FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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La mirada de los viajeros

La mirada de los viajeros

Varias personalidades europeas arribaron a Buenos Aires a comienzos de 1910, invitados a participar de los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo. Todos ellos dejaron sus impresiones por escrito. El periodista francés Jules Huret arribó a Buenos Aires consciente de su ignorancia sobre esta región del mundo en la que esperaba hallar “cocodrilos, animales feroces, carreras de caballos salvajes en la inmensa pampa, soledades, bueyes y revoluciones”. Grande fue su sorpresa al poner un pie en el puerto de Buenos Aires y constatar que no experimentaba “ninguna de esas sensaciones de exotismo que nos hacen calcular las distancias y precisan en nosotros la noción de lo lejano”. El periodista español Enrique Gómez Carrillo no pudo resistirse al hechizo que desprendían las grandes tiendas como A la Ciudad de Londres o Gath y Chaves (Harrod’s, que adquiriría resonancias míticas, no abrió sus puertas hasta 1914). El político y ex jefe de Gobierno (1906) francés Georges Clemenceau, por su rango, tuvo la posibilidad de penetrar en el “aristocrático” círculo de la alta sociedad porteña:

“Yo no dejé de sentir la sorpresa general –que observé después en los que desembarcaban– ante aquella ciudad enorme, ante aquella inmensa incógnita que desde hace veinte años crece en silencio sin que sus hermanas latinas tengan a bien notarlo. Aquel vasto puerto, con sus muelles amplios, y limpios como los de un puerto alemán, atestados de navíos en tres y cuatro filas; el orden del desembarco; la cortesía de los funcionarios; la amplitud y comodidad de los locales de la Aduana; los automóviles lujosos que os conducen a los hoteles a través de las grandes arterias centrales; el movimiento de las calles en que radica el alto comercio, el de aquella calle Florida, demasiado estrecha, con sus almacenes parisienses; el tránsito de las calles próximas, 25 de Mayo, Bartolomé Mitre y Reconquista; las grandes oficinas y los animados Bancos, que ostentan rótulos con letras de porcelana blanca y os hacen transportaros con la imaginación al centro de la cité de Londres o de Hamburgo; todo esto, visto rápidamente o en conjunto, constituye la gran ciudad europea, mezcla de las capitales y metrópolis comerciales de Europa”.

Huret, Jules, De Buenos Aires al Gran Chaco (Volumen I), Buenos Aires, Hyspamérica, 1988.



DESEMBARCO





DESEMBARCO DE INMIGRANTES EN EL PUERTO DE BUENOS AIRES (1909)

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“Para prolongar el encanto de la hora me dejo guiar por mi amigo y penetro en una tienda que, desde fuera, no me ha parecido sino enorme. ¡Cuál no es mi sorpresa al hallarme de pronto trasladado a la verdadera capital de las elegancias! ¿Es el Printemps, con sus mil empleadas gentiles y su perpetuo frou-frou de sedas ajadas por manos aristocráticas?... ¿Es el Louvre y su interminable exposición de objetos preciosos?... ¿Son las galerías de Lafayette, con sus enjambres gorjeantes de muchachas bonitas que se prueban los sombreros más excéntricos con la mayor naturalidad?... Es todo eso junto; es el alcázar de los ensueños femeninos: es el antro en que las brujas han amontonado lo que hace palpitar el alma de Margarita; es, en una palabra, el palacio de las tentaciones. […] No es la dulzura desinteresada que proporciona un museo, en efecto, lo que en lugares cual este se nota. Es el temible, el imperioso, el tiránico deseo. ¿Cómo resistir a todo lo que así atrae? En las tiendas, en general, los objetos no aparecen ante la compradora sino a través de los cristales de las vidrieras... Aquí, lo más raro y lo más caro, lo más frágil, lo más exquisito, lo más vaporoso, los encajes, las gasas, los velos, las cintas, las pieles, todo lo que constituye el adorno del ícono femenino está al alcance de las manos. Y las manos, las pálidas manos, nerviosas, se acercan, tocan, digo, no, acarician, lo que la coquetería codicia, y poco a poco, al contacto de lo que es tibio y suave, una embriaguez verdadera aduéñase del ánimo mujeril”.

Gómez Carrillo, Enrique, El encanto de Buenos Aires, Madrid, Editorial Mundo Latino, 1921.



TIENDA GATH







TIENDA GATH Y CHAVES (1908)

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“El nombre [del Jockey Club] basta para denunciar la pretensión aristocrática de la institución, que no por eso ha prestado menos eminentes servicios a la cría de animales, tanto de ganado vacuno como caballar. La instalación suntuosa carece de esa simplicidad bien apropiada de la que hacen gala los ingleses. Aunque la decoración haya sido tomada de Europa, el arreglo es completamente americano. El excelente confort reina en todas las partes del palacio, donde se ha querido que el lujo no tenga la modestia de disimularse. Servicio de mesa impecablemente parisién. Hermosos salones de conversación en los que la luz está hábilmente distribuida. Una gran rotonda imperio que es la parte más interesante del edificio, pero que, como el mismo Napoleón, falta de moderación. Austera biblioteca, gabinetes de trabajo y reuniones, etcétera.

Para explicar tanto dinero amontonado y hasta arrojado por las ventanas, es preciso saber que todos los ingresos de los hipódromos –salvo un ligero descuento de la administración– vienen del Jockey Club que los emplea con toda libertad. De aquí la gran fortuna de la institución que acaba de comprar en el más hermoso barrio de Buenos Aires, para la construcción de un palacio aún más grandioso, un terreno que no ha costado menos de 7 millones”.

Clemenceau, Georges, La Argentina del Centenario, Unqui, 1999.


JOCKEY







EDIFICIO DEL JOCKEY CLUB SOBRE LA CALLE FLORIDA (POSTAL)































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