FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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ORIENTE Y EL DESEO FEMENINO

 

En el sudeste asiático, Indochina fue colonia francesa desde mediados del Siglo XIX y fue ocupada por Japón casi un siglo después, en 1940 para, entre otras cosas, tener un paso franco a China. Desde el año 1950 a 1954, las luchas por la independencia terminaron en un país dividido.Marguerite Duras nació en 1914 cerca de Saigón y a los 17 años se mudó a Francia, donde trabajó en asuntos gubernamentales relacionados con las colonias hasta 1941, más precisamente en el “Comité de Organización del Libro”.

  Durante la ocupación y luego de ella, Duras estuvo entre los intelectuales de la resistencia comoFrancois Mitterrand y Edgar Morín.Su participación cuando la Gestapo se lleva a su marido es algo turbia debido a relaciones que mantiene con quien podría ser influyente. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se afilia al partido comunista, con el cual luego tuvo sus desavenencias, sobre todo referidas al realismo socialista. Su primera obra Los imprudentes es de 1943, pero es en 1950 cuando se hace famosa con Un dique contra el Pacífico, el tercero de sus libros.En esa época comienza a involucrarse con el cine y termina siendo guionista y directora de numerosos films, entre ellos varias adaptaciones de sus propios textos.

 Duras formó parte activa del comité de intelectuales contra el colonialismo en Argelia que dieron a conocer el Manifiesto de los 121 en 1961, donde autores como Maurice Blanchot o Jean Paul Sartre reconocían como legítima la lucha argelina por la independencia. El mismo concluía: “La causa de los argelinos, que está contribuyendo de forma decisiva a arruinar el sistema colonial, es la causa de todos los hombres libres”.Su participación en los hechos de mayo del 68 influencia su escritura y la torna más explícitamente social. En abril de 1971 se hace presente en el manifiesto de las 343 firmas redactado por Simone de Beauvoir, que apareció en el diario Le Nouvel Observateur a favor del derecho a la no maternidad, alertando sobre la peligrosidad de mantener la práctica del aborto en la clandestinidad y rechazando cualquier reglamentación sobre el cuerpo femenino. El manifiesto considera a la mujer como productora de personas y menciona incluso la posibilidad de extorsionar al resto de la sociedad con una huelga de nacimientos de ser necesario.

 Si bien Duras fue muy activa políticamente, dejando claras sus opinionesa través de entrevistas o manifiestos, su ficción nunca buscó el mensaje explícito sino que mantuvo unavaguedad que permitió que durante añossus libros fueran consideradosapolíticos. Los textos de Duras tardaron en ser leídos en el marco del anticolonialismo entre otras cosas porque, si bien pone en cuestión el sistema de la colonia y lucha contra él, al mismo tiempo no oculta una cosmovisión que es producto estos mismos discursos que rechaza.

 Durante los años 50 hubo una lecturapredominantemente metafísica y centrada en lo artístico, con acento en sus implicancias formales. El tipo de mujer que proponía Duras, delicada y silenciosa, correspondía mucho mejor a la crítica conservadora que a aquellas que promovían la igualdad entre los géneros. En 1965, Lacan escribe un artículo sobre su escritura utilizando esta misma mirada ahistórica de sus textos, como restringidos a lo estrictamente personal, lectura agradecida por la misma autora. En los años 70 recién aparecen algunos estudios de género que la reivindican femenina y feminista, poniendo en primer plano el deseo de las mujeres.

 Su infancia y juventud en la colonia surgen en sus temas pero también a través del francés que Duras despliega de forma ascética, anti retórica, como si sus narradores pidieran prestadoel idioma. De gran austeridad en el uso del lenguaje aunque con detalles sobresalientes como algunos nombres propios, de oraciones en su mayoría cortas y simples y con poco uso de subordinadas, todos estos rasgos se acentúan a medida que pasa el tiempo. Podemos pensar, de acuerdo a conceptos de Gilles Deleuze, que la de Duras es una literatura menor, porque realiza un uso menor de una lengua imperialista. Según Deleuze, toda literatura menor es política.

 Sus obras no son un producto acabado sino algo en permanente proceso. Reescribe varias veces las mismas tramas y repite motivos a lo largo de sus producciones. El recurso de presentar distintas versiones de un mismo hecho implica que el lenguaje nunca narra. Marguerite Duras plantea y pone en cuestión los límites hacia dentro del arte, entre cine y literatura. Expone los problemas del lenguaje y de las formas artísticas para representar la realidad, analizando y tensionando sus bordes.

 El halo experimental aporta un realismo que tiene que ver con la sensación ominosa de habitar nosotros también esos espacios cercanos a lo onírico, donde predominan el silencio y la sensación de soledad. Duras siempre logra que los sentimientos parezcan reales, aun cuando no esté claro quién siente. En los colores, en la descripción de las texturas, Duras es extremadamente física, a pesar de que los cuerpos que narra y filma se vuelven cada vez más flacos, más imperceptibles. Volverse imperceptible es devenir menor, podemos pensar volviendo a Deleuze.

 En ese mismo sentido, en sus obras se puede percibir un desajuste temporal o espacial. Se trata de un juego permanente entre la intensidad del instante y la duración de toda una vida. Duras a menudo propone, en el cine y en sus obras dramáticas, un divorcio entre la imagen y el sonido, que habitualmente se conjugan. También diluye categorías importantes de la narración como la de personaje, porque muchas veces no queda claro de quiénes son las voces que se escuchan o en oportunidades una misma voz se devela como pluralidad. El silencio se destaca de diferentes formas y luego confunde en una yuxtaposición de voces.

 En la película con guión de Duras, Hiroshima, mon amour, de 1959, dirigida por Alain Resnais, una chica francesa, viuda de un soldado alemán, entra en relaciones con un hombre japonés. La historia transcurre en 1957, doce años después de la explosión de la bomba atómica, pero sus efectos se encuentran presentes por doquier. Desde el título, el amor y la muerte son los motores de esta ficción que produce un extrañamiento del lenguaje audiovisual que está a tono con el del mundo luego de la guerra. Julia Kristeva comenta al respecto: “Si hay una exploración con la forma, está subordinada a la confrontación con el silencio del horror que hay en el interior de uno y en el mundo”.

 

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 HIROSHIMA, MON AMOUR

 

 La temática del amor interracial de Hiroshima, mon amour ya había sido visitada por la autora en una novela, de la cual El amante, best seller de 1984, viene a ser de alguna manera una reescritura. Se trata de la historia deuna niña francesa de una familia empobrecida con un hombrechino rico, relato autobiográfico sobre el que Duras ya había escrito en 1950. A partir de allí es que gradualmente comienza a aparecer la vida de la autora dentro de sus textos, sobre todo su infancia y juventud en los suburbios de Saigón. Esto se intensifica a mediados de los 60, con El Vicecónsul, junto a entrevistasmuchas veces referidas al alcoholismo y alas relaciones amorosas.

 Hay una reelaboración de la relación entre ficción y realidad, del lugar de la ficción como potencia, porque en su vida ambas estaban íntimamente ligadas. Sabemos, por ejemplo, que, al igual que la protagonista de algunas de sus obras, ella misma fue una adolescente francesa viviendo en una colonia que enfrentó serios inconvenientes económicos en su familia. Sus textos sevuelven confesión y denuncia al tiempo que fundan una escritura donde no es posible distinguir realidad de ficción. Pareciera que la memoria sugiere, no confirma, pero con una fuerza arrolladora. Duras explora la importancia del papel de la memoria en la reconstrucción de los hechos y la intensidad en los vaivenes emocionales, sin esquivar el dolor.

 

 

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RETRATO DE MARGUERITE DURAS. ELLA MISMA DICE EN UNA ENTREVISTA QUE SU ROSTRO OJEROSO PREFIGURÓ UNA VIDA LLENA DE EXCESOS.

 

En 1984, año de publicación de El amante, la autora ya tiene setenta años.Es decir que tres décadas después vuelve sobre lo que le sucedió a los quince. Son interesantes las diferencias entre ambos textos, en principio el cambio de la tercera a la primera persona (aunque variable, ya que la narradora habla de sí misma como si fuera otra en los momentos de encuentro amoroso, lo que habilita una nueva duplicación que continúa a su vez la de los textos) y luego que la segunda versión es mucho más experimental, más inconexa, más abstracta. Todo llega como en un paquete, no es una narración lineal sino que avanza mediante verdaderos golpes de sentido, muchas veces a partir de los detalles con que se describen las sensacionesque se experimentaban en la vida en la colonia en esos años.

 

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PORTADA DE VARIAS EDICIONES DE EL AMANTE.

 

 El amante vuelve a ese pasado en Indochina, a esa atmósfera de pobreza y soledad que vivió Duras con su madre viuda y sus hermanos. Esta familia europea se queda sin nada, por lo que los niños son testigos del paulatino enloquecimiento de la madre luego de que perdiera todo lo que poseían en un mal negocio inmobiliario. En este contexto, una adolescente de 15 años se mezcla con un hombre de 27 y encuentra, en esa relación de prostitución, una forma de ayudar económicamente a su familia. El caso constituye un escándalofundamentalmente porque él es oriental y ella francesa. La vergüenza, el malestar ante la cuestión del origen del dinero están presentes, por ejemplo cuando él invita a comer a todala familia de ella y ninguno le dirige la palabra. La relación, de aproximadamente año y medio de duración, termina con el viaje y establecimiento de la joven en Francia.

 Marguerite Duras narra lo que significa ser mujer y francesa en una colonia del sudeste asiático. Indochina asoma como un lugar donde las diferencias, en principio geográficas (los encuentros de los amantes transcurren en el barrio chino de Saigón) y luego respecto de las formas de vida, que se traducen en prohibiciones respecto del contactoentre personas, están muy marcadas. En un contexto de temor al mestizaje, señalado como síntoma de degeneración de la raza, el cuerpo (sobre todo de las mujeres) se constituye en escenario de disciplinamiento sobre el cual se ejerce un gran control, sobre todo en lo referido a la vida sexual. El agua (el gran río Mekong por el que ella parte a visitar a su amante o el Océano Pacífico) simboliza, por el contrario, una fuerza a la vez liberadora y devoradora que representa el peligro, pero al mismo tiempo la posibilidad de cambio.

Karen Ruddy explica que el imaginario francés coloca a Indochina como un lugar mítico, especialmente ligado a lo erótico. La autora recuerda a Edward Said ­-autor palestino amigo de Mahmud Darwish- quien, en Orientalismo, sienta las bases para pensar que Oriente en realidad no existe, sino que se trata de una construcción basada en la concepción dualista que percibe y construye un supuesto Oriente en contraposición a un supuesto Occidente. Indochina, a medio camino entre la India y China, lugares con muchísima historia, se visualiza desde Europa como un lugar distante en el tiempo más que en el espacio. Duras construye una Saigón y tiene una visión sobre el Oriente en general que sigue este discurso dominante en la época que lo coloca en el lugar del exceso, de la exuberancia y del placer sin límites.

 Pero las fantasías de los amantes, quiénes participan y cómo son cuestiones determinadas históricamente por el modo en que el colonialismo francéspermitía que se dieran las relaciones entre los cuerpos. Hay determinadas subjetividades disponibles, que determinan hacia dónde puede estar dirigido el deseo de una mujer francesa en la Indochina de principios de siglo. Es que la posibilidad de desear tiene que ver con el poder, no se puede desear lo mismo ni de la misma manera que las personas de otra raza, género o posición social. La mujer emigrante era muy importante en las colonias en función de legitimar un grupo de personas como poseedores de derechos distintos al resto, una supuesta raza pura que no tuviera en cuenta los hijos extramatrimoniales que los europeos engendraban con las mujeres nativas. Ser blanco significaba sobre todo vivir de determinada manera, y, si esta diferencia desaparecía, corrían peligro esos privilegios. Por esa razón la distancia en las formas de vida, en el acceso a los recursos, debe explicitarse todo el tiempo, de modo que termine por naturalizarse.

 Duras nunca supeditó su literatura a un mensaje que le daría su razón de ser a la actividad artística, sin embargo logra tensionar y poner en cuestión las relaciones de poder entre los personajes de acuerdo al género y a la posición social de cada uno.De esta forma deja ver, por ejemplo, cómo el imperialismo, así como se adueña de la tierra, también dicta qué hacer sobre el cuerpo de las mujeres.Tanto la raza como el género los son grandes ordenadores sociales que determinan las jerarquías, los roles y los deseos de cada quien, por lo cual entre ellos guardan relaciones muy estrechas. Respecto de esta biopolítica, en términos foucaultianos, son elocuentes la cantidad de personajes femeninos ligados a la pobreza, siendo el caso más extremo la pordiosera de El vicecónsul.

 Sin embargo, la niña no es la víctima del asiático sino que por el contrario lo busca, lo pone en el lugar del objeto. Un uso que luego va a multiplicarse en las tantas veces que la autora escriba sobre él, personaje privilegiado de su literatura. Se supone que los nativos deben ser receptivos de lo francés, pasivos frente a los colonos. Es que antes que nada es el espacio el que está feminizado. Los colonos vienen a nombrar las cosas como si no tuvieran nombre, a excavar para explicar la historia como si nadie pudiese narrarla. Esto se tematiza en El amante, por ejemplo, donde los personajes principales no tienen nombre.

 Hay un juego entre el silencio y esa exposición autobiográfica que desnuda completamente parte de su vida. Como si lo que se dice fuera para aludir a lo que no se dice. Fuera de los límites de los que la sociedad considera que debería hacer una chica para el imaginario de su época, Duras fue comunista, alcohólica y tuvo muchos amantes. En su obra las identidades están puestas en duda, empezando por la suya propia, en un gesto claramente literario, que construye conscientemente una figura de autor. Las suyas no solo son reflexiones sobre el amor sino también y fundamentalmente sobre literatura.Pero este gesto al mismo tiempo también se vuelve relevante para el pensamiento poscolonial, ya que reconoce el exotismo en el propio cuerpo, en la materialidad de su lengua, como constitutivo de la propia identidad.

 

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