÓ ACTIVAMENTE. EN 1989 FUE ARRESTADO POR LOS ISRAELÍES Y CONDENADO A CADENA PERPETUA, POR HABER ORDENADO LA MUERTE DE PALESTINOS QUE SUPUESTAMENTE COLABORABAN CON EL EJÉRCITO DE ISRAEL. EN 1997 FUE PUESTO EN LIBERTAD EN EL MARCO DE UN INTERCAMBIO CON JORDANIA, EN EL QUE SE LIBERÓ A DOS AGENTES ISRAELÍES INVOLUCRADOS EN UN INTENTO DE ASESINATO DE UN DIRIGENTE DE HAMAS EN JORDANIA. SEGÚN SU IDEARIO, PRESENTE EN LA CARTA FUNDACIONAL DE HAMAS, PALESTINA ES UNA TIERRA ISLÁMICA CONSAGRADA A FUTURAS GENERACIONES MUSULMANAS, HASTA EL DÍA DEL JUICIO FINAL, Y NINGÚN DIRIGENTE ÁRABE TIENE DERECHO A CEDER PARTE DE ESE TERRITORIO. SE OPUSO DESDE EL INICIO A LAS NEGOCIACIONES DE PAZ ENCARADAS POR ARAFAT, EL LLAMADO CAMINO DE LA PAZ NO ES LA PAZ NI TAMPOCO ES UN SUBSTITUTO PARA LA YIHAD Y LA RESISTENCIA, AFIRMÓ EN REPETIDAS OCASIONES. NO OBSTANTE, EL JEQUE YASSIN BUSCÓ MANTENER BUENAS RELACIONES CON LA AUTORIDAD NACIONAL PALESTINA Y CON LOS GOBIERNOS DEL MUNDO ÁRABE CONSIDERANDO QUE UN LIDERAZGO DIVIDIDO PODRÍA ATENTAR CONTRA LOS INTERESES PALESTINOS. SU PRÉDICA INSPIRÓ LAS ACCIONES SUICIDAS: TODO ATACANTE DISPUESTO A ENTREGAR SU VIDA POR LA DIGNIDAD DE LOS PALESTINOS, SE CONVERTÍA EN MÁRTIR E INGRESABA AL PARAISO.

 

Durante la Guerra del Golfo, Yaser Arafat, se ubicó junto al gobierno de Sadam Hussein y esta decisión condujo al desvío de la ayuda de las petromonarquías desde la OLP hacia los Hermanos Musulmanes en los territorios de Cisjordania y Gaza. Una vez derrotado Hussein, el gobierno de Bush puso en marcha el denominado Nuevo Orden Regional para Oriente Medio con la convocatoria en Madrid de la Conferencia de Paz árabe-israelí inaugurada en octubre de 1991. Participaron delegados del Líbano, Siria, Israel, Egipto y el representante palestino fue incluido en el grupo jordano. En lugar de la Conferencia Internacional de Paz promovida y auspiciada por Naciones Unidas se puso en marcha un proceso diseñado y supervisado unilateralmente por EstadosUnidos. Bush padre presionó a los debilitados Arafat e Isaac Shamir a buscar una salida al callejón político y militar nacido de la primera Intifada. El líder de la OLP se había desacreditado con su apoyo a la acción de Hussein y el primer ministro israelí sufría el desgaste ocasionado por la brutal represión de la Intifada. Sin la presencia de la Unión Soviética, Washington creyó que había llegado el momento de conciliar sus dos principales objetivos en Oriente Medio: asegurar la existencia del Estado de Israel y garantizar el acceso a los hidrocarburos del Golfo.

El auténtico avance tuvo lugar en 1992. El gobierno laborista israelí, encabezado por Isaac Rabin y Simon Peres, aceptó entablar negociaciones secretas en Oslo con los palestinos. En septiembre de 1993, Arafat y Rabin firmaron en Washington la Declaración de Principios para el Autogobierno Palestino (Oslo I).

 

ISAAC RABIN Y YASER ARAFAT ISAAC RABIN Y YASER ARAFAT SE DAN LA MANO ANTE LA MIRADA DE BILL CLINTON.

 

El acuerdo estableció una autonomía transitoria en Gaza y Cisjordania que daría paso a una solución definitiva al cabo de cinco años. En ese lapso, Israel traspasaría algunas competencias en zonas de Cisjordania y la Franja de Gaza a una autoridad palestina autónoma elegida democráticamente. La negociación de un acuerdo permanente que pusiera fin a la ocupación militar comenzaría en 1996 y concluiría en mayo de 1999. La Declaración de Principios aplazó específicamente el debate sobre los temas centrales: la posición asignada a la ciudad de Jerusalén reclamada por ambos como capital de su territorio, el destino de los asentamientos es decir, las colonias israelíes fundadas en los Territorios Ocupados, las fronteras y los refugiados de 1948 en adelante.

En julio de 1994, Arafat regresó a Gaza como presidente de la Autoridad Palestina. El Acuerdo sobre la Franja de Gaza y Jericó de ese año, sólo asignó a los mandatarios palestinos competencias administrativas muy limitadas y sin reconocerles facultades en el campo de las relaciones internacionales.

El acuerdo de Oslo II, en septiembre de 1995, abrió paso a los repliegues escalonados y parciales por parte del ejército israelí. A fines de ese año se retiró de las seis ciudades palestinas más pobladas, exceptuando Jerusalén y Hebrón. Según este acuerdo, el territorio palestino quedó dividido en tres áreas en relación con las competencias administrativas y de seguridad asignadas a cada parte. En la Zona A que incluyó las áreas más densamente pobladas; la Autoridad Palestina asumió los asuntos civiles y la seguridad interna mientras que Israel retuvo el control de la seguridad externa. El gobierno de Rabin deseaba sacarse de encima el problema del mantenimiento del orden en Gaza. Los servicios de seguridad palestinos, dotados de armas ligeras, deberían controlar a Hamás y a la Yihad Islámica. En la Zona B, territorios en los que se encuentraban buena parte de los asentamientos de colonos judíos, el ejército israelí y la AP compartieron el poder. La Zona C, donde se ubican los recursos acuíferos palestinos y había un índice muy bajo de población palestina, fue jurisdicción exclusiva israelí. Esta distribución asignó el control de la mayor parte del territorio palestino al Estado de Israel, mientras que el grueso de la población quedó a cargo de la Autoridad Palestina.

En enero de 1996 se celebraron las primeras elecciones libres en la “Nueva Palestina”. La organización Al Fatah consiguió 67 de los 88 escaños del Consejo Legislativo Palestino y el gobierno asumió lo que se conoce como “control total” de la pequeña Zona A.

Las condiciones y facultades reconocidas a las autoridades palestinas condicionaron negativamente la gestación del Estado palestino. La presencia de asentamientos judíos en este territorio, habitados frecuentemente por fanáticos sionistas y el hecho que las carreteras que unían los núcleos palestinos continuasen bajo control israelí, convirtió el futuro Estado palestino en un mosaico de pequeñas y minúsculas áreas mal comunicadas. Este cuadro obstaculizó un desarrollo político, social y económico real.

 

KENT KLICHFOTO DEL SUECO KENT KLICH

 MUESTRA UNA VIVIENDA CON UN AGUJERO EN EL TECHO EN LA FRANJA DE GAZA EL 3 DE MARZO DE 2009. HA OBTENIDO EL PRIMER PREMIO EN LA CATEGORÍA INDIVIDUAL DE NOTICIAS GENERALES. WORLD PRESS PHOTO 2009

 

A principios de noviembre de 1995, el primer ministro Rabin fue asesinado en Tel Aviv por un judío de la derecha radical que impugnaba el acercamiento hacia los palestinos.En las elecciones de mayo del año siguiente, Benjamín Netanyahu, del derechista Likud, derrotó al laborista Simon Peres. Bajo su gobierno, las negociaciones avanzaron muy lentamente. Israel acusó insistentemente a la Autoridad Palestina de proteger las estructuras terroristas y de financiarlas económicamente. Este argumento le permitió prolongar su control sobre los territorios ocupados. Al mismo tiempo, el gobierno de Arafat fue cada vez fue más cuestionado. Al desgaste derivado de las demoras y los severos condicionamientos que trababan la creación del Estado palestino, se sumaron la extendida corrupción del grupo gobernante y el modo autoritario en que el Arafat conducía su gestión. En la sociedad palestina ganó creciente peso Hamas. Arafat vio en este grupo un rival de cuidado con el que buscó la negociación para eludir una guerra civil palestina, pero al que también reprimió duramente.

Bill Clinton logró reunir en julio del 2000 al ministro laborista israelí Ehud Barak con Arafat en la cumbre de Camp David para destrabar las cuestiones más controvertidas sobre el estatuto final del nuevo Estado palestino: la condición de la ciudad de Jerusalén, las colonias judías en los territorios palestinos y el futuro de los refugiados.

 

BARAK, CLINTON Y ARAFAT EN CAMP DAVIDBARAK, CLINTON Y ARAFAT EN CAMP DAVID

 

El debate en esta ocasión giró en torno a la creación de un Estado independiente y soberano, así como el trazado de sus fronteras internacionales ­su extensión no sería superior al 20% de la Palestina histórica, mientras que Israel, tras medio siglo de confrontación, mantendría su control sobre el 80% restante­.

Los israelíes se enfrentaban a una disyuntiva: estaban deseosos de vivir en paz, pero pretendían conservar parte de los territorios ocupados en 1967. Una paz plena con los palestinos significaría la renuncia definitiva al Eretz Israel, la Tierra de Israel, territorio que se extiende desde las orillas del mar Mediterráneo hasta la ribera del río Jordán y que es reivindicado desde hace un siglo por el movimiento sionista. Sólo la presencia de más de dos millones de palestinos impidió que los territorios ocupados en la guerra de los Seis Días fuesen anexionados de manera inmediata a Israel, ya que esta anexión territorial hubiese requerido también la concesión de la ciudadanía a un vasto contingente de palestinos. Una medida de este tipo habría hecho peligrar el carácter judío del Estado israelí. En este sentido, las decisiones de los gobiernos de Israel han cedido autonomía a la población, pero con una soberanía recortada sobre los territorios. Según este principio, los palestinos han podido erigir una administración municipal encargada de sus asuntos cotidianos, mientras Israel mantiene su control sobre la tierra pudiendo fragmentarla ­con el trazado de las carreteras y la creación de los puestos de control que impiden la libre circulación­ y continuar creando colonias.

Respecto a la ciudad de Jerusalén, a la que ambos pueblos reclaman como su capital irrenunciable y que desde la guerra de 1967 está ocupada en su totalidad por Israel, los palestinos pedían el control de los barrios árabes y los lugares santos musulmanes y cristianos. En relación con los asentamientos de colonos judíos levantados en los últimos treinta años en Cisjordania y Gaza, el gobierno israelí pretendía anexionarlos como parte de su país, mientras que los palestinos planteaban su desmantelamiento.

En Camp David, Barak ofreció la entrega del 97 % de los territorios de Cisjordania y Gaza donde se crearía el Estado palestino y la cesión de los barrios árabes de Jerusalén para que se convirtiera en su capital. Arafat incluyó el retorno de los refugiados palestinos al territorio israelí y el desmantelamiento de todos los asentamientos judíos en territorio palestino. Barak se negó, a cambio prometió ayuda económica con el fin de construir viviendas para los refugiados palestinos y la entrega de territorios israelíes en compensación por los que eran ocupados por los asentamientos judíos que pasarían a formar parte de Israel.

El futuro de los refugiados era el asunto más delicado ya que afecta a cerca de cuatro millones de palestinos que se vieron forzados al exilio tras las guerras de 1948 y 1967. La mayor parte de ellos viven en la actualidad en Cisjordania, Gaza, Jordania, Líbano y Siria. Mientras Arafat invocaba el derecho de los expulsados a regresar a sus hogares, Estados Unidos e Israel defendieron como mejor opción, la naturalización de los refugiados en los países de acogida y la reparación económica mediante la creación de un fondo internacional de cien mil millones de dólares que se distribuirían entre los palestinos exiliados. Aunque no se dijera explícitamente, su ingreso masivo amenazaba el carácter judío del Estado israelí. El Estado de Israel creó condiciones para que su regreso fuese una opción improbable debido a que las tierras y posesiones de los palestinos fueron embargadas con la aprobación de la ley de Ausentes.

Tanto el primer ministro israelí como el presidente palestino una y otra vez reiteraron que existían unas líneas rojas que no sobrepasarían por muchas presiones que recibiesen. Para ambos, el acuerdo final debería respetar unos mínimos elementales que satisficiesen a las opiniones públicas de las comunidades a las que representaban.

En medio de la incertidumbre, a fines de setiembre de 2000, estalló la segunda Intifada. El desencadenante fue la provocativa visita del líder del partido nacionalista Likud y ex ministro de defensa Ariel Sharon al recinto sagrado musulmán de la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén.

 

MEZQUITAS

 

La nueva guerra de las piedras tenía raíces profundas. Entre la firma del Acuerdo de Oslo en 1993 y septiembre del 2000, la situación de los palestinos había empeorado notablemente. Las ciudades se habían transformado en pequeñas islas rodeadas de asentamientos de colonos y de carreteras de circunvalación controladas. Jerusalén era una ciudad aislada de su entorno. La tasa de desempleo había alcanzado índices alarmantes, más de un 30%, el PIB sufrió un retroceso del 20% según el Banco Mundial, el 65% de la población vivía por debajo del nivel de pobreza. fuente

Las movilizaciones fueron menos espontáneas y más violentas que las de 1987. El jeque Yassín hizo un llamamiento a Arafat para que suspendiese las conversaciones y declarase la guerra a Israel. Algunos autores sostienen que Arafat pretendió fortalecer su posición en la mesa de negociaciones vía la presión de las masas en la calle, pero el movimiento se le habría escapado de las manos a raíz de la intervención de Hamas. Israel volvió a ocupar algunos de los territorios autónomos y reprimió duramente las protestas. De lado palestino, cada vez fueron más frecuentes las bombas humanas: jóvenes cargados de explosivos que los hacían estallar en lugares públicos de Israel (autobuses, restaurantes, discotecas) provocando numerosas víctimas civiles entre los judíos. Arafat siguió apostando a un tratado de paz y tomó decidida distancia de las acciones violentas.fuente

Ante la crisis, Barak convocó elecciones anticipadas para contar con el respaldo de la sociedad israelí a su política, pero en febrero de 2001, los israelíes se pronunciaron a favor de Sharon. Su triunfo significó el inicio de una nueva etapa. Había sido elegido porque prometió la seguridad absoluta y la sociedad esperaba ser salvada del miedo y de los ataques suicidas, sin objetar los medios. Según el ex primer ministro Benjamin Netanyahu, la violencia y el terror de los últimos meses no sorprendieron a aquellos que comprenden que la negociación de paz con un régimen dictatorial debe estar basada sobre la fuerza y la disuasión. (Página 12 10/2/2001)

Para acabar con la resistencia palestina, el ejército israelí desplegó numerosos puntos de control en las carreteras; el acceso a Jerusalén quedó prohibido a los palestinos no residentes en esta ciudad; se siguió con la construcción de asentamientos para colonos y para esto miles de casas palestinas fueron demolidas y los olivos arrasados. Con el fin declarado de neutralizar a los terroristas y a los que colaboraban con ellos, los territorios bajo control de la Autoridad Palestina fueron ocupados parcialmente.

A partir del brutal atentado del 11 de septiembre de 2001, Sharon tuvo la posibilidad de maximizar el uso de la fuerza y presentar sus acciones contra la resistencia palestina como parte de la campaña internacional contra el terrorismo global encabezada por Estados Unidos. A mediados del 2002 puso en marcha la operación Muro defensivo concebida durante el gobierno de Barak.  El muro comenzó como un proyecto político después de la invasión completa de Cisjordania, en la operación llamada “Operación escudo defensivo”. Cruza Cisjordania unos 720 kilómetros. nota

 

MEZQUITAS

 

Con el propósito de reabrir las negociaciones, a fines de abril de 2003 salió a la luz la Hoja de Ruta, el plan de paz presentado por EEUU, Unión Europea, Rusia y Naciones Unidas, el llamado Cuarteto, que fijaba la creación de un Estado palestino para finales de 2005. nota hoja de ruta El Cuarteto condicionó la puesta en marcha del plan a la creación del puesto de primer ministro de la Autoridad Palestina. Ante las presiones de la comunidad internacional, Arafat cedió parte de su poder con el nombramiento de Mahmud Abás, (Abú Mazen) como primer ministro. A mediados de 2003, Abás se reunió en la cumbre de Aqaba (Jordania) con Sharon y Bush. En este encuentro, el ministro israelí apoyó la construcción de un Estado palestino, prometió desmantelar los asentamientos ilegales y accedió a liberar a parte de los presos políticos, la Autoridad Palestina, por su parte, debía poner fin a las acciones de los grupos extremistas. A fines de junio, Hamas y la Yihad Islámica aceptaron una tregua en sus ataques contra Israel que rompieron en agosto aduciendo que gobierno israelí seguía hostigando al pueblo palestino. Llevaron a cabo un brutal atentado suicida contra un autobús lleno de judíos ortodoxos cerca de Jerusalén. A esta acción le siguió el asesinato del líder de Hamas Ismail Abu Shanab por orden del gobierno de Israel. Una vez más ese delgado hilo destinado a enhebrar intereses e identidades en tensión se cortó. Mientras, la multitud que asistía al funeral de Shanab clamaba ¡Venganza, venganza!, una fuente de seguridad israelí aseguraba que la muerte de Shanab era sólo el comienzo.

El gobierno de Estados Unidos, por su parte, ordenó el bloqueo de los fondos de aquellas organizaciones que suponía vinculadas con los grupos armados palestinos. Bush pidió a todas las naciones que apoyan la paz en el Medio Oriente que considerasen a Hamas una organización terrorista y que se uniesen a la acción de su gobierno y advirtió a los palestinos que si quieren tener su propio Estado deben desmantelar las redes terroristas.

El ministro Abás renunció por sus diferencias con Arafat sobre el control de los organismos de seguridad y lo reemplazó Ahmed Qurea, (Abú Alá). A principios de octubre 2003, Sharon aprobó la construcción de un nuevo tramo del Muro de Cisjordania y en abril de 2004 viajó a Washington para presentar a Bush su “plan de desconexión”: la evacuación no negociada de los asentamientos judíos de Gaza donde residían alrededor de ocho mil colonos rodeados por más de un millón de palestinos.

Al mismo tiempo, intensificó la represión y la política de asesinatos selectivos de los dirigentes de los grupos palestinos extremistas. En marzo del 2004, en el curso de una gran operación militar contra campos de refugiados en Gaza, la aviación israelí mató al jeque Ahmed Yassín y al mes siguiente cayó su sucesor Abdel Asis Rantisi alcanzado por los misiles de un helicóptero. En mayo de 2004 las fuerzas israelíes lanzaron una ofensiva contra Gaza, la mayor desde 1967. La masiva operación, de nombre Arco Iris, buscaba, por un lado destruir instalaciones, en particular los túneles subterráneos que cruzaban hasta Egipto y que eran empleados por los militantes de Hamas para el traslado de hombres y de armas, y por otro, demoler unas 40 viviendas lindantes con la frontera para ampliar el llamado corredor Filadelfia, un dispositivo de seguridad esencial para el plan de desconexión de Gaza.

El Consejo palestino reaccionó negativamente ante el plan de desconexión porque temió que Israel retuviera de manera prolongada los mayores asentamientos de Cisjordania, como contrapartida del retiro de Gaza. La Unión Europea, salvo el Reino Unido, también objetó este proyecto que amparaba sustanciosas anexiones territoriales de facto. Por el momento, el plan no prosperó debido a la oposición que suscitó entre los partidos de la extrema derecha y en el seno del propio Likud, donde la potente facción de Netanyahu acusó al primer ministro de “premiar a los terroristas” con el levantamiento de las colonias asentadas en Gaza.

En noviembre de 2004, moría Arafat después de una larga convalecencia,

 

MANIFESTACIONES DE DOLORMANIFESTACIONES DE DOLOR ANTE LA MUERTE DEL LÍDER PALESTINO

  

Mahmud Abás fue elegido presidente. Sólo el 46% de los palestinos con derecho a voto acudieron a las urnas, de los que el 60% votó por el candidato de Al Fatah. Hamás, que boicoteó las elecciones presidenciales pidiendo la abstención, obtuvo un gran éxito en las elecciones municipales al obtener 77 de las 118 concejalías en juego en su feudo tradicional, la franja de Gaza.

Ni bien asumió, el presidente palestino se reunió con Sharon en Sharm el Sheij (Egipto), ambos dirigentes anunciaron una tregua y su interés en avanzar en el camino propuesto por la Hoja de Ruta.

 

SHARON Y ABAS EN SHARMSHARON Y ABAS EN SHARM EL SHEIJ EN FEBRERO 2005

 

En agosto de 2005, Sharon logró imponer la evacuación de las colonias de Gaza y cuatro de Cisjordania, pero preservando su control sobre recursos básicos: las aguas, el espacio aéreo y las fronterasnota El plan de desconexión generó resistencias en la sociedad israelí: una marcha de 100.000 personas en Tel Aviv pidió al gobierno que dejara sin efecto la medida. Sin embargo, la mayor parte de la población, según las encuestas, acordaba con la evacuación de las colonias judías de Gaza.

La retirada fue vista con buenos ojos por Estados Unidos y por sectores de la Autoridad Palestina, pero Hamas dejó en claro que no abandonaría las armas pese al repliegue israelí. Entre los palestinos existieron sentimientos encontrados: el alivio entretejido con la desconfianza y el temor a que la retirada de Gaza  fuese la vía para mantener la gran mayoría de las colonias de Cisjordania donde vive el grueso de los colonos.

Hamas decidió participar en el campo electoral y obtuvo la mayoría de los votos en las elecciones legislativas del 2006. Con su ingreso al ruedo electoral, reconocía la legitimidad de la Autoridad Palestina, a la que se opuso desde su creación, porque era fruto del acuerdo de paz entre palestinos e israelíes de Oslo de 1993 y a través del mismo se reconocía el derecho de Israel a existir. Hamas mantuvo su posición de negar la presencia del Estado de Israel.

 

 

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