FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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I. La Revolución Rusa

La oleada revolucionaria

Una vez en el poder, los bolcheviques promovieron la unidad de las fuerzas socialistas que reconocían el carácter revolucionario de su accionar y las convocaron a abandonar la Segunda Internacional. En marzo de 1919, Lenin inauguró en Moscú el congreso que aprobó la creación de la Tercera Internacional -también conocida como Comintern–, invocando a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, los líderes del comunismo alemán asesinados ese año. La Comintern elevó al partido bolchevique a la categoría de modelo a imitar por todos los partidos comunistas del mundo y reconoció a la dictadura del proletariado como el único camino hacia el socialismo: las promesas de la democracia eran solo un falso espejismo para preservar la dominación de la burguesía. fuente

Entre 1920 y 1921 se crearon importantes partidos comunistas en Alemania, Francia e Italia, y también hubo partidos comunistas de masas en Bulgaria y Checoslovaquia. En el resto de Europa, los partidos comunistas fueron marginales. La mayor parte de los dirigentes de los partidos socialistas tomaron distancia de los bolcheviques y permanecieron en las filas de la Segunda Internacional. No obstante, en casi todos estos partidos, parte de sus militantes, los más jóvenes, los más decididos a entregar su vida a la causa de la revolución, crearon nuevos partidos comunistas. La división del campo socialista tuvo un profundo impacto en el rumbo político del período de entreguerras, y efectos permanentes en el siglo XX.

La existencia de la Tercera Internacional se prolongó hasta 1943 cuando fue disuelta por Stalin para afianzar su alianza con las democracias de Estados Unidos y Gran Bretaña en la guerra contra la Alemania nazi. Hasta 1921 se alentó la posibilidad de la revolución, aunque ya con fuertes reservas en el tercer cónclave.

En este primer período, la esperanza de que el capitalismo finalmente sucumbiría estuvo alentada por la ola de huelgas y de insurrecciones que recorrió el continente europeo en los años 1917-1923. Los sacrificios que impuso la guerra fueron tan intensos y prolongados que antes de que dejaran de tronar los cañones la resistencia de las bases quebró el consenso patriótico. El principal indicador del descontento obrero fue el creciente número de huelgas, a pesar de la acción represiva de los gobiernos. Esta vasta movilización (Gran Bretaña, Francia, Alemania, Austria, Hungría, Italia) se desencadenó antes de que los bolcheviques tomaran el gobierno.

Después de la Revolución Rusa, en noviembre de 1918, en los imperios del centro europeo la movilización de las bases derribó a la dinastía de los Hohenzollern en Alemania y a la de los Habsburgo en el Imperio austrohúngaro. En Italia, entre 1918 y 1920, el movimiento obrero dio muestras de una fuerte combatividad. En el industrializado Turín, los obreros formaron consejos de fábrica encabezados por comunistas y ocuparon las empresas para tomar las riendas de la producción. En Hungría, Bela Kun proclamó la República Soviética a su regreso de Rusia en marzo de 1919. La oleada de protestas llegó a Estados Unidos a través de las huelgas de los metalúrgicos, mineros y ferroviarios en 1919.

Básicamente, la atención del mundo, y especialmente de los que anhelaban la revolución, estuvo pendiente del rumbo de Alemania a partir de la caída del imperio. Como ya había ocurrido en Rusia en 1917, los motines de soldados y marinos y las movilizaciones de los obreros en las ciudades desembocaron en la creación de consejos obreros y de soldados. En Munich, la capital del Estado de Baviera, se proclamó la república antes que en Berlín. Con la caída de Luis III, el primer monarca depuesto por la revolución alemana, el gobierno quedó en manos del Consejo de Obreros y Soldados y Campesinos bajo la dirección de Kurt Eisner, presidente del Partido Socialdemócrata Independiente.

El 9 de noviembre, la revolución llegó a Berlín. Ante la efervescencia del pueblo en las calles, Guillermo II renunció para refugiarse en Holanda y el primer ministro dejó su cargo al dirigente socialdemócrata Friedrich Ebert. Se proclamó la república y el gobierno quedó en manos del Consejo de Comisarios del Pueblo, integrado por tres representantes del Partido Socialdemócrata y otros tres del Partido Socialdemócrata Independiente. En pos de la restauración del orden, Ebert pidió ayuda a los ciudadanos: todos debían colaborar con la reactivación de la producción, la falta de alimentos representaba "la miseria para todos".

El espartaquista Liebknecht, en cambio, llamó a profundizar la revolución: el poder debía pasar a los consejos de obreros y soldados para que Alemania, aliada con la Rusia bolchevique, llevase el socialismo al mundo entero. El Primer Congreso de los Consejos de Obreros y Soldados de Alemania, que sesionó entre 16 y 21 de diciembre, reconoció la autoridad del Consejo de Comisarios y aprobó el llamado a elecciones para formar la Asamblea Constituyente. Después de su fracaso en este ámbito, los espartaquistas crearon el Partido Comunista Alemán, encabezado por Luxemburgo y Liebknecht.

En la primera quincena de enero de 1919, en un intento de capitalizar el descontento social, los comunistas propiciaron un levantamiento armado en Berlín para tomar el poder. Fueron violentamente reprimidos por el gobierno socialdemócrata. El ministro de Defensa Gustav Noske aceptó que alguien debía ser el sanguinario y decidió asumir su responsabilidad. Entre el 5 y el 13 de enero, las calles de Berlín fueron un campo de batalla. Dos días después, Luxemburgo y Liebknecht fueron detenidos y asesinados por oficiales del ejército. El cuerpo de Rosa, arrojado a un canal, recién fue hallado el 31 de mayo.

COMBATIENTES ESPATAQUISTAS






COMBATIENTES ESPARTAQUISTAS EN BERLÍN, 1919













En Europa, la movilización social y política fue intensa hasta 1921 y la última acción se produjo en Alemania: la fracasada insurrección de los comunistas en 1923, pero no hubo una revolución que siguiera los pasos del Octubre rojo. La crisis social de posguerra, en lugar de fortalecer a la izquierda, posibilitó la emergencia del fascismo.


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