FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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IV. La experiencia soviética de la guerra civil a la Segunda Guerra Mundial

La Tercera Internacional


En marzo de 1919, Lenin inauguró en Moscú el Congreso que aprobó la constitución de la Tercera Internacional. En su opinión, el destino del régimen soviético dependía de la revolución mundial y, en especial, del triunfo de los comunistas en Alemania.

Desde 1919 hasta 1935 se llevaron a cabo siete congresos, en los que se fijaron los criterios a los que tendrían que ajustar sus políticas todos los partidos comunistas en sus respectivos países. A través de las líneas de acción aprobadas, que se ajustaron básicamente a las directivas del Partido Comunista soviético, la Tercera Internacional impuso un rumbo zigzagueante a las acciones del movimiento comunista. La línea de la Internacional osciló entre la puesta en marcha de la revolución y la búsqueda de alianzas con otras fuerzas políticas y sindicales. Cada una de estas estrategias se presentó asociada al diagnóstico sobre la marcha del capitalismo. Cuando la Internacional promovió el accionar revolucionario, argumentó que la crisis del capitalismo y la intensificación de la lucha de clases ofrecían un terreno propicio para el avance del comunismo. Cuando lo desactivó, adujo que la estabilización del sistema capitalista y el reflujo de la combatividad de las masas abrían un período de tregua. Teniendo en cuenta estos virajes en la trayectoria de la Internacional, se reconocen cuatro períodos. En el primero (los tres primeros congresos entre 1919 y 1921), se alentó la posibilidad de la revolución, aunque ya con fuertes reservas en el tercer cónclave. En el segundo momento (IV y V Congresos, entre 1922 y 1924), se reconoció una etapa de estabilización, ya que no existía una situación “inmediatamente” revolucionaria. En el tercero (el VI Congreso, en 1928), se dio por concluida la estabilización con el anuncio de una grave crisis económica y sus inevitables consecuencias: la destrucción del sistema capitalista y el desarrollo de la ofensiva socialista. Sobre la base de este diagnóstico, los partidos comunistas debieron asumir la confrontación con la socialdemocracia, ya que esta fue definida como una de las opciones de la burguesía para controlar la energía revolucionaria del proletariado. En ese momento se subestimó el terror fascista. Fue definido como la respuesta esgrimida por la burguesía frente a la radicalización de las masas que no le permitía seguir sosteniendo la vía del reformismo socialista, y que, en virtud del avance del proletariado, sería un fenómeno pasajero. Bajo el capitalismo monopólico, según esta interpretación, el fascismo no era más que la “última” forma política de la dictadura burguesa, seguida necesaria e inmediatamente por la dictadura del proletariado. En el mismo momento en que Hitler avanzaba hacia el poder, las directivas de la Tercera Internacional negaron la posibilidad de la unidad de la izquierda alemana.

El último viraje del Comintern se produjo en su  VII congreso celebrado en 1935, que impulsó la formación de frentes populares para frenar el avance del fascismo. Este cambio de orientación acompañó el acercamiento entre los gobiernos de Francia y de la Unión Soviética frente a la decisión de Hitler de reflotar el poder militar de Alemania y revisar el tratado de Versalles.


“LA URSS ES EL CENTRO DEL SOCIALISMO INTERNACIONAL”







“LA URSS ES EL CENTRO DEL SOCIALISMO INTERNACIONAL”.







(ESTE AFICHE ES UNO DE LOS VEINTE PÓSTERS CREADOS POR EL GRUPO LA BRIGADA DE LOS ARTISTAS, PUBLICADOS EN MOSCÚ EN 1933. EN ÉL SE DESTACAN, EN UN POTENTE FOTOMONTAJE, LOS LOGROS Y OBJETIVOS SOBRESALIENTES DEL PLAN DE STALIN PARA LA RÁPIDA EXPANSIÓN DE LA INDUSTRIA, LA COLECTIVIZACIÓN DE LA AGRICULTURA Y LOS AVANCES EN EL PLANO CULTURAL)



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