FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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El exilio chileno: el destierro de la música

III. La imposición y crisis del neoliberalismo en el Tercer Mundo

 

El exilio masivo de opositores o personas sospechadas de participar de actividades consideradas “subversivas”, fue una de las consecuencias de las políticas represivas de las dictaduras del Cono Sur. El caso de Chile es uno de los más significativos. Se calcula que alrededor de cuatrocientos mil chilenos vivieron exiliados en distintos países durante la dictadura de Augusto Pinochet. Pero no sólo el número de exiliados resulta relevante en el caso de Chile. La experiencia del destierro estuvo atravesada por una intensa producción artística, que hizo trascender la obra de numerosos músicos y escritores.

 El caso de la música chilena es particularmente relevante debido a que resulta significativa del impacto del exilio en la producción cultural latinoamericana.

 

Desde la década del sesenta se estaba desarrollando en Chile una actividad importante en torno de “las peñas”, desde donde saldría un estilo de música particular, que más tarde sería denominado “Nueva Canción Chilena” (NCCH). Ésta era el resultado de la influencia de Violeta Parra y otros intérpretes, que habían realizado una búsqueda de melodías e inspiración entre las poblaciones campesinas, lo cual había alimentado una producción musical folklórica novedosa, que estaba acompañada por un fuerte contenido político-social en sus letras. En torno de la “Peña de los Parra” y de otras, como la de la Federación de Estudiantes (FEUT), se irían reuniendo grupos como Quilapayún e Inti Illimani y compositores e intérpretes como Patricio Manns, Osvaldo Rodríguez, Víctor Jara y los hijos de Violeta, Ángel e Isabel Parra, entre otros. La experiencia de la Unidad Popular impactó fuertemente en la producción musical, al punto que algunas canciones surgidas en ese contexto resultaron formas de transmitir los contenidos de algunas políticas impulsadas por el gobierno socialista. Por caso, los contenidos del disco Canto al Programa (1970), una obra del grupo Inti Illimani, son ilustrativos del nivel de compromiso con la experiencia de la UP y del valor asignado a la música como un canal de transmisión de mensajes. Las búsquedas artísticas resultaban indisociables de una perspectiva clara acerca del contexto social que motivaba la producción. La obra intercala relatos en verso y canciones con contenidos explicativos del programa de gobierno, como la “Tonada y sajuriana de las tareas sociales”:

 

Será el Estado quien pague
la pensión de los enfermos
por eso los hospitales
gratis serán para el pueblo.

Cuando les den la receta
no tienen porqué asustarse
con las tabletas baratas
no habrá miedo de enfermarse.

 

El último tema del disco es “Venceremos”, de Iturra y Ortega, que llegó a ser un “himno” de la Unidad Popular:

 

Campesinos, soldados, mineros,
la mujer de la patria también,
estudiantes, empleados y obreros,
cumpliremos con nuestro deber.

Sembraremos las tierras de gloria,
socialista será el porvenir,
todos juntos haremos la historia,
a cumplir, a cumplir, a cumplir.

 

Venceremos, venceremos,
mil cadenas habrá que romper,
venceremos, venceremos,
la miseria sabremos vencer.

 

El exilio forzado produjo un fuerte impacto en la producción musical. Para los músicos chilenos exiliados, el mensaje que contenía la NCCH había dejado de ser para los chilenos, debido a la censura, y debía adaptarse a las necesidades que implicaba acercarse al público de otros países. En el caso de los artistas chilenos, el principal destino fue Europa, aunque resulta necesario señalar que México fue el destino de muchos otros perseguidos en el continente.

 

El hecho de que numerosos artistas de la NCCH y de otras corrientes de la canción latinoamericana compartieran el exilio en Europa, intensificó los contactos y produjo un movimiento que vitalizó la denuncia y la expectativa de derrotar el autoritarismo. La recepción que este movimiento de solidaridad tuvo entre los europeos resultó un incentivo a la producción y presentación de la música latinoamericana. A esto se sumaba la fuerte identificación que los músicos tenían con un público que los asociaba con la generación de los 60. Esto estaba relacionado con una “moda” de la música andina durante esa década, que había tenido como epicentro la ciudad de París, lugar de prolongadas estadías de Atahualpa Yupanqui y Violeta Parra. Cuando los músicos chilenos “desembarcaron” en Europa, existía ya un interés por la música folklórica latinoamericana. Incluso podría decirse que los músicos de la NCCH arribaron a un territorio desde donde habían recibido, paradójicamente, la influencia de la música latinoamericana. El cancionero de la música popular latinoamericana quedó asociado con una práctica de militancia, lo cual resignificó la música folklórica tradicional. Incluso podría afirmarse que la experiencia de exilio resultó fundamental para un momento de construcción de una identidad “político cultural” de “lo latinoamericano”, que se gestó en Europa. Allí confluyeron músicos y escritores argentinos, brasileros, chilenos, paraguayos y uruguayos, entre otras nacionalidades. Algunos destacados artistas y escritores exiliados fueron Augusto Roa Bastos, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Juan Gelman, Alfredo Zitarroza, Mercedes Sosa, Osvaldo Bayer, Noé Jitrik y David Viñas, entre otros.

 Con el fin de las dictaduras y el comienzo de las transiciones hacia regímenes democráticos, muchos de los artistas exiliados pudieron retornar a sus países. El grupo chileno Inti Illimani dejó impresa en la letra de la canción “Vuelvo”, la experiencia del retorno en 1988, luego de quince años de exilio en Europa:

 

 Con cenizas, con desgarros, 
con nuestra altiva impaciencia, 
con una honesta conciencia, 

 con enfado, con sospecha,
con activa certidumbre
pongo el pie en mi país,
y en lugar de sollozar,
de moler mi pena al viento,
abro el ojo y su mirar
y contengo el descontento.

Vuelvo hermoso, vuelvo tierno,
vuelvo con mi espera dura,
vuelvo con mis armaduras,
con mi espada, mi desvelo,
mi tajante desconsuelo,
mi presagio, mi dulzura.
Vuelvo con mi amor espeso,
vuelvo en alma y vuelvo en hueso
a encontrar la patria pura
al fin del último beso.

Vuelvo al fin sin humillarme,
sin pedir perdón ni olvido.
Nunca el hombre está vencido:
su derrota es siempre breve,
un estímulo que mueve
la vocación de su guerra,
pues la raza que destierra
y la raza que recibe
le dirán al fin que él vive
dolores de toda tierra.

Vuelvo hermoso, vuelvo tierno,
vuelvo con mi espera dura,
vuelvo con mis armaduras,
con mi espada, mi desvelo,
mi tajante desconsuelo,
mi presagio, mi dulzura.
Vuelvo con mi amor espeso,
vuelvo en alma y vuelvo en hueso
a encontrar la patria pura
al fin del último beso.

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