FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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IV. El escenario comunista

La ampliación del espacio soviético


En virtud del avance del Ejército Rojo sobre los territorios ocupados por los nazis, la mayor parte de los países de Europa del Este quedaron subordinados a las directivas del estalinismo en el marco de la Guerra Fría. El territorio ubicado al norte de Grecia, al sur de Finlandia y al este del Elba no era una unidad política ni social ni cultural. En la región coexistían naciones y grupos con trayectorias diferentes tanto respecto de su grado de organización y autonomía política como en relación con su configuración cultural. Algunos grupos nacionales, como el de los checos y el de los croatas, se habían desarrollado en el imperio de los Habsburgos. Los eslavos del sur quedaron bajo la dominación del Imperio otomano, donde algunos, el caso de los serbios, mantuvieron su religión cristiana ortodoxa mientras que otros, los bosnios, vivieron en simbiosis con la cultura musulmana. En algunos territorios, sus poblaciones vivían con un nivel bastante elevado de cultura urbana: Bohemia, Polonia, norte de Hungría, mientras que otras poseían estructuras sociales de carácter tribal: Albania, algunas zonas de Yugoslavia. Algunas naciones, por ejemplo Bulgaria, habían mantenido una relación estrecha y amistosa con la Rusia histórica en un sentido religioso y político. Otras, como Polonia, eran tradicionales enemigas nacionales, religiosas y políticas de Moscú. Mientras que en Yugoslavia, Checoslovaquia y Bulgaria, los comunistas locales contaban con fuerzas propias, en el resto de los países solo ganaron posiciones con el ingreso del Ejército Rojo.


ejercito rojo




LA ENTRADA DEL EJÉRCITO ROJO A BUCAREST EN AGOSTO DE 1944








Durante la expansión del nazismo los países de esta región atravesaron diferentes experiencias. Albania fue anexada por Mussolini al reino de Italia. Polonia, Checoslovaquia y Yugoslavia fueron eliminadas como Estados nacionales en virtud del avance del nazismo, pero también, en el caso de los dos últimos países, a raíz de la iniciativa de grupos locales. Con el desmembramiento de Checoslovaquia y Yugoslavia, emergieron Eslovaquia y Croacia como nuevos Estados, con el visto bueno de los nazis. En cambio en Rumania, Bulgaria y Hungría fueron sus gobiernos autoritarios los que decidieron alinearse con el Eje, al mismo tiempo que mantenían tensas relaciones con los movimientos fascistas locales.

Con la derrota del nazismo, en toda esta región prevaleció el vacío de poder. La mayor parte de las dirigencias políticas tradicionales habían colaborado con Hitler. Era difícil encontrar alternativas a la abrumadora supremacía militar y política soviética en los países ocupados. ¿Qué se proponía Stalin?, ¿aprovechar la ocasión para expandir el comunismo?, ¿restaurar y ampliar las fronteras del antiguo imperio zarista?, ¿resarcir a la URSS de las pérdidas de la guerra vía la explotación de los vencidos? La extrema debilidad del régimen soviético permite suponer que la tercera opción era central en sus planes. En relación con las fronteras, su principal objetivo era anular las cesiones territoriales impuestas por los alemanes a los bolcheviques en la paz firmada en 1918. Quería asegurar la creación de un cinturón de seguridad que hiciera imposible una invasión a la Unión Soviética como la concretada por Hitler. En este sentido Polonia, desgarrada por la ocupación nazi y la soviética, sería la principal afectada.

Durante la guerra, el gobierno polaco en el exilio intentó que su país no cayera en poder de los soviéticos. En 1944, un año después de que el descubrimiento de la masacre de Katyn precipitase la ruptura de sus relaciones diplomáticas con Moscú, el gobierno polaco con sede en Londres convocó a la insurrección masiva en Varsovia para liberarla de los alemanes antes de que llegara el Ejército Rojo. Las fuerzas soviéticas se encontraban próximas a la ciudad, pero Stalin decidió no apoyar la insurrección. En enero de 1945, las tropas soviéticas entraron en Varsovia y se formó un Gobierno Provisional de Unidad Nacional integrado por representantes del Partido Obrero Polaco, el Partido Socialista Polaco y el Partido Campesino. En la práctica, el poder quedó en manos de los comunistas, muy subordinados a Moscú, que retuvieron el control del ejército y del aparato de seguridad. En poco tiempo, tanto el Partido Campesino como el Socialista fueron eliminados. Polonia debió ceder parte de sus territorios del este a la Unión Soviética y en compensación avanzó en el oeste sobre Alemania. Este doble corrimiento de las fronteras fue acompañado por desplazamientos de millones de polacos y alemanes para quedar incluidos en los nuevos Estados nacionales.

Después de la victoria aliada, el gobierno checoslovaco en el exilio encabezado por Edvard Beneš, regresó a Praga y sin consultar a las potencias occidentales firmó un acuerdo de paz y seguridad con la Unión Soviética. La decisión desagradó a Washington y Londres, pero en la dirigencia checoslovaca pesaba el recuerdo de Munich. El Frente Nacional a cargo del gobierno incluyó a los comunistas, a los socialdemócratas y a representantes del Partido Popular Católico y del Partido Democrático Eslovaco. Luego de las elecciones generales de mayo de 1946, Beneš asumió nuevamente la presidencia (había ocupado este cargo entre 1935 y 1938). Los comunistas obtuvieron un tercio de los escaños parlamentarios y ocuparon, entre otros, el Ministerio del Interior, que les aseguró el control sobre las fuerzas de seguridad. La cartera de Exteriores quedó en manos de Jan Masaryk, hijo del héroe de la independencia nacional. La Rutenia ciscarpática fue entregada a la URSS en junio de 1945 y la población de origen alemán, como venganza por la desintegración del país instrumentada por los nazis, fue expulsada en masa del país.

En Yugoslavia la construcción del nuevo orden quedó en manos de Tito, el principal líder de la guerrilla comunista que derrotó a los nazis. La intervención del Ejército Rojo en este país quedó en segundo plano.

El resto de los países –Rumania, Bulgaria, Hungría y Alemania– representaban al enemigo derrotado. Los tres primeros fueron ocupados por el Ejército Rojo y bajo su control se formaron gobiernos de coalición integrados por comunistas, socialistas y dirigentes de los partidos campesinos. En cambio Alemania, según lo dispuesto en Yalta, quedó dividida y ocupada por los cuatro países vencedores, y aunque los aliados habían resuelto tratarla como principal responsable del conflicto, en muy poco tiempo las decisiones sobre su destino dejaron de tomarse en forma conjunta. Cuando la Gran Alianza dio paso a la Guerra Fría, Alemania quedó partida en dos nuevos países en 1949.

En el caso de Albania, a partir de 1941 los partisanos comunistas y nacionalistas lucharon contra las tropas de ocupación italianas y alemanas, además de entablar una dura competencia por imponer su poder. Con la caída del fascismo en Italia, los comunistas tomaron el control de la mayoría de las ciudades del sur del país, mientras que los nacionalistas dominaron el norte. Hubo un intento de colaboración, pero se frustró en relación con la suerte de Kosovo. Los comunistas –bajo la tutela de los yugoslavos– apoyaron el retorno de Kosovo a Yugoslavia. Mientras que los nacionalistas plantearon mantener la región bajo soberanía de Albania. En noviembre de 1944, los alemanes se retiraron del país y los comunistas –apoyados por la aviación aliada– tomaron la capital del país.

Hasta la expulsión de Yugoslavia del Kominform en 1948, Albania fue prácticamente un satélite de su poderoso vecino, que no ocultó sus intenciones de dominarla, al igual que lo hizo Italia entre 1925 y 1945. A partir de 1948, Albania entró en la órbita soviética y la URSS compensó las pérdidas dejadas por la falta de ayuda yugoslava.

Hasta 1948, Moscú aceptó que los comunistas compartieran el gobierno con los partidos no colaboracionistas existentes antes de la ocupación nazi. El programa de modernización y redistribución impulsado por estas coaliciones concitó una amplia adhesión. ya que fue percibido como una alternativa viable para superar el atraso. Sin embargo, en el marco del agravamiento de las tensiones con el bloque occidental –la puesta en marcha del Plan Marshall y la creación del Kominforh, se liquidó la experiencia de los frentes. Según la teoría enunciada por Andréi Zhdánov, el mundo había quedado dividido en dos bloques irreconciliables y la política de alianzas no tenía cabida; en este escenario, se retomó la consigna de la preeminencia de la lucha de clases.fuente

Los dirigentes comunistas europeos debieron seguir el modelo soviético: desarrollo industrial acelerado y planificado; colectivización del agro, y partido único.notaUn hito clave en este giro fue la disolución de la coalición gobernante en Checoslovaquia. En febrero de 1948, doce ministros abandonaron el gobierno en repudio a las presiones de los comunistas. El control de estos sobre la policía y las organizaciones de trabajadores les permitió realizar manifestaciones armadas en la calle. El presidente Beneš nombró un nuevo gabinete dominado por los comunistas y dimitió en junio de ese año. La presidencia quedó en manos del comunista Klement Gottwald.

Al mismo tiempo que se clausuraba la etapa de los frentes se produjo un hecho inesperado: la separación de Belgrado del bloque soviético. Yugoslavia había sido uno de los escasos países europeos en que los partisanos jugaron un papel decisivo en las operaciones militares contra los nazis. Después de la derrota de los alemanes, el líder de la resistencia contrarió los deseos de Stalin al no aceptar compartir el poder con los representantes del gobierno monárquico exiliado en Londres. En los primeros meses de la posguerra, Tito, además, llevó a cabo una política exterior activa y autónoma poco grata a los ojos del jefe máximo del comunismo: ayudó a los guerrilleros comunistas en Grecia y propuso la creación de una federación balcánica con Bulgaria y Albania. En el plano interno se opuso a la injerencia del personal soviético en la administración y en las fuerzas de seguridad. El rumbo independiente que Tito imprimió a su gobierno, más que la adopción de una vía novedosa al socialismo, fue lo que llevó al Kremlin a denunciar la “desviación” del régimen yugoslavo. Cuando a mediados de 1948 Yugoslavia fue expulsada de la Kominform, el dirigente yugoslavo buscó y obtuvo el apoyo de Estados Unidos. Su gobierno recibió la ayuda del Plan Marshall e ingresó en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sin dejar por esto de comprometerse decididamente con el Movimiento de Países No Alineados. En el informe presentado al VI Congreso de su partido, varios meses antes de la muerte de Stalin, planteó que “la URSS comenzó a practicar su política de expansionismo ya en vísperas de la última Guerra Mundial al firmar el acto con Hitler, al repartirse con él zonas de intereses, al invadir territorios extranjeros […]. Continuó esta misma política en cuanto terminó la Guerra Mundial […]. Cuando se trata de un país socialista, la URSS intenta justificar el empleo de sus métodos imperialistas con la supuesta necesidad de que los pequeños países socialistas […]subordinen sus intereses a los intereses de la Unión Soviética, potencia dirigente del socialismo, y ello presuntamente en nombre de la revolución mundial. En realidad, este sojuzgamiento de los pueblos pequeños […] solo tiene una finalidad que no es la revolución mundial, sino realmente la hegemonía mundial, la dominación por la URSS, potencia imperialista, de los otros pueblos”.


estructuras







ESTRUCTURAS CONSTRUIDAS POR EL EXPRESIDENTE YUGOSLAVO JOSIP BROZ TITO EN LA DÉCADA DE 1960 Y 1970.







ARRIBA TJENTIŠTE Y KOZARA (CONMEMORACIÓN DE SITIOS DONDE SE LLEVARON A CABO BATALLAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL). ABAJO ASENOVAC Y NIŠ (CONMEMORACIÓN DE SITIOS DONDE HUBO CAMPOS DE CONCENTRACIÓN)


Luego fue Mao quien esgrimió este argumento para denunciar la política de Moscú.

La acabada subordinación de los gobiernos de los países de Europa del Este no solo afectó a los partidos burgueses, incluyó la depuración de los propios partidos comunistas. En el marco del enfrentamiento con Belgrado, Stalin volvió a poner en escena entre 1949 y 1952 la ceremonia de los juicios para eliminar a los que en ese momento fueron identificados como “titoístas al servicio del imperialismo”. Como en los años treinta, todos confesaron los crímenes de que eran acusados y los condenados fueron ejecutados o enviados a los campos de trabajo forzado. Hubo quienes sobrevivieron al campo de concentración nazi para caer en el Gulag soviético.

Las dos acusaciones básicas que dieron lugar a los juicios fueron el nacionalismo y el cosmopolitismo. Se culpó del primer pecado a quienes defendieron la necesidad de tener en cuenta las peculiaridades del país que gobernaban en el momento de avanzar hacia el socialismo, aquí por ejemplo se ubicó al comunista polaco Władysław Gomułka. La mayor parte de los sancionados como cosmopolitas habían pertenecido a las Brigadas Internacionales en los años treinta, o habían militado en la resistencia en los países europeos ocupados por los nazis. El húngaro László Rajk, por ejemplo, desde la Guerra Civil española mantenía estrechas relaciones con los comunistas yugoslavos y sus declaraciones proporcionaron un material muy oportuno para la campaña propagandística contra Tito. Rudolf Slánský, secretario general del Partido Comunista Checoslovaco, era judío y había sido protegido por Zhdánov; su ejecución en 1952 afectó a un gran número de intelectuales judíos que pasaron a la categoría de enemigos del régimen. Los cosmopolitas, según Moscú, estaban demasiado interesados en romper el aislamiento con el objetivo de forjar relaciones con las democracias capitalistas.

La depuración de los partidos comunistas del bloque soviético respondió a la naturaleza del sistema estalinista, que exigía partidos comunistas acabadamente homogéneos y cohesionados. El sistema no podía aceptar la existencia de partidos integrados por dirigentes provenientes de experiencias diferentes y capaces de plantear alternativas a las órdenes de la cúpula soviética. La puesta en marcha de las purgas contó en su favor con la presencia de camarillas enfrentadas en la cima de los partidos europeos. Con las purgas se eliminó la competencia y se creyó asegurar el predominio de los más dispuestos a someterse a las directivas del Kremlin. Algunos procesos, como el de Rudolf Slánský en Checoslovaquia, tuvieron un destacado carácter antisemita: los judíos fueron presentados como especialmente predispuestos, por su origen, su carácter y su educación, a prestarse a ser instrumentos del espionaje occidental.fuente


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