FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

ISBN 957 950 34 0658 8

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Georges Eugène Sorel

III. Fascismo y nazismo

Sorel

Nació en Francia en 1847 y murió en 1922. Estudio en la École Polytechnique de París y trabajó como ingeniero en jefe en el Departamento de Trabajos Públicos. Participó del lado de los dreyfusianos durante el caso Dreyfus.

Autor de Reflexiones sobre la violenciaLas ilusiones del progreso y Materiales de una teoría del proletariado, reaccionó contra el determinismo económico del marxismo vulgar y sostuvo que el socialismo era una cuestión moral”. Confirió un papel central a la lucha de clases: la clave para el cambio de sistema residía en saber movilizar al proletariado en la guerra contra el orden burgués. Para concretar esta empresa, Sorel reconoció en el “mito social” los símbolos capaces de poner en juego los sentimientos e instintos colectivos requeridos para suscitar energías siempre nuevas en la lucha en pos de un nuevo mundo.

Como el mito del apocalipsis para los primeros cristianos, el mito de la huelga general revolucionaria sería para el proletariado una imagen movilizadora y fuente de energías. Con fervor análogo al de las órdenes religiosas del pasado, los sindicatos revolucionarios, armados del mito, se lanzarían a la lucha contra el orden burgués. Así, según Sorel, a la mentalidad racionalista que el socialismo reformista compartía con el liberalismo era preciso oponer la mentalidad mítica, incluso religiosa. Distinguió positivamente el pesimismo de los griegos y de los primeros cristianos, porque solo el pesimismo suscita las grandes fuerzas históricas, las grandes virtudes humanas: heroísmo, ascetismo, espíritu de sacrificio. Concibió la violencia como un medio de regenerar la civilización, ya que la lucha y la guerra por causas altruistas permitirían al hombre alcanzar lo sublime.

Sorel condenó la organización de partidos: no tenía confianza en sus posibilidades revolucionarias. Creía factible que el partido revolucionario se aburguesara en aquellos casos en que adoptara la vía reformista, pero también temía que cuando se produjese una revolución prematura, el partido fuese la base de apoyo de una nueva clase dominante. Por eso prefería centrar la lucha del proletariado en los sindicatos, que por su naturaleza estaban más permanentemente ligados a los intereses de la clase obrera. Esto a pesar de que ya eran bastante evidentes las tendencias moderadas de las dirigencias gremiales. La diferencia, a su juicio, estribaba en que a la larga los sindicatos no podían menos que reflejar más de cerca la mentalidad y los intereses de sus bases. Con este bagaje mental, sectores del socialismo italiano se separaron en 1908 del Partido Socialista, en esa época dominado por su corriente moderada.

Sorel, como casi todos los teóricos marxistas de su tiempo, consideraba necesario que el capitalismo se desarrollara a fondo antes de que una revolución de sesgo socialista tuviera éxito. Sostenía que la mejor manera de hacer crecer al capitalismo era dejar que se desataran las fuerzas del mercado, sin preocuparse por la existencia de redes de contención logradas a través de reformas sociales. Estas solo servían para atemperar las demandas revolucionarias de las clases populares. El resultado del crecimiento capitalista salvaje” sería la polarización social y su inevitable secuela, la revolución. En el marco de un elevado desarrollo económico, la revolución daría paso a la abolición del Estado.

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