FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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VI. El mundo colonial y dependiente

La República China: nacionalistas, comunistas y la expansión de Japón.


El ingreso violento de las principales potencias a partir de la década de 1840, conlas guerras del opio y la crisis interna del régimen imperial, derivaron en significativas transformaciones de la sociedad china.

Aun cuando los sectores tradicionales continuaron teniendo un poder considerable en el aparato estatal y en la sociedad agraria, desde principios del siglo XX nuevos actores sociales presionaron a favor de cambios radicales. Provenían básicamente de las zonas modernizadas por las actividades comerciales y estaban atraídos por la experiencia japonesa; eran capitalistas de los puertos abiertos, estudiantes formados en Japón, comunidades de emigrantes dispersas en las islas del Índico y el Pacífico. Las organizaciones revolucionarias encontraron en Japón un terreno propicio para desarrollar sus actividades y también la ayuda económica de diversos grupos japoneses. En 1905 nació la Liga Juramentada, dirigida por Sun Yat-sen, germen del futuro Partido Nacional, el Kuomitang. Sus objetivos eran esencialmente políticos: expulsión de los manchúes y establecimiento de la república; en ese momento las cuestiones sociales quedaron relegadas. Sun era un liberal convencido de que la salvación de China dependía de la creación de una democracia de tipo occidental.


SUN YAT-SEN (1866-1925)







 SUN YAT-SEN (1866-1925)







Después de una decena de intentos revolucionarios fracasados, el levantamiento de octubre de 1911 logró extenderse rápidamente y derrocar al gobierno imperial. Sun Yat-sen asumió provisionalmente el gobierno de la república a principios de 1912.

La rápida caída del régimen fue posible porque dos voluntades diferentes coincidieron en la oposición a la dinastía manchú: una fracción importante de la clase dirigente, que pretendía acrecentar la autonomía de las provincias donde residía su poder, y los nuevos hombres que alentaban la modernización. El apoyo de los primeros fue clave, pero su presencia afectó negativamente el afianzamiento de la república.

Los revolucionarios eran una pequeña minoría, en consecuencia Sun Yat-sen renunció a la presidencia y el general Yuan Shikai ocupó su lugar. Era un hombre del antiguo régimen cuyo poder descansaba en el apoyo del ejército. Después de ser elegido presidente efectivo anuló el proceso constitucional, y a fines de 1913 instauró una dictadura que se prolongó hasta su muerte en 1916. A la desaparición de Yuan le sucedió la desintegración del poder central y la afirmación de los jefes militares de las distintas regiones, “los señores de la guerra”. En Pekín continuó existiendo un gobierno nacional nominal.

Esta caótica situación interna se combinó con dos factores, la paz de Versalles y la Revolución bolchevique, para dar lugar a la aceleración de la transformación política y cultural de China. Los vencederos de la Primera Guerra Mundial decidieron en la conferencia de paz entregar a Japón las antiguas concesiones alemanas en China, en lugar de devolverlas a los chinos. La indignación suscitada por los tratados de París se expresó a través de una oleada de manifestaciones en 1919, conocidas como el movimiento del Cuatro de Mayo. Las condiciones de la paz despertaron un profundo sentimiento antijaponés, que se tradujo en una manifestación masiva de estudiantes que se concentraron en la plaza de Tiananmen, frente al complejo de la Ciudad Prohibida. Los estudiantes pretendían el rechazo de las veintiuna exigencias japonesas y la no firma del Tratado de Versalles.

A los universitarios no tardaron en sumarse los ferroviarios y los obreros de los centros industriales de las grandes ciudades costeras; la movilización también contó con el apoyo de sectores de la burguesía mercantil e industrial. El movimiento incluyó una profunda ruptura en el plano cultural: según un sector de los intelectuales chinos, el confucianismo debía ser sustituido por una “nueva cultura”. La ortodoxia confuciana se concentraba en la preservación de rígidos y tradicionales códigos morales para ordenar la vida individual y en el acabado sometimiento a las jerarquías superiores, ya sea al padre en la familia o al emperador en la nación. Los intelectuales rebeldes sostuvieron la necesidad de escapar de las cadenas de la familia tradicional; desde su perspectiva, el confucianismo era un factor clave de la debilidad de China, al fomentar el conformismo y la sumisión. En el campo literario, en el que descolló Lu Xun, autor del cuento El diario de un loco, los jóvenes escritores cuestionaron a sus antecesores consagrados y decidieron romper con la lengua clásica para promover la creación de una literatura capaz de abordar las formas de vida de la sociedad china contemporánea a través del lenguaje cotidiano (baihua). Un decreto del Ministerio de Educación introdujo la enseñanza del baihua en la escuela primaria.


LA PUERTA DE LA DIVINA ARMONÍA DEL PALACIO LA CIUDAD PROHIBIDA.








LA PUERTA DE LA DIVINA ARMONÍA DEL PALACIO LA CIUDAD PROHIBIDA.








En un principio, los jóvenes rebeldes asumieron algunas tareas similares a las desplegadas en las décadas de 1860 y 1870 por los populistas rusos, como la creación de sociedades de trabajo y estudio, y también impulsaron el boicot a los artículos importados de Japón y la reforma del modelo de familia confuciano. Estas actividades tuvieron escasa repercusión. En el debate sobre las posibles vías para salvar a China de su derrumbe, algunos intelectuales –el caso de Chen Duxiu– se inclinaron a favor de la occidentalización, mientras que otros –por ejemplo Li Dazhao– adoptaron una posición nacionalista popular a la que Li combinó con su temprana admiración por la Revolución bolchevique. Ambos protagonizaron la creación del Partido Comunista chino. nota

En el marco de una crisis tan profunda, el marxismo ofrecía algunos elementos que resultaron atractivos para la intelligentsia china: no rechazaba el uso de la violencia, y en contraste con el nacionalismo europeo identificaba a las egoístas clases superiores nacionales como el principal obstáculo para el renacimiento de la nación. Según Chen Duxiu, profundamente pesimista sobre las capacidades del pueblo chino “en parte dividido, y en parte estúpido, presa de un individualismo estrecho y sin conciencia pública, a menudo ladrones y traidores y durante mucho tiempo incapaces de ningún patriotismo”, la democracia no era conveniente. Desde su perspectiva, “sería mejor sufrir una dictadura de clase comunista al estilo ruso, ya que para salvar la nación, generalizar el conocimiento, desarrollar la industria y no caer en la deshonra capitalista la única vía era el método ruso”.

La conciencia de la enorme dificultad de transformar a China llevó a muchos miembros de la generación del Cuatro de Mayo desde el socialismo romántico al bolchevismo.

La creación del Partido Comunista fue una empresa conjunta entre los intelectuales radicales chinos y la Internacional, que en 1920 envió dos representantes para contactar con activistas políticos chinos. El ruso Grígori Voitinski y su acompañante chino se entrevistaron con Chen en Shanghai y le ofrecieron el apoyo económico y político de la Unión Soviética para fundar un Partido Comunista. Este fue creado en julio de 1921 en una reunión a la que asistieron doce delegados. Al año siguiente, la dirigencia soviética se pronunció a favor de la alianza entre comunistas y nacionalistas en Asia oriental. Zinoviev aconsejó “a nuestros camaradas, los comunistas chinos, coreanos y japoneses, que por el momento constituyen un pequeño grupo, que no se aíslen, que no miren con superioridad a estos ‘pecadores’ y ‘publicanos’ que aún no se convirtieron al comunismo, y abrirse paso hasta las mayores profundidades, hasta esos millones de personas que luchan en China, hasta esos individuos que por el momento luchan por la independencia y la liberación nacional”.

En 1923 Moscú decidió apoyar al Kuomintang, cuyo líder, Sun Yat-sen, deseaba el aporte soviético para contar con un partido disciplinado y para disponer de los fondos que permitieran organizar una fuerza militar propia. La Internacional envió a un asesor, acompañado por Ho Chi Minh como ayudante e intérprete, mientras oficiales del Ejército Rojo instruían tanto a los soldados comunistas como a los nacionalistas. La fusión se concretó a principios de 1924 y la Internacional impuso a los comunistas que se afiliaran al Kuomintang para formar un “frente unido”, en el que los comunistas funcionarían como un “bloque interno” que en el futuro habría de ganarse a todo el partido. En principio, Chen Duxiu y el partido eran renuentes a seguir el consejo de la Internacional.

Con la reorganización del Kuomintang, su nuevo programa incluyó significativas medidas sociales y antiimperialistas: redistribución igualitaria de la tierra, la nacionalización de empresas privadas nacionales y extranjeras de carácter monopólico y la anulación de todas las concesiones comerciales y portuarias hechas a los países extranjeros. A la muerte de Sun Yat-sen en 1925 salieron a la superficie las tensiones entre las dos alas del Kuomintang. Por un lado, los sectores que privilegiaban las tareas destinadas a concretar la unidad e independencia nacional. Por el otro, la izquierda, que coincidía con los comunistas en privilegiar la organización de las luchas sociales. El Partido Comunista apoyó sin reservas las duras huelgas que se desencadenaban en las ciudades de la costa, Cantón y Shangai, inició avances en el campo y su número de afiliados creció significativamente. La unidad con el Kuomintang era cada vez más formal y estaba cargada de fricciones.

En marzo de 1926 Chiang Kai-shek tomó el poder en Cantón, y a mediados de ese año inició la ofensiva hacia el norte, precedida en muchos centros por huelgas y manifestaciones desencadenadas por el Partido Comunista.


CHIANG KAI-SHEK (1887-1975)









CHIANG KAI-SHEK (1887-1975)










Cuando Chiang se aproximaba a Shanghai, los comunistas organizaron –a principios de marzo de 1927–  un levantamiento preventivo, con más de 200.000 obreros en huelga, y arrebataron el poder al señor de la guerra local. Al mes siguiente Chiang, con la ayuda de la “fuerzas vivas” de la ciudad –autoridades extranjeras y la Banda Verde a cargo del control del tráfico de drogas, el juego y la prostitución– desencadenaron una sangrienta represión contra los obreros y conquistaron la ciudad. El frente unido se derrumbó.

En la segunda mitad de 1925, Mao pasó mucho tiempo en su provincia natal de Hunan, organizando revueltas campesinas; también participó en la actividad comunista de Cantón y Shanghai, representando al partido en algunos organismos dirigentes del Kuomintang. Su experiencia lo llevó a analizar los alineamientos sociales, especialmente la lucha de clases en el campo, en dos ensayos: Las clases de la sociedad china, escrito en marzo de 1926, y Un estudio del movimiento campesino en la provincia de Hunan, de marzo de 1927. No trató de analizar la estructura social china profundamente o de criticar la línea del partido en general, pero hizo su descripción en unos términos que estaban en tensión con las premisas del partido y de la Internacional. Aunque todavía insistía en la primacía de los obreros en la revolución, ya estaba volviendo la mirada hacia el campo. Mao hizo pública su crítica a los dirigentes del Kuomintang y los camaradas del partido que trataban de apaciguar al campesinado y detener la revolución agraria: “…este es un razonamiento propio de la clase terrateniente, un razonamiento contrarrevolucionario. Ni un solo camarada debería repetir este contrasentido. Si mantenéis opiniones claramente revolucionarias y permanecéis algún tiempo en el campo, únicamente podéis alegraros de ver cómo millones de campesinos esclavizados están arreglando cuentas con sus peores enemigos... Todos los camaradas deberían comprender que nuestra revolución nacional exige un gran levantamiento en el campo..,, y deberían apoyar este levantamiento; de otro modo se encontrarán a sí mismos en el bando de la contrarrevolución”. Esta actitud le costó a Mao su puesto en el Comité Central.

A finales de 1927 se retiró a Hunan, y después de la derrota del Levantamiento de la Cosecha de Otoño se refugió en las montañas del interior de la provincia a la cabeza de pequeñas bandas armadas. Desde allí urgió al Comité Central que “trasladara todo el partido”, sus cuadros y cuarteles generales, “de las ciudades al campo”. Los escritos de esa época de Mao sugieren que consideró la “retirada al campo” como una alternativa temporal. Los dirigentes del partido rechazaban esta idea, sosteniendo que llevaba a romper con el leninismo. En su base rural, Mao ganó la adhesión del campesinado a través de la distribución de las tierras e inició la formación de un ejército entrenado en la guerra de guerrillas para enfrentar al gobierno. Las directivas de la Internacional quedaron flotando en el aire; Mao, que concentraba cada vez más en sus manos el control sobre el Partido Comunista –aunque recién tomará la dirección en 1935, durante la Larga Marcha– había decidido actuar de otra manera.

Después del sorpresivo ataque del Kuomintang, Chen Duxiu reconoció que había cometido errores, pero alegó que él y el Comité Central habían sido mal orientados por Moscú. Relató los actos de presión que había ejercido Moscú sobre su conducción y se pronunció a favor de Trotsky. Fue expulsado del partido, calumniado y perseguido tanto por el Kuomintang como por la Internacional Comunista.

El destino de Chen Duxiu fue una advertencia para Mao, quien no se arriesgó nunca a un conflicto con Stalin. Su actitud cauta y ambigua hacia el estalinismo reflejaba algo de la sensación de debilidad y de dependencia última del apoyo soviético. Pero pese a todo su respeto externo hacia Stalin, Mao nunca cedió en sus ideas básicas sobre los problemas chinos ni se apartó de su propia línea de acción.

A principios de 1929 la etapa de la anarquía quedó superada en gran medida. El gobierno de Chiang Kai-chek mantuvo una relación tensa con los sectores empresariales y mercantiles urbanos, mientras que la posición de los terratenientes se deterioró. Sin pretender avanzar hacia una economía planificada, el dirigente nacionalista subordinó los intereses económicos privados a la organización de las campañas destinadas a restaurar la autoridad del Estado sobre todo el territorio y asegurar el orden interno apoyándose en la fuerza militar. En el plano político ideológico fue cada vez más conservador. Aunque en 1931 se aprobó una constitución que establecía la división de poderes, fue de hecho Chiang, con el apoyo del ejército, quien ejerció realmente el poder, asumiendo tanto la jefatura del gobierno como la del Kuomintang, único partido autorizado, y signado por las luchas entre camarillas. El gobierno de Nankín no tuvo en cuenta la precaria posición social y económica de los campesinos, y hacia ellos se dirigieron los comunistas después de las duras derrotas de 1927.

A mediados de los años treinta las fuerzas maoístas, cercadas por las tropas gubernamentales, debieron emprender la Larga Marcha hacia el norte.


MAO Y SUS CAMARADAS EN LA LARGA MARCHA







MAO Y SUS CAMARADAS EN LA LARGA MARCHA








En virtud de la gran pérdida de hombres y de las condiciones de la nueva zona, el Ejército Rojo era en 1936 una fuerza muy frágil. La invasión japonesa favoreció involuntariamente su empuje y consolidación. A pesar de todo el heroísmo de la Larga Marcha, es factible que los nacionalistas hubieran derrotado a los comunistas si Japón no hubiera lanzado un ataque total sobre China en 1937. Fuera del alcance del Kuomitang o de la penetración japonesa, desde su base en la remota región fronteriza de Yan’an, el Partido Comunista libraba una guerra de guerrillas cada vez más eficaz contra los invasores en el norte de China. El crecimiento de su poder provino de su habilidad para combinar la reforma en los pueblos –reducción de alquileres, cancelación de deuda, limitada redistribución de la tierra– con la resistencia al extranjero. Esto le proporcionó un profundo enraizamiento entre el campesinado, la clase que componía la gran mayoría de la población. En los ocho años transcurridos de 1937 a 1945, el Partido Comunista creció de 40.000 a 1.200.000 miembros y su ejército, de 90.000 a 900.000 integrantes.

Ante el avance japonés de principios de la década de 1930, Chiang adoptó una actitud tibia: antes de enfrentar a los japoneses quería derrotar a los comunistas. Por el momento, según el jefe nacionalista, la superioridad de Japón indicaba la conveniencia de evitar la guerra. Los comunistas, en cambio, impulsaron la unidad para enfrentar al agresor extranjero. En virtud de las presiones cada vez más extendidas, incluso la de anticomunistas jefes del ejército, Chiang debió aceptar la sustitución de la guerra civil por la guerra nacional. Durante su transcurso, los comunistas salieron de su aislamiento y construyeron un poder que les permitió derrotar a los nacionalistas después de la Segunda Guerra Mundial. fuente

Para los aliados anglosajones, esencialmente preocupados por la evolución de Europa y, sobre todo de Alemania, en los años treinta China no fue digna de mayor atención. En el caso de los Estados Unidos, el objetivo primordial de su política exterior en el Lejano Oriente era el apaciguamiento de Japón. El gobierno de Roosevelt alentó la vana esperanza de alcanzar alguna especie de entente con Tokio en los asuntos asiáticos, aunque ello implicara aceptar el creciente dominio japonés de grandes porciones del territorio chino. Washington comenzó a reaccionar cuando la firma del Pacto Tripartito Berlín-Roma-Tokio (septiembre de 1940) mostró claramente los vínculos entre la política de agresión alemana en Europa con la japonesa en Asia. El Eje se presentó como un esfuerzo a escala mundial que cuestionaba la posición de los anglosajones y sus aliados ubicados en lo más alto de la jerarquía internacional. A partir del avance japonés sobre las posesiones británicas en el sudeste asiático y el posterior ataque a la base de Pearl Harbour, China fue considerada como un bastión para mantener a la maquinaria de guerra japonesa dividida en dos frentes.

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