II. El derrumbe del bloque soviético
Caos económico y fractura de los reformistas en la URSS
En la segunda mitad de 1989, en la URSS los indicadores económicos no dejaban lugar a dudas: la perestroika se encontraba en estado de emergencia. En este contexto ganaron terreno los argumentos que ensalzaban las virtudes del mercado presentándolo como la panacea que permitiría superar el caos económico. Según este enfoque, sólo se requería la voluntad política de liberar los precios y suprimir los controles burocráticos. Gorbachov rechazó este giro y siguió apoyando un rumbo cauteloso que, en medio de la crisis, tuvo escaso eco en la población. Yeltsin, por su parte, optó por el cambio radical y simultáneamente afianzó su poder en la Federación Rusa, la república que tenía el 72% del territorio y el 52% de la población total de la URSS.
BORIS YELTSIN (1931-2007)
En el plano económico se declaró a favor de la liberación de los precios y la propiedad privada, y en el político hizo campaña para recortar las atribuciones del PCUS e impulsar el multipartidismo.
En marzo de 1990 el Congreso de Diputados del Pueblo aprobó una nueva Constitución cargada de ambigüedades: creó el cargo de presidente para fortalecer a Gorbachov, avanzó hacia el reconocimiento de la propiedad privada, y propuso limitar el monopolio del PCUS sin aceptar el pluralismo político. Tras esta medida siguieron las elecciones de los soviets locales y supremos de las repúblicas, que significaron una dura prueba para los candidatos del partido gobernante.
Aunque los partidos políticos seguían ausentes, estos comicios asumieron un sesgo más democrático debido a la presentación de listas de candidatos con programas y plataformas ideológicas dispares. A esto se sumó el hecho de que, a diferencia de las elecciones del Congreso, no hubo escaños reservados para la votación indirecta. En siete repúblicas el poder pasó a manos de fuerzas de distinto signo que compitieron con las listas comunistas. En la Federación Rusa, los candidatos de Rusia Democrática –otrora el Grupo Interregional en el Congreso del Pueblo– ganaron en las grandes ciudades. Yeltsin fue electo diputado por Sverdlovsk, su región natal, con el 84,4% de los votos. A fines de mayo, por escaso margen de votos, alcanzó la presidencia del Soviet Supremo de Rusia. Su triunfo fue clave debido a su decisión de imponer la soberanía de las autoridades rusas sobre el gobierno de la URSS encabezado por Gorbachov. En junio de 1990 el Soviet Supremo ruso declaró que las leyes de esta república tenían prioridad sobre las leyes soviéticas.
Los comunistas de la vieja guardia resolvieron frenar el ascenso de Yeltsin reconstituyendo el partido Comunista de la Federación Rusa, disuelto por Stalin en 1925 para poder incorporar a sus militantes al PCUS. A partir de esta medida, Rusia pasó a ser la única república soviética sin una organización partidaria propia. En 1990, el partido Comunista ruso salió en defensa del unipartidismo y se opuso a la despolitización de las fuerzas armadas impulsada por Yeltsin.
En el 28º Congreso del Partido, celebrado a mediados de 1990, Gorbachov quedó entre dos fuegos cruzados: los conservadores lo criticaron con dureza y expulsaron del Comité Central a uno de sus colaboradores, y el grupo encabezado por Yeltsin le pidió que abandonara el partido, ante la negativa de Gorbachov se retiró del recinto. Los reformistas radicales dejaron de ser una fracción rival en el seno del partido gobernante para convertirse en una fuerza política opositora. Yeltsin comenzó a rivalizar abiertamente con Gorbachov por el control del poder. El gobierno de Rusia entró en una guerra de decretos con el gobierno de la URSS, reclamando el control de las reservas bancarias, los diamantes, el oro y otros minerales estratégicos en su territorio. Gorbachov recurrió al veto presidencial para evitar que las maniobras rusas lo convirtieran en jefe de un Estado soviético nominal.
En septiembre 1990 los dos dirigentes acordaron una tregua para consensuar medidas de emergencia frente al caos económico. El Plan Shatalin de los 500 días contemplaba la privatización de las empresas estatales y las granjas colectivas, la liberalización de los precios, la reforma del sistema bancario para la creación de líneas de crédito privado, y la conversión del rublo. Como los revolucionarios de principios del siglo XX, volvieron a caer en la utopía de que la voluntad política era condición necesaria y suficiente para salvar la brecha entre los datos del mundo material y las metas propuestas. Los novatos economistas soviéticos que apostaban a la panacea del libre mercado fueron alentados y asesorados por los neoliberales de Occidente, que a fin de cuentas eran economistas tan fundamentalistas como sus pares soviéticos.
Gorbachov descartó el Plan Shatalin y optó por una alternativa de centro que no fijaba plazos concretos para las reformas y sustituía la liberación de los precios por un incremento aprobado por el gobierno, descartando asimismo la privatización acelerada. Este proyecto fue aprobado por el Soviet Supremo de la URSS en octubre de 1990, mientras las autoridades rusas ponían en marcha el Plan de los 500 días.