HACIA EL FIN DE SIGLO

En una época donde la individualidad de la obra y su procedimiento eran determinantes, pronto se tomó conciencia de que también la música de las vanguardias, al menos en su aspecto audible más inmediato, tendía a repetirse. Y lo que en el siglo XVIII no resultaba en problema alguno, en 1960 era inaceptable. El rapídisimo tránsito de la estética del sonido aislado (u objeto sonoro, según sea el caso) al grupo primero y la masa sonora después, se detuvo en una suerte de callejón sin salida, tal vez víctima de la propia necesidad de novedad inherente al vanguardismo y, quizás, en situación de desconcierto frente a la conciencia del agotamiento de todas las utopías seculares.

 En nuevas generaciones pero también en los cultores de las vanguardias hallaremos, entonces, búsquedas donde el eclecticismo y la suporposición estelística, así como una nueva revalorización del pasado, estarán a la orden del día (tal el caso del italiano Luciano Berio (1925 - 2003). De igual modo, una nueva simplicidad (tanto constructiva como en lo referente al resultado) hará su aparición en escena. Ya en los años '60 el minimalismo norteamericano recuperará un material y un principio formal que el vanguardismo serial y sus derivados habían descartado de plano: el acorde tríada (base del sistema tonal) y la repetición reaparecerán en escena en oposición a la serie y a la variación permanente.

 En cualquier caso, como veremos, el quiebre del determinismo histórico y un relativismo creciente, implícitos en las estéticas que surgieron a fines de los años '60, acentuarán con mayor énfasis la fragmentación estilística y la intensificación de la crisis del concepto de obra.