Arquitectura en Buenos Aires
La cultura arquitectónica que se respiraba en Buenos Aires fue muy rica. Por un lado, la notable difusión de bibliografía y la posibilidad que tuvieron unos cuantos arquitectos de concluir sus estudios en París resultaron en un conocimiento extenso y sincrónico de la tradición Beaux-Arts. El academicismo regía no solamente en el ámbito de la arquitectura sino también en la decoración, el paisajismo y el urbanismo. La habilidad de los profesionales locales y extranjeros consistió en interpretar el gusto francófilo de la elite, que a partir de la década de 1890 se hizo muy patente. Por otro lado, la complejidad del eclecticismo se acentuó en Buenos Aires porque las variables arquitectónicas no eran solo de tipo histórico, sino fundamentalmente de carácter geográfico, con modelos y referencias de todas las regiones europeas. Tratar de identificar las fuentes de inspiración es una tarea muy difícil. Lo interesante de esta tendencia arquitectónica mundial es que en la Argentina todas esas formas no pretendían invocar ningún pasado, sino que expresaban una voluntad y un proyecto de futuro: llegar a ser Europa. Están cargadas de modernidad, porque promueven e incorporan el progreso, y provocan una fuerte ruptura con el pasado colonial. Finalmente, la Primera Guerra Mundial no implicó trauma alguno para Buenos Aires (a diferencia de las ciudades europeas) y aseguró la continuidad del eclecticismo, definitivamente institucionalizado, y en el que ya se mezclan tendencias historicistas, modernistas y vanguardistas. Esta vigencia y esta continuidad se prolongarán hasta bien entrados los años cuarenta, y en este punto no hubo una situación equivalente en ningún otro país.
SALA PRINCIPAL DEL TEATRO COLÓN (1908)
