FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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III. Fascismo y nazismo

Los fascistas desde el llano al gobierno


Después de los esfuerzos de guerra, parte de la sociedad italiana sintió que había perdido la paz. Italia se unió a la Entente luego de firmar el tratado de Londres con Gran Bretaña y Francia en abril de 1915, a través del cual se comprometió a declarar la guerra a Austria mediante “justas compensaciones” que incluían Istra, Trieste, parte de Dalmacia y de las islas, la frontera de Brennero y territorios coloniales. Aunque en Versalles las fronteras italianas se extendieron, no todas las aspiraciones de Roma se vieron satisfechas, y el ministro Orlando abandonó la conferencia disgustado.

Los nacionalistas más radicalizados recurrieron a la fuerza para expresar su rechazo a la “victoria mutilada”. El poeta Gabriel D'Annunzio, al frente de los legionarios, ocupó la ciudad de Fiume (septiembre de 1919-diciembre de 1920), que al margen de los reclamos de Italia había sido incluida en la recién creada Yugoslavia. La expedición de D'Annunzio fue un golpe de fuerza que creó un peligrosísimo precedente. Los legionarios, con la complicidad de las autoridades militares, demostraron que a través de una movilización bien organizada era factible colocar al gobierno en una encrucijada. El movimiento concitó la adhesión de los nacionalistas y de los antiliberales que proponían la transformación radical del orden social, al que calificaban de injusto y decadente. En Fiume, D'Annunzio inventó buena parte de los símbolos que luego haría suyos el fascismo: el saludo romano, los uniformes, los gritos rituales.

La decisión de ingresar en la Primera Guerra mundial había sido tomada por el rey Víctor Manuel III y la camarilla que lo rodeaba sin tener en cuenta al parlamento ni a la opinión pública y sin considerar la falta de preparación militar de las fuerzas armadas. En Italia, la “unión sagrada” no alcanzó los niveles de adhesión que logró en otros países. Al regresar del frente, los excombatientes no recibieron el reconocimiento agradecido de sus compatriotas y, al mismo tiempo, en el marco de la crisis y la agitación social, les resultó muy difícil reincorporarse a una vida normal. Los excombatientes se sintieron defraudados y encontraron en el fascismo una respuesta a sus ansiedades, y básicamente una organización que les ofrecía la posibilidad de canalizar los sentimientos y las energías gestadas en el frente de batalla.

El fascismo nació oficialmente el 23 de marzo de 1919, en el mitin convocado por Benito Mussolini en un local de la plaza San Sepolcro, de Milán, al que asistieron muy pocas personas y donde se crearon los fascios de combate (Fasci italiani di combattimento). Estos aunaron la retórica del nacionalismo con la del sindicalismo revolucionario y fueron apoyados por las fuerzas de choque (arditi); por los sindicalistas revolucionarios y por los futuristas, una de las expresiones de la vanguardia artística.fuente El manifiesto-programa aprobado en la reunión reivindicaba el espíritu “revolucionario” de la nueva organización. La declaración de 1919 era antimonárquica, anticlerical, y reconocía demandas del movimiento obrero.fuente

Benito Mussolini ingresó muy joven al Partido Socialista, abocándose plenamente al periodismo y la política. En su formación tuvo una fuerte influencia Georges Sorel, el teórico del sindicalismo revolucionario.nota

Después de cumplir el servicio militar entre 1905 y 1907, desarrolló en Trento su actividad como periodista y agitador sindical, y fue expulsado de la localidad por la policía austríaca. En los años previos a la Primera Guerra Mundial se hizo cargo en Milán del diario socialista Avanti, desde donde enunció los principios del pacificismo: “Abajo la guerra, La guerra es la gran traición”. Sin embargo, al estallar el conflicto pasó rápidamente a un neutralismo militante para terminar asumiendo un belicismo total: la propaganda antibélica era obra de los “bellacos, los curas, los jesuitas, los burgueses y los monárquicos”. En virtud de este giro fue expulsado del Partido Socialista y en noviembre de 1914 fundó en Milán el diario Il Popolo D'Italia. Como otros intervencionistas de izquierda, Mussolini concibió la guerra como una forma de acción extrema y revolucionaria en la que se jugaba el destino del mundo, e Italia no podía quedar al margen permaneciendo neutral. En agosto de 1915 partió como voluntario al frente, donde cayó herido en febrero de 1917. Al salir del hospital retomó la dirección del Il Popolo D'Italia.


Benito Musolini









BENITO MUSSOLINI (1883-1945)










La crisis económica y política generó el terreno propicio para que el fascismo prosperara. La gran industria había tenido un fuerte crecimiento durante la guerra, beneficiada por las compras del Estado y la ausencia de competencia. Con la paz, se restringió la posibilidad de colocar sus productos y se puso en evidencia que sus precios eran poco competitivos en el mercado internacional. Para las grandes empresas metalúrgicas como Ilva y Ansaldo, la de automóviles Fiat o la de neumáticos Pirelli, se restringieron los cuantiosos beneficios. La destrucción causada por la guerra y la subida de los precios arruinaron a gran parte de los pequeños propietarios, a quienes dependían de un sueldo y a los ahorristas. Los pequeños burgueses percibieron que su posición era más difícil y débil que la del proletariado, que contaba con sus organizaciones sindicales para defender su salario de la inflación. La agitación obrera alcanzó su máxima expresión en el llamado bienio rosso (1919-1920). Los obreros del norte protagonizaron una oleada de huelgas, en las que, bajo la conducción de los comunistas, intentaron, sin éxito, tomar el control de las fábricas. El primer ministro Giovanni Giolitti optó por no recurrir a la fuerza y esperar a que el movimiento llegara a su fin por agotamiento, como efectivamente ocurrió. Sin embargo, su actitud fue percibida como falta de firmeza para enfrentar al radicalismo revolucionario y causó hondo resentimiento en los industriales, así como en una clase media temerosa del caos social. La propuesta de los fascistas de liquidar el peligro rojo con el uso de la fuerza fue acogida con beneplácito, o pasivamente, por gran parte de la sociedad.

La intensa agitación social y la reforma del sistema electoral antes de la guerra fueron de la mano con el avance de los dos principales partidos de masas, el Socialista y el Popular, creado por el sacerdote Luigi Sturzo en 1919. En las elecciones legislativas de noviembre de 1919, los liberales perdieron la posibilidad de seguir controlando las Cámaras. Sobre un total de 500 escaños el Partido Socialista obtuvo 156, el triple que en las anteriores elecciones, y el Partido Popular 100. Este último incluía desde sinceros democratacristianos hasta conservadores, unidos por el ideal católico y por la hostilidad hacia los liberales anticlericales que desde la unidad italiana habían monopolizado el poder. Los socialistas, que contaban con el apoyo de la Confederación General del Trabajo, obtuvieron sus mayores triunfos entre los obreros de los grandes centros industriales como Milán, Turín y Génova, y entre los trabajadores agrícolas del valle del Po. Ambos se hallaban muy divididos internamente. Ni los católicos ni los socialistas eran aliados confiables para la dirigencia liberal, pero ni socialistas ni católicos estaban dispuestos a colaborar con los liberales. La inestabilidad de los gobiernos se profundizó significativamente. Desde el final de la guerra hasta la designación de Mussolini como primer ministro, en 1922, hubo cinco jefes de gobierno: Vittorio Orlando, Saverio Nitti, Giovanni Giolitti, Ivanoe Bonomi y Luigi Facta.

Al ascenso del fascismo, que fue evidente a partir de 1920, contribuyeron dos hechos: la intervención violenta en el ámbito rural del norte de los escuadristas, dirigidos por los ras locales –Dino Grandi en Bolonia, Roberto Farinacci en Cremona, Italo Balbo en Ferrara– y el espacio político que el primer ministro Giolitti concedió a Mussolini a través de la alianza electoral de 1921.

El movimiento escuadrista, que se extendió bajo forma de expediciones punitivas de gran violencia contra las organizaciones socialistas, fue lo que hizo del fascismo un movimiento de masas y le granjeó el apoyo de la mayor parte de los propietarios rurales, especialmente del campesinado medio. Los peones que trabajaban en sus fincas y estaban organizados por los socialistas tenían una fuerte capacidad para defender sus salarios. Los sectores medios rurales del valle del Po, afectados por la baja de los precios agrarios, recibieron agradecidos las acciones de castigo de los escuadristas contra municipios y cooperativas socialistas. La oleada de violencia contó con el visto bueno de la policía, y en varias ocasiones con su colaboración activa.

El episodio decisivo tuvo lugar en Bolonia el 21 de noviembre de 1920. Al calor de los incidentes que se produjeron en el acto de toma de posesión de los cargos en el ayuntamiento por la nueva mayoría socialista, los fascistas sembraron el terror primero en la ciudad y luego en toda la provincia de Emilia, de fuerte tradición socialista. La investigación parlamentaria dio a luz dos dictámenes. El de la mayoría no socialista reclamó la imparcialidad de los poderes públicos y adjudicó la violencia fascista a los excesos de la izquierda. El de la minoría socialista declaró que el gobierno no doblegaría al fascismo porque este era un instrumento eficaz para preservar la explotación del proletariado. Sin embargo, según esta versión, el fascismo estaba condenado al fracaso porque la lucha de clases conducía a la derrota de la burguesía.

El experimentado Giolitti contribuyó decisivamente al afianzamiento de los fascistas. Para contrarrestar el peso de los legisladores socialistas y populares se alió con Mussolini. En las elecciones de mayo de 1921 el fascismo obtuvo 35 bancas de las poco más de 100 que le correspondieron a la lista liberal. Los populares obtuvieron 107, los socialistas oficiales 120 y los comunistas 15. Lo más importante fue que el Duce ganó respetabilidad política y los fascistas dejaron de estar en la periferia de la escena política. Como contrapartida, Mussolini, a pesar del disgusto de sus huestes, no se opuso al envío de las tropas que pusieron fin a la ocupación de Fiume. D’Annunzio capituló y se retiró de la vida política: su experimento había sido excesivamente radical para gozar del apoyo de los grandes intereses. Con su disposición a negociar, el líder fascista demostró ser más confiable.

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