FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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III. Fascismo y nazismo

Radicalización del fascismo


La crisis económica mundial también en Italia dio paso al aumento de la desocupación, aunque no en forma tan dramática como en otros países, por ejemplo Alemania. Los nuevos desafíos condujeron a que el régimen se definiera decididamente a favor de la autarquía. En el ámbito agrario esta tendencia se puso en marcha a través de la “batalla del trigo”, que multiplicó por dos la producción de este cereal mediante el aprovechamiento de zonas pantanosas, pero también dedicando al trigo tierras que antes se utilizaban para olivos, ganado o frutales con un rendimiento mucho más elevado.

En 1933 se aprobó la creación del Instituto para la Reconstrucción Italiana (IRI), que hizo del Estado el principal inversor industrial. El iri nacionalizó, mediante la compra de acciones, muchas de las grandes empresas industriales al borde de la quiebra. En 1939 este organismo controlaba tres de las grandes siderurgias del país, algunos de los mejores astilleros, la telefónica, la distribución de la gasolina, las principales empresas de electricidad, las más importantes líneas marítimas y las incipientes líneas aéreas. Las industrias de tejidos, automóviles y productos químicos permanecieron –casi en su totalidad– en manos de los empresarios.

Como resultado de la depresión, los industriales no podían alegar que el sector privado de la economía era autosuficiente y tuvieron que aceptar la expansión de una economía combinada, en la que las empresas públicas y privadas se entrelazaban. Por su parte, la dirigencia fascista utilizó su creciente poder económico para concretar sus objetivos políticos. El iri quedó habilitado a controlar las empresas de propiedad privada siempre que fuese en interés de la “defensa nacional, la autarquía y la expansión del Imperio”.

Finalmente, en 1934 fueron creadas las corporaciones, sin incluir las propuestas de los fascistas radicales que pretendían abolir la propiedad privada para asignar al nuevo organismo la plena responsabilidad de la producción y liquidar así el conflicto histórico entre interés público y privado. Los industriales lograron que solo tuvieran funciones consultivas y que las negociaciones laborales quedasen en el ámbito privado. En el marco de la crisis había un aspecto de las corporaciones que atraía a los grandes propietarios: la cooperación entre los diferentes sectores de la producción para restringir la competencia y asegurar la posición de quienes ya estaban instalados. También aceptaron el dirigismo estatal porque necesitaban la ayuda de los fondos públicos para salvar a las empresas privadas de la bancarrota.

En el escenario internacional, la Italia fascista inicialmente se posicionó junto a Gran Bretaña y Francia, y jugó un papel estabilizador. Dado el protagonismo que alcanzaría el nazismo, se suele olvidar que, en sus inicios, el fascismo italiano ejerció una enorme atracción entre los nacionalsocialistas y que, en su momento de gloria, Mussolini observó a Hitler como un personaje de segundo orden. Fue la ocupación de Etiopía por las tropas italianas en 1935 la que dio un drástico giro a esta situación. Cuando Roma fue sancionada por la Sociedad de Naciones, aunque de modo tibio e ineficaz, a raíz de la queja elevada por el emperador etíope Haile Selassie, Mussolini estrechó sus lazos con Hitler. Hasta ese momento había frenado el avance de los alemanes hacia Austria y manifestado su preocupación por el rearme del Tercer Reich. El giro no dejó de generar temores entre los grupos dominantes.

Mussolini haciendo su entrada en Addis Abeba





MUSSOLINI HACIENDO SU ENTRADA EN ADDIS ABEBA








EN EL MARCO DE LA EXPANSIÓN IMPERIALISTA, LOS ITALIANOS HABÍAN FRACASADO EN EL INTENTO DE DOMINAR ETIOPÍA


Todas las medidas más importantes de la política exterior italiana –la guerra contra Etiopía, la constitución del Eje Berlín-Roma, la intervención en la Guerra Civil española y el ingreso en la Segunda Guerra Mundial– fueron aprobadas por Mussolini y sus consejeros más próximos. Aunque los industriales no intervinieron directamente, se beneficiaron con la política de rearme y de expansión territorial. No obstante, los preocupaban las repercusiones del nuevo rumbo: la desvinculación comercial de las potencias occidentales, la creciente intervención del gobierno en sus actividades y, sobre todo, temían al poder económico de la industria alemana. Después de la anexión de Austria aprobada por Hitler en 1938, Alemania se apropió de materias primas que antes habían ido a Italia, y colocó a los exportadores alemanes en una situación privilegiada. Con el nuevo aliado, Italia podía quedar relegada al papel de productora agrícola.

Cuando Mussolini entró en la Segunda Guerra, recién en 1940, lo hizo impulsado por su afán de gloria y creyendo que el triunfo del Eje posibilitaría la creación de un imperio italiano con base en los Balcanes y África del norte. 

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