FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

ISBN 957 950 34 0658 8

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París universal

Producciones especiales - Arquitectura y Urbanismo

LA ERA DEL IMPERIO (1873-1941/1918)

París universal


La transformación urbana vivida por París durante el período del Segundo Imperio (1852-1870) la convirtió en el epítome de la ciudad moderna. Napoleón III y el barón de Haussmann, prefecto del Sena (una suerte de intendente municipal), lograron aquello en lo que habían fracasado los monarcas franceses anteriores: trazar una red de calles rectas y amplias avenidas en el corazón de un casco histórico antiguo y abarrotado, demoliendo sin remordimiento todo lo que se interpusiera en el camino. Esta proeza urbanística solo encontraba en la Roma barroca un antecedente de magnitud. Pero la propuesta de Haussmann no contempló una serie de vías aisladas sino una red que cruzaba París de punta a punta. El plan se completó con la distribución de agua corriente a los edificios, la ampliación de la red cloacal y la creación de jardines, plazas y edificios públicos que facilitaron la circulación, contribuyeron a mejorar la higiene de la ciudad y embellecieron el paisaje urbano. Destinados al descanso y al entretenimiento público de la burguesía y la aristocracia, bulevares y parques se nutrieron de negocios, bazares, restaurantes, quioscos, café-concerts y urinarios; verdaderos “salones al aire libre” por donde desfiló la sociedad elegante, los nuevos ricos y los millares de extranjeros que acudían a París a divertirse, educarse o maravillarse con cada nueva exposición universal. nota


 Planos de París







PLANOS DE PARÍS: EL ANTES Y EL DESPUÉS DE LAS OBRAS PROYECTADAS POR EUGÈNE DE HAUSMANN

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El programa de reformas del Segundo Imperio resultó altamente costoso y para llevarlo a cabo fue necesario un plan específico de expropiaciones y demoliciones. Aunque la Revolución había consagrado el derecho a la propiedad privada, ya una ley de 1841 había autorizado las expropiaciones si el Parlamento consideraba que se trataba de obras destinadas al bien público. En 1852 la legislación fue modificada para permitirle al Ejecutivo iniciarlas sin trámite alguno. Previendo un escenario de conflicto (la nueva traza afectaba a numerosos propietarios y arrendatarios) la ciudad se endeudó fuertemente, considerando que se trataba de una inversión a largo plazo recuperable por la suba de los ingresos tributarios y el incremento del valor de la propiedad. Pero hacia 1850 la gran novedad fue la aparición de un nuevo tipo de institución bancaria, orientada al pequeño ahorrista, que acumuló una importante cantidad de reservas: casi un quinto de los 2500 millones de francos necesarios para el total de las obras fueron aportados por pequeños inversores (propietarios y arrendatarios) que adquirieron bonos de 500 francos y resultaron beneficiados por el interés financiero. Como de costumbre, fueron los pobres quienes más sufrieron: no recibieron compensación alguna por abandonar el lugar que ocupaban ni tampoco gozaron del derecho a una nueva vivienda.

Ajeno por completo al problema de la vivienda social, Haussmann se abocó en cambio a un importante programa constructivo: las nuevas calles, bulevares, barrios y su equipamiento urbano (farolas, fuentes, kioscos, columnas de publicidad, paradas de buses, baños públicos, etc.). fuente Mucho se ha repetido la aguda tesis de Friedrich Engels (1872) sobre la habilidad del prefecto de arrasar los barrios obreros para impedir la formación de barricadas y garantizar así el avance del ejército ante cualquier alteración del orden. fuente Pero Italo Insolera (1975) también ha señalado el rol productivo del bulevar haussmanniano: no solo organizó la producción y circulación de mercancías sino que inventó la casa burguesa como una mercancía inmueble en condiciones de absorber capitales privados que hasta entonces se invertían en la producción industrial.


Boulevard Monmartre







BOULEVARD MONTMARTRE (CAMILLE PISSARRO, 1897)

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En total se plantaron 100.000 árboles, se construyeron cuatro nuevos puentes que cruzaban el Sena y se ampliaron o restauraron otros diez, se demolieron 27.500 casas y se construyeron o reconstruyeron otras 102.500. Se levantaron trece iglesias, dos sinagogas, cinco ayuntamientos y seis barracones militares, además de los mercados, colegios y estaciones de policía con que se dotó a prácticamente todos los barrios. Las nuevas construcciones y el necesario equipamiento moderno se integraron a la trama urbana igual que los monumentos: realzando una esquina, coronando una perspectiva o fundiéndose con el entorno. Palacios, iglesias, teatros, ayuntamientos, pabellones de exposición, hospitales y cuarteles fueron proyectados siguiendo un muy de moda programa ecléctico que se impartía desde las aulas de la École des Beaux-Arts. “Si bien fue puramente artístico y clásico en sus orígenes, el sistema Beaux Arts fue asimilando otros puntos de vista. El constructivo-artesanal no solo le dio capacidad para la manipulación magistral de la decoración, sino también la posibilidad de asimilar estilos regionales de todas partes del mundo. El ingenieril le permitió incorporar adelantos científicos y tecnológicos, como las estructuras metálicas o de hormigón armado. Y el sociológico-higienista adaptó las aspiraciones utopistas al urbanismo y al paisajismo”, indica Fabio Grementieri (2013).

Efectivamente, ya desde el siglo XVIII la ortodoxia académica se había ido contaminando de la experiencia medieval “bárbara” y las que progresivamente irían aportando las culturas “exóticas” del Mediterráneo (Egipto), Medio Oriente (Asiria, Babilonia) y Asia (China), a medida en que se producía la expansión colonialista europea. Ante esta profusión de fuentes documentales el modelo clásico se relativizó y en la segunda mitad del siglo XIX se impuso con fuerza de ley el eclecticismo, o la posibilidad del arquitecto de escoger entre diferentes lenguajes artísticos a la hora de proyectar su obra o de combinar acertadamente diversos repertorios históricos en una sola creación. La creciente disponibilidad de materiales por medios técnicos mecanizados (cerámicas, maderas) o como resultado del propio proceso industrial (hierro, acero y vidrio), disponibles en catálogos a los que cualquier profesional tenía acceso, extendieron las fronteras del eclecticismo a todo el mundo “civilizado” o con pretensiones de “civilizarse”.

El de la École des Beaux Arts era un lenguaje de símbolos sociales. Retrospectivamente se lo ha acusado de haber ocultado deliberadamente lo que la disciplina tenía de nuevo: la tecnología e ingeniería del hierro. Sus realizaciones se caracterizaron por el orden gigante y fastuoso de la composición, con unas fachadas cuya decoración excedía lo escultórico para convertirse en un recurso que la modelaba. Se buscó expresamente la correspondencia entre masas exteriores y espacios interiores así como la simetría de la composición.

La amplitud y escala urbana que resultó de la transformación de París que puso en marcha Haussmann –y que continuó incesantemente bajo la Tercera República– no conocía antecedente alguno y convirtieron a la ciudad y a su modelo de urbanismo en un patrón universal. De El Cairo a Buenos Aires, de Hanoi a Nueva York, ciudad tras ciudad soñó con imitarla. Y esto fue posible no solo por los vientos imperialistas que favorecían la formación de dominios coloniales y neocoloniales, sino también por la transformación misma –en mayor o menor medida– de esas sociedades tradicionales en sociedades burguesas. En su tránsito a la modernidad una de las novedades más trascendentes fue la elaboración de una nueva cultura urbana.


Arco del Triunfo





VISTA AÉREA DE PARÍS (1889)







UN ELEMENTO PREEXISTENTE COMO EL ARCO DE TRIUNFO (1806-1836) ADQUIERE UN NOVEDOSO SENTIDO URBANO AL HACER CONFLUIR EN ÉL DOCE CALLES O ANCHAS AVENIDAS



Ópera





PLAZA DE LA ÓPERA Y ESTACIÓN DEL METROPOLITANO (POSTAL)






LA ÓPERA CONSTRUIDA POR CHARLES GARNIER, EL EDIFICIO ICÓNICO DEL SEGUNDO IMPERIO


Con París la vida moderna se convierte en una vida metropolitana y cosmopolita. El espacio deja de ser determinado por la figura del monarca y por la Iglesia para ser proyectado por un nuevo poder, legitimado por su carácter extremadamente urbano y su capacidad económica: la burguesía financiera. Mercado, dinero y consumo reemplazaron paulatinamente a alcurnia, costumbres y exclusividades, en un proceso traumático en el cual la distinción y pertenencia dejaron de pasar por la sangre o la clase para trasladarse a la capacidad de consumo material y cultural. Paralelamente, el anonimato y la alienación que produjeron la concentración y el tráfico metropolitano abrieron un nuevo mundo para el urbanita; un mundo amenazante, fascinante, frenético y excitante. A partir de esta experiencia la gran ciudad será el único hábitat que permitirá un raudal de trayectos vitales que, en el cruce entre su individualidad y su arraigo social, brillarán como fuegos de artificio, deslumbrando y consumiéndose a la velocidad de la urbe. nota


Galería Printemps





DIBUJO DE CORTE TRANSVERSAL DE LAS GALERÍAS PRINTEMPS (1885)

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LOS EDIFICIOS DE LAS GRANDES TIENDAS COMERCIALES FUERON EL CORRELATO MERCANTIL DE LOS ESTABLECIMIENTOS INDUSTRIALES QUE PRODUCÍAN A GRAN ESCALA Y BAJO COSTO. DE VARIOS PISOS Y SECCIONES, SU INNEGABLE ATRACTIVO DESPLAZÓ GRADUALMENTE AL PEQUEÑO COMERCIO


El imperio garantizaba esta concentración: en París confluían productos, culturas y habitantes de todo el globo. La modernidad parisina solo fue posible gracias a este dominio comercial y territorial, pero la expansión de la influencia francesa es a la vez un producto de París como nueva matriz.


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