FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

ISBN 957 950 34 0658 8

Usted está aquí: Inicio Producciones especiales Música Musica carp 2 EL ECLECTICISMO DE MAURICE RAVEL

EL ECLECTICISMO DE MAURICE RAVEL

Producciones Especiales - Sonidos Modernos - Carpeta 2

EL ECLECTICISMO DE MAURICE RAVEL

En tanto continúe siendo favorita del público habitual de salas de concierto –y también de los conciertos orquestales gratuitos y al aire libre–, profesores de orquestación y directores de cine, es probable que ninguna crónica acerca de la música del siglo XX pueda evitar referirse a la obra de Maurice Ravel, a pesar de las dificultades que sus particularidades imponen. Que recién ahora lo mencionemos merece alguna aclaración, especialmente teniendo en cuenta que una parte nada desdeñable de su producción es anterior a los años que aquí nos ocupan. En palabras de uno de sus biógrafos: “Detrás de todas estas máscaras que el esnobismo (...) ha intentado imponer, Ravel permanece inasible”.

Dicho de otro modo: la obra de Ravel se resiste a las clasificaciones habituales de la música del siglo XX. Su abordaje de la composición es ecléctico, y sintetiza en su estilo recursos musicales propios de tradiciones completamente diferentes. Si repasamos algunos de los rasgos que surgen en algunas de sus obras más famosas nos encontramos con:

  • El uso de acordes disonantes sin preocupación por su resolución convive con un virtuosismo pianístico que a muchos comentaristas les recuerda a Liszt (como sucede con Gaspard de la nuit).
  • O bien esas mismas sonoridades estáticas se incluyen dentro de unos esquemas formales clasicistas y narrativos (como la forma sonata en Jeux d’eau).
  • Elementos de músicas populares judías pueden adquirir tratamientos semejantes a algunos empleados por Stravinsky (como las escalas octotónicas en L’énigme éternelle) en su período ruso.
  • El estilo rococó de François Couperin (1668-1733) Le tombeau de Couperin.
  • El romanticismo del austríaco Franz Schubert (1797-1828), en sus Valses nobles et sentimentales.

Estas referencias históricas conviven con la herencia de Gabriel Fauré (1845-1924), el nacionalismo ruso decimonónico y con danzas populares que van desde el vals hasta la habanera. Y la lista sigue...

En su eclecticismo, Ravel jamás se propuso romper con las tradiciones, sino que más bien procuró coordinarlas en su propio estilo, sintetizando en cada obra puntos de partida diferentes. De ahí que quizá sea oportuno abordar a Ravel justamente aquí, y no tanto en el texto referido a las vanguardias.

Si la variedad de sus fuentes no deja de llamar la atención, más aún debemos tener en cuenta que tan diversa procedencia no le impidió crear obras fuertemente cohesionadas. Aun cuando, ya en la década de 1920, reconocía que algunas de sus obras no hubieran sido posibles sin las novedades de Schoenberg (como en Chansons madécasses), o el jazz (como en el Concierto para piano en Sol mayor), Ravel nunca es un vanguardista. Aunque es cierto que visto desde la óptica del neoclasicismo quizá nos parezca impresionista, visto desde el impresionismo quizá nos parezca neoclásico.

Lo dicho no quita su modernismo: en su archicélebre Boléro, de 1928, la incesante repetición de una única melodía tonal puede parecer como un recurso conservador. Pero que el devenir de la obra esté determinado por el resultado de las sucesiones y combinaciones de instrumentos que se hacen cargo de la –solo en apariencia– sencilla melodía, fue poco menos que revolucionario.

 

nullRAVEL: RITMO DEL REDOBLANTE EN EL BOLÉRO

 

   ESTOS 2 COMPASES SE REPITEN 169 VECES

 

Acciones de Documento