Viena, metrópolis del último imperio continental

LA ERA DEL IMPERIO (1873-1941/1918)
Viena, metrópolis del último imperio continental
Durante la edad moderna Viena fue un bastión del catolicismo europeo. Su resistencia a los embates del Imperio otomano, su investidura como sede cuasioficial del Sacro Imperio Romano Germánico y su intransigencia frente a todo intento de reforma religiosa quedan resumidos en su ferviente adopción de los lineamientos del Concilio de Trento y en esa prodigalidad de arquitectura barroca que emperadores, príncipes y órdenes religiosas encargaron a arquitectos locales entrenados en Roma. Las guerras napoleónicas y la revolución liberal de 1848 abrieron un nuevo escenario. La impronta vienesa debió mutar ante la fuerza de la burguesía financiera y un nuevo imperio se configuró entonces sobre gran parte de Europa central y oriental. Pasado y futuro convivieron en él de una forma muy particular, generando extremas tensiones que hicieron eclosión con el estallido de la Gran Guerra.
El primer espacio donde se materializó esta disputa entre la corte vienesa y los liberales grabó con intensidad los nuevos perfiles de la ciudad. El crecimiento urbano generado por la alianza entre el joven emperador Francisco José y la alta burguesía encontraba un freno en el mantenimiento de las murallas medievales. Estas hacía tiempo habían superado su utilidad concreta para transformarse en un símbolo del conservadurismo gobernante. Corte y municipio pelearon por apropiarse del glacis, esa vasta franja de terreno libre existente entre el casco histórico y los suburbios. A la corte le interesaba ubicar allí dependencias militares y policíacas que contuvieran revueltas y permitieran movilizar tropas. El municipio pretendía incrementar su renta a través de un uso civil de ese espacio, desplegando en él las instituciones de la modernidad urbana. La famosísima Ringstrasse fue producto de este choque, que comenzó como un empate y terminó definiendo la victoria de la alta burguesía.
PLANO DE VIENA (1858): EL CASO HISTÓRICO TODAVÍA PERMANECE SEPARADO DEL SUBURBIO POR UNA OBSOLETA RED DE MURALLAS Y UN GLACIS DEFENSIVO SIN RAZÓN DE SER
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Si
bien el Arsenal y los cuarteles militares y de policía dominaron los extremos
del nuevo bulevar, proyectado en 1857 por el Stadterweiterungsfonds (el Fondo
de Expansión Urbana que reemplazó al municipio en la administración de las
obras), el peso político de la burguesía ganó fuerza tras la constitución del Reichsrat
(Parlamento) en 1860 y la firma del Compromiso, en 1867. Nació entonces una
nueva entidad política: el Imperio austro-húngaro. Viena avanzó así hacia su
metropolización, concentrando el poder imperial y dominando un extenso
territorio continental que, desde 1892, debió compartir con la ascendente
Budapest, designada también “ciudad capital y residencia real”. Desde ese
momento y hasta su caída, el imperio contó con dos capitales.
FOLLETO DE PROMOCIÓN DEL PROYECTO DE LA RINGSTRASSE (1860)
El liberalismo burgués dio forma a la Viena moderna. Después de dedicarle un primer edificio al emperador y a la Iglesia –la famosa Votivkirche (1856-1873) diseñada en el más estricto neogótico por Heinrich von Ferstel– en torno al bulevar comenzaron a ubicarse los edificios para albergar a las más importantes instituciones burguesas. La sede del poder político, el Reichsrat (1874-1883), se levantó siguiendo el estilo neoclasicista proyectado por Theophil Hansen. La referencia a las asambleas griegas se acentuaba con una fachada dominada por la figura de Palas Atenea (Kundman, 1902) diosa sabia y austera. Al poder municipal se consagró el impactante Rathaus (Friederich Schmidt, 1872-1883), también proyectado en unas líneas neogóticas que homenajeaban a los ayuntamientos medievales. La Universidad (Ferstel, 1873-1884), uno de los espacios fundamentales para la reproducción de la cultura liberal, se levantó siguiendo líneas académicas basadas en el Renacimiento italiano. Productos de las colecciones imperiales pero finalmente espacios de consumo burgués, el Kunsthistorisches Museum (Museo de Historia del Arte) y el Naturhistorisches Museum (Museo de Historia Natural) se erigieron como bloques mellizos a un lado y otro de la plaza María Teresa. Sus fachadas de líneas neorrenacentistas y manieristas fueron diseñadas por el famoso arquitecto alemán Gottfried Semper hacia 1872. Semper también tuvo a cargo otro de los templos modernos de la burguesía vienesa: el Burgtheater (1888), levantado en un estilo neobarroco. A esta larga lista de edificios hay que sumar las academias, hoteles, la ópera y los parques, conectados a través del creciente tráfico de la Ringstrasse.
PASEANTES DE LA RINGSTRASSE A LA ALTURA DEL EDIFICIO DE LA ÓPERA (1902)
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El
panorama historicista desplegado en la arquitectura de la ancha avenida se
continuaba en los edificios de renta que justificaron la operación
inmobiliaria. En este campo se destacó la actividad del arquitecto Otto Wagner,
quien comenzó a redefinir las formas espaciales a partir de una mayor
racionalidad en su uso, recalcando la materialidad de los nuevos insumos
introducidos por el desarrollo industrial: hierro y vidrio. En el cambio de
siglo, puentes, estaciones, subterráneos, pabellones y otros equipamientos
urbanos empezaron a ser depositarios de una reacción ante el mandato académico.
El nuevo estilo surgido en torno al grupo de la Secession (Jugendstil, o “estilo joven”), relacionó
las artes plásticas con el diseño y la arquitectura, y ubicó su cuartel en el
pabellón diseñado en 1898 por Josef Olbrich. Se trataba de un modernismo
original, que se nutría de fuentes similares a las desarrolladas en Gran
Bretaña, Francia o Bélgica e introducía todo un repertorio natural rediseñado y
una particular imagen del cuerpo y del rostro femenino. Las referencias griegas
reaparecían no ya como signos de sabiduría y austeridad sino de caos y lujuria.
Como señala Carl Schorske (1961), los estudios de Freud, los textos de Von
Hofmannsthal o las pinturas de Klimt descubren el revés de la cultura burguesa
de Viena, revelando su carácter ahistórico.
EL CARACTERÍSTICO EDIFICIO DE LA SECESSION ABRIÓ SUS PUERTAS EN 1891, SEGÚN UN DISEÑO DE JOSEF OLBRICH
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El Ring –o “anillo”, como también se llamaba a la Ringstrasse –constituyó el triunfo de la arquitectura del liberalismo, la victoria de la cultura popular sobre la fe religiosa: ni palacios ni cuarteles ni iglesias sino centros del gobierno constitucional y de la alta cultura. Pero su éxito también produjo críticas y reacciones. Desde el planteo conservador y antimoderno de Camillo Sitte en su libro Der Städtebau (1889) hasta el tratado de Otto Wagner titulado Die Groszstadt (1911), que abandonaba el “justo medio” liberal para proponer el desarrollo de una metrópolis hipermoderna. Con la obra de Adolf Loos el diseño arquitectónico termina de despojarse de todo ornamento, en tanto que el decadentismo estético de la Secession encontró en Oskar Kokoschka a su destructor.
La cultura vienesa sobrepasaba los límites de la hegemonía imperial mientras que el propio imperio iba camino a su fin. La posguerra encontrará a Viena sin imperio y sin una burguesía que pudiera seguir manteniendo el control del territorio que la tuvo como centro.
LA OBRA DE LOOS
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ADOLF LOOS (1870-1935) ESTABA CONVENCIDO DE QUE EL DESBORDADO APEGO A LA TRADICIÓN HISTORICISTA DAÑABA TANTO EL ARTE COMO LA VIDA COTIDIANA DE LA GENTE. EL DEPURADO DISEÑO DE FACHADA CONCEBIDO PARA EL EDIFICIO DE LA SASTRERÍA GOLDMAN & SALATSCH (1910) PROVOCÓ UN ESCÁNDALO EN LA CAPITAL Y ENFURECIÓ AL EMPERADOR FRANCISCO JOSÉ. SIN PODER EVITAR SU CONSTRUCCIÓN EN LA MICHAELERPLATZ, ENFRENTE MISMO DE LA ENTRADA PRINCIPAL DEL PALACIO DEL HOFBURG, DEMOSTRÓ SU DESPRECIO POR LA “FEALDAD” DEL EDIFICIO NO VOLVIENDO A UTILIZAR NUNCA MÁS ESE ACCESO Y ORDENANDO CERRAR LAS VENTANAS DE SU DESPACHO QUE MIRABAN A LA PLAZA.
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