FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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El panorama europeo


Más allá de las bondades que transformaron al modernismo hispanoamericano en el eje estético hasta la llegada de las vanguardias más relevantes, la época conocida como Belle Époque tuvo asimismo una importancia embrional en la vida intelectual anterior a la Primera Guerra, desde que en los años iniciales del siglo xx surgen en Europa incipientes movimientos vanguardistas que sin producir obras notorias ni promover escritores en el primer plano internacional, tuvieron de cualquier forma su peso proyectivo en lo que serán más tarde el dadaísmo y el surrealismo, o alcanzaron en mutaciones y expresiones posteriores –en el período de entreguerras– sus mejores momentos.

En concreto, hablamos del futurismo, el expresionismo y el cubismo literario. Se podrían seguramente rescatar otros ismos, pero en todo caso interesa tener en cuenta que en el curso de las primeras décadas del siglo se incubaron los cambios fuertes que se operarían a partir de 1916. Nunca deja de ser arbitraria la forma en que se organiza la historia literaria.

Al futurismo justamente le debemos la noción de vanguardia, concepto de procedencia militar que fue aplicado en el terreno estético a partir de entonces. De fuerte influencia y rápida circulación por Europa, multidisciplinario y marcadamente programático, el futurismo se erigió como el primer movimiento en apostar por los avances tecnológicos. Lejos de recluirse en la subjetividad del creador, asimiló el progreso técnico y buscó integrarlo a las creaciones. La tecnología ha hecho del hombre un ser veloz, y se trata de poner la conciencia y el espíritu a la altura de las circunstancias, salirse del quietismo, el intimismo y la pasividad decadentes de fines del siglo xix. “…el futurismo se apoya en una civilización que existe, es real y concreta, y que además, avanza, avanza, peligrosamente, hacia las políticas de poder, las guerras y los crímenes en masa. (…) El futurismo redescubre, para la sensibilidad, el mundo exterior. Redescubre el espacio material que no atraviesan los pensamientos sino los aviones”, explica Raúl Gustavo Aguirre en su libro Las poéticas del siglo xx. Es Filippo Tommaso Marinetti su principal figura, mentor e ideólogo, quien publica en Le Figaro de París el 20 de febrero de 1909 el primer manifiesto futurista. En su mirada se ensalzarán el principio de acción, el maquinismo, la actividad, el nacionalismo, la guerra; esto es, su propuesta atribuye carga positiva a muchos de aquellos valores que habían puesto en crisis a Occidente y que eclosionarán años más tarde en un conflicto mundial. Acaso no haya prodigado grandes obras, pero el ideario futurista sacó los pies del plato y, a su manera, anticipó en sus observaciones el colapso posterior, además de nutrir con violencia y desparpajo el ideario de algunas vanguardias europeas.

 

futurismo literario

 

 

 

 

 

 

 

FUTURISMO LITERARIO

 

 

 

 

 

 

 

 

Si el hecho de abarcar un ramillete de artes habla por sí solo de la pertinencia y anclaje de una corriente estética con su tiempo, es indudable que en el expresionismo encontró desarrollo una pulsión latente de comienzos de siglo, que a diferencia del futurismo detectó los horrores que se cernían sobre la humanidad y los anunció artísticamente. La intervención de la subjetividad ya no se orienta a representar el mundo, sino a abstraerlo, a reformularlo, y a sumar así una creación nueva a la realidad. Si bien el expresionismo ha sido identificado en razón de la calidad de sus producciones y de sus teorizadores (Kandinsky, Klee) con las artes plásticas, la primera poesía de Gottfried Benn (1886-1956) y muy especialmente la obra de Georg Trakl (1887-1914) son quizás los puntos altos de esta corriente estética, atravesada por un nihilismo casi corporal y con pretensiones metafísicas.

También el cubismo se destacó en el terreno de la pintura (Picasso, Braque), pero en este caso la figura de Guillaume Apollinaire (1880-1918) se vuelve insoslayable. Además de oficiar como portavoz del estilo en su libro Los pintores cubistas, de 1911, donde plantea la superación del realismo, ese mismo año publica su poemario El bestiario o el cortejo de Orfeo, y dos años después Alcoholes: el rechazo por el realismo, la yuxtaposición de imágenes y el fragmentarismo, el humor, la confidencialidad coloquialista y el desinterés por priorizar lo temático forman el catálogo de su vademécum estético. Y, claro, la extraordinaria libertad tipográfica, que le ha consagrado un lugar propio en la historia literaria, con poemas que despliegan figuras visuales y semejan objetos (llamados ideogramas), o varían el cuerpo de las letras, o modifican la organización tradicional de los versos. En sus célebres Caligramas (1918) llevó al extremo este afán innovador, que convirtió su nombre en sinónimo de la mejor poesía visual.

 

 

CALIGRAMA DE GUILLAUME APOLLINAIRE

 

 





CALIGRAMA DE GUILLAUME APOLLINAIRE

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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