FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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La Revolución del 52 desde el testimonio de Domitila

V. El tercer mundo


“La revolución del 52 fue un gran acontecimiento en la historia de Bolivia. Fue realmente una conquista popular. Pero ¿qué pasó? Que el pueblo, la clase obrera, los campesinos, no estábamos preparados para tomar el poder. Y entonces, como nosotros no sabíamos de leyes, no sabíamos nada de cómo se gobierna un país, tuvimos que entregar el poder a la gente de la pequeña burguesía que decía ser amiga nuestra y estar en acuerdo con nuestras ideas. Tuvimos que entregar a un doctor, que era Víctor Paz Estenssoro, y a otros tipos, el gobierno de nuestro país. Pero ellos inmediatamente formaron una nueva burguesía, hicieron enriquecer a nueva gente. Y aquella gente empezó a deshacer la revolución. Y nosotros, los obreros y campesinos, vivimos en condiciones peores que antes. Esto pasó porque siempre fuimos educados en esa idea de que solamente aquella persona que tiene estudios, que tiene comodidades y ha ido a la universidad es la que puede gobernar a un país. Y por ese problema de que no nos educan y nos menosprecian a los del pueblo, no estábamos preparados para tomar el poder nosotros, a pesar que la revolución, sí, la hicimos nosotros. Y esa gente pequeñoburguesa que le metimos al poder y en la cual depositamos nuestra confianza, traicionó todo lo que pensábamos hacer. Por ejemplo, se decía que las minas iban a ser del pueblo, que el campesino iba a tener la tierra. Se hizo la reforma agraria, es cierto; se nacionalizaron las minas, también es cierto. Pero, en realidad, hasta ahora, ni somos dueños nosotros de las minas, ni los campesinos son dueños de la tierra. Todo ha sido traicionado, porque el poder lo dejamos en manos de gente codiciosa. Eso nos ha llevado a la conclusión de que es necesario prepararnos para llegar al poder, nosotros del pueblo. ¿Por qué vamos a permitir que unos cuantos se beneficien de todos los recursos que hay en Bolivia y nosotros nos quedemos eternamente trabajando como bestias, sin tener aspiraciones mayores, sin poder prever mejor futuro para nuestros hijos? ¿Cómo no vamos querer aspirar a mejores cosas si lo que enriquece a nuestro país es producto de nuestro sacrificio? Por eso yo pienso que si nosotros vamos a hacer una revolución en el futuro, nuestro gobierno tendrá que ser de nuestra extracción, tendrá que ser obrero, tendrá que ser campesino. Solo así vamos a tener la garantía de estar en el poder nosotros. Porque solo aquellos que han sabido lo que es perforar una peña, solo aquellos que han sabido lo que es trabajar y ganar con el sudor de su frente el pan de cada día, van a poder hacer leyes para controlar y guardar la felicidad de toda esa gran mayoría que somos hoy los explotados. Con la experiencia y el conocimiento que he adquirido, ahora comprendo cómo el MNR no fue lo que mi papá siempre ha deseado. Yo recuerdo, por ejemplo, que cuando nacionalizaron las minas, él estaba feliz. Pero decía que no se debía indemnizar a los “barones del estaño”. Y protestaba fuerte e insistía con las personas que se reunían en nuestra vivienda: “¿Cómo les vamos a indemnizar?”. Y decía que no se debía hacer eso. Mi papá pensaba que dormíamos mientras él discutía con los compañeros, pero yo muchas veces me quedaba despierta y escuchaba lo que ellos hablaban, pero no comprendía de qué se trataba. Entonces, un día le pregunté: “Papá, ¿qué es eso de indemnizar? ¿Y por qué no estás vos de acuerdo en indemnizar?”. Entonces, como yo era todavía una niña y no entendía de política, mi papi trató de explicarme la cosa a través de un cuento. “Supongamos –me dijo él– que yo te comprara una muñeca hermosa o uno de esos títeres que pueden hablar y andar. Con esa muñeca podrías hacer propaganda, ganarte la vida y esto y el otro. Pero, supongamos que tú le has prestado a un señor esa muñeca y él se la ha llevado en giras y la ha hecho trabajar bastante. Tú ya has pedido que te la devuelva porque la muñeca es tuya, has peleado con él, y nada. Más bien, ese señor te ha pegado y te ha ganado, porque él es grande y fuerte. Pero un día, después de tanto luchar, tú lo agarras y le pegas fuerte y le quitas a tu muñequita. Y tu muñequita otra vez es tuya. Pero, después de tantos años de trabajo, ya está totalmente rota, vieja. Ya no sirve tanto como cuando era nuevecita. Ahora, después que le quitaste al señor tu muñeca, ¿tú le has de pagar por lo que la ha envejecido? ¿No ves que no? Ahora bien: los 'barones del estaño' se han enriquecido con nuestra mina. Está volviendo al seno del pueblo, la mina. Pero ¿qué está pasando? Que les van a pagar, que los van a indemnizar a esos señores por los daños y perjuicios que nos han dejado ellos. Y eso es lo que yo no quiero que ocurra”. Aquella vez yo comprendí más o menos lo que quería decir mi padre. Con la formación que tengo ahora, entiendo por qué estaba él tan apenado cuando salió el decreto para la indemnización, en el 53”.

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