La “solución final”
V. La Segunda Guerra Mundial y el Holocausto
Las interpretaciones sobre quiénes, cómo, y en qué contexto se hizo posible la concreción del Holocausto dieron lugar al debate entre dos principales corrientes: intencionalistas y estructuralistas.
La corriente intencionalista, entre cuyos representantes figuran los historiadores Karl Dietrich Bracher y Klaus Hildebrand, se apoya básicamente en el reconocimiento de que Hitler, desde el comienzo de su carrera política, basó sus decisiones en determinadas obsesiones ideológicas que no dudó en llevar a la práctica hasta su muerte. Los principios básicos de esa ideología eran la conquista de “espacio vital” para el pueblo alemán, que condujo a la guerra, y el antisemitismo, que llevó al genocidio. Si la voluntad del Führer se plasmó en un programa de gobierno, según los intencionalistas, fue porque Hitler llegó a erigirse como dictador fuerte con un control casi absoluto sobre las decisiones del Estado nazi. Desde esta perspectiva, el nazismo (hitlerismo) pasaba a ser un caso único en lugar de ubicarse como una experiencia singular en el seno del fascismo.
Los funcionalistas, entre los que
figuran Martin Broszat y Hans Mommsen, descartan que la ideología de un jefe
carismático sea capaz de explicar cabalmente el Estado nazi, y subrayan la
importancia decisiva de una adecuada comprensión de las estructuras y el
funcionamiento de ese Estado y de las presiones a las que estuvo sometido.
Según los funcionalistas, el Tercer Reich no era en absoluto monolítico,
existían centros de decisión independientes y competitivos sobre los que el
líder máximo ejercía un control muy imperfecto. En definitiva, un sistema
“policrático” encabezado por un “dictador débil”. Por otra parte, las ideas del
Führer eran demasiado abstractas para que de ellas pudiera deducirse de modo
directo cualquier plan de acción concreto, y solo funcionaban como
orientaciones generales. Desde esta perspectiva, no existió un plan previo que
incluyera la eliminación física de los judíos europeos. Este programa se impuso
como resultado de una dinámica en la que la competencia entre los distintos
aparatos del Estado y dirigentes nazis, junto con el curso de la guerra que se
prolongó en el tiempo, radicalizaron las acciones represivas sobre los judíos:
primero se buscó expulsarlos, luego se los aisló en campos de concentración y
finalmente se los asesinó.