FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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El valle de la libertad

III. Los años dorados en el capitalismo central


Artículo publicado en el diario español El País, 15 agosto de 2010

“En octubre de 1944, 4000 guerrilleros invadieron el Valle de Arán para liberar a España de Franco. Fue el hecho de armas más importante tras la Guerra Civil. Fracasó y se silenció.

[…] alrededor de cuatro mil hombres armados entraron en el valle por todos los lugares posibles, pero, sobre todo, por su puerta natural, Pont de Rei, la cómoda conexión con Francia que sigue el curso del río Garona. Habían salido de España al final de la Guerra Civil y combatido durante años en la Resistencia francesa. Muchos habían entrado en París con el general Leclerc y muchos más soñaban con entrar en Madrid. El Partido Comunista los convocó en Foix y Toulouse –la capital simbólica del destierro español–, formaron un ejército bajo las siglas de la Unión Nacional Española y llamaron a la operación Reconquista de España. […]

La historia y la geografía parecían de su parte. Cuatro meses antes, el 6 de junio, los aliados habían desembarcado en Normandía. Era el momento de que la liberación cruzase los Pirineos. Solo había que conseguir que los hechos consumados ayudaran a vencer las reticencias de las potencias internacionales. Se trataba de que el débil Gobierno republicano en el exilio se hiciera fuerte en el interior. Los adalides de la democracia tendrían difícil ignorar a un presidente legítimo instalado en su propio país. Ese presidente sería Juan Negrín, y la capital provisional, Viella, el centro político del valle. Habría que controlar la Bonaigua y el primitivo túnel de Viella, un estrecho agujero de cinco kilómetros de largo y todavía en obras. El invierno haría el resto. La nieve cerraría al ejército franquista los pasos menores y el tiempo correría a favor de la guerrilla. Entre tanto, la población se uniría a los libertadores y los aliados no tendrían más remedio que aportar a la República la ayuda que le habían negado entre 1936 y 1939. En el escudo del Valle de Arán hay una llave, y no es por casualidad. […]

Cuando la ofensiva principal, en su ruta hacia Viella, alcanzó Es Bordes, encontró la resistencia del destacamento militar acuartelado en el pueblo. La iglesia conserva todavía los impactos de bala en la fachada. En la puerta de su casa, a unos metros, Antonio Déo recuerda hoy los combates entre los guerrilleros y los soldados parapetados en la torre. Él tenía 12 años y su padre era el alcalde, conocía bien a los militares: Ahí, dice señalando una vivienda cercana, cayó una bomba incendiaria. Ardieron dos casas más. Hubo resistencia, pero los soldados eran 100, y los maquis, casi 5000. Es difícil encontrar en el Valle de Arán a alguien que quiera contar sus recuerdos de la invasión. Eso sí, los que deciden bucear en sus recuerdos terminan relatando su vida. Aquí hubo unos 15 muertos en total, dice Déo, que sería concejal del pueblo a partir de 1968: Antes había 500 habitantes, ahora no deben de pasar de los 120. Vivíamos de las vacas. Y de lo que se cultivaba. Ahora los que quedan trabajan fuera. Por eso el pueblo se queda desierto hasta la noche.

Algunos de los muertos de los que habla Antonio Déo están enterrados a doscientos metros escasos de la plaza del pueblo, en un cementerio con vistas increíbles al río Joue, que aflora en una cascada de película, 10 kilómetros más arriba, después de nacer en el Aneto. En una pared del camposanto hay una lápida que señala una fosa adornada con flores de tela. Lleva la fecha del comienzo de la invasión y una leyenda: Los antiguos guerrilleros FFI [Fuerzas Francesas de Interior] a sus camaradas muertos en combate por la libertad. Debajo, una tira de mármol nuevo ha añadido otra frase: Y a los no identificados.

En el valle, las tumbas son el único recuerdo del hecho de armas más importante ocurrido en territorio español desde la Guerra Civil. […].


foto diario fuente














[…] la historiadora Elisa Ros, que recuerda que para muchos araneses la invasión de 1944 sigue siendo un tabú: La gente se encerró en sus casas y no quiso saber nada. Estaba cansada de la Guerra Civil y lo vieron como una vuelta a empezar. Hubo dos muertos civiles en un momento de descontrol, pero en general no hubo muchos atropellos. La consigna de respetar a la población surgió del empeño de Juan Blázquez Arroyo, que tenía 30 años entonces. Su nombre de guerra era César, y su graduación, general de División del Ejército francés. Elisa Ros muestra en un catálogo el carné que le extendió la seguridad francesa: domiciliado en Toulouse, ojos y pelo negro, 1,75 metros de altura; rasgos particulares: le falta un dedo.

El general César había nacido en Bossòst y fue elegido alcalde de su pueblo en 1936. Era militar de carrera y había estudiado Derecho y Filología. En 1937 pasó al frente, y dos años más tarde, al exilio. Después de dirigir en Toulouse el Centro de Albergue de Intelectuales españoles refugiados, con la invasión alemana se unió a la Resistencia tratando de organizar a sus compatriotas. Fue uno de los fundadores de la Unión Nacional Española y terminó pasando por dos campos de internamiento. Evadido, volvió a la lucha. Los aliados le condecoraron diez veces. El Gobierno francés, con la Legión de Honor.

Blázquez Arroyo, César, fue el jefe de información de la Operación Reconquista de España. Dice Elisa Ros que, desde el principio, el militar era consciente de que la acción era inviable, pero que ante la insistencia de sus superiores aconsejó la entrada por el Valle de Arán. Era el lugar que menos riesgos comportaba y más fácil hacía la posible retirada. […]

Pese a los desvelos del antiguo alcalde, en la gente pesó más el miedo que las promesas de libertad. Pocos se unieron a los guerrilleros. Muchos trataron de ayudar a sus vecinos guardias civiles. […]

Después de un momento de sorpresa que, según el relato de su propio hermana, llegó a sacar a Franco de sus casillas, los refuerzos del Ejército franquista llegaron a la Bonaigua antes que los republicanos, los contuvieron a las puertas de Viella y se hicieron con el control de las obras del túnel. En poco tiempo se desplegaron en el valle 50.000 efectivos. Solo quedaba Pont de Rei, la puerta de salida. Todo terminó el 27 de octubre, nueve días después de haber comenzado. Santiago Carrillo, alto cargo del buró político del PCE, se reunió en Bossòst con el coronel Tovar y dio la orden de retirada. A la mañana siguiente, los guerrilleros regresaron a Francia mientras a sus espaldas se iba cerrando la frontera y, de paso, los libros de historia. El episodio se convirtió en un párrafo desleído en los apéndices de algunos estudios sobre la Guerra Civil […]”.


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