FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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V. El tercer mundo

Los “tigres asiáticos”

 

 

 

Aunque la mayor parte de Asia Oriental no se convirtió en colonia de Occidente, el avance de las potencias imperialistas influyó fuertemente en toda el área. Entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, Tokio aprovechó la crisis china y la creciente fragilidad de Rusia para apoderarse de Corea, Taiwán y otras islas del Pacífico. En el período de entreguerras, Japón buscó la integración con estas regiones vecinas y encaró la inversión industrial en las colonias. La existencia de recursos naturales y de mano de obra barata en los países sometidos fue el elemento clave para que Tokio pudiera afrontar el esfuerzo bélico durante la Segunda Guerra Mundial.

El milagro de los “tigres asiáticos”, evidente en los años setenta, fue resultado de la singular articulación entre procesos de larga data –como la anexión de Corea, Taiwán y otras islas del Pacífico por parte de Japón–, la competencia entre las superpotencias durante la Guerra Fría y el desafío de convertir a pequeños países sin sólidas bases de sustentación en Estados nacionales viables. Con el triunfo de Mao en China, Asia oriental pasó a ser una pieza de especial interés para Estados Unidos, temeroso de que gran parte del continente asiático cayese en manos de los comunistas. Entre 1948 y 1975, Corea recibió el equivalente de la ayuda asignada por los Estados Unidos a todos los países africanos. Se benefició –al igual que Taiwán– con los gastos militares ligados a la guerra de Vietnam, pero sobre todo con los contratos públicos en ese país, que dieron origen a grandes empresas coreanas como Hyundai y Daewoo. Washington no solo suministró ayuda militar, asistencia técnica y ayuda financiera, sino que abrió su mercado a los productos coreanos, más baratos por el bajo nivel de sus salarios en relación con los de Estados Unidos.

Estos países se caracterizaron por tener regímenes políticos autoritarios, una oligarquía terrateniente quebrada o inexistente, una elevada tasa de alfabetización, burocracias estatales de largo arraigo, muy capacitadas y eficientes, y fuertes conexiones informales y flexibles con los grandes grupos empresariales, una combinación altamente exitosa para dar el salto hacia economías productivas capaces de competir en el mercado internacional

Los tigres asiáticos siguieron el camino que había transitado el Estado desarrollista en Japón y sus experiencias marcaron el rumbo que seguirían los llamados “gansos voladores”: Tailandia, Malasia, Indonesia y, con menos éxito, Filipinas. Entre las economías de estos países existen considerables diferencias, pero todas ellas prosperaron en un contexto regional común: un área fronteriza en la Guerra Fría, donde la exitosa experiencia japonesa ejercía una poderosa atracción. Tokio quiso consolidar su propio crecimiento a través de inversiones en la región, y sus capitales contribuyeron a la exitosa difusión del “milagro” japonés.

En plena crisis de la industrializacion mercado internista, los organismos económicos internacionales y los centros de ideas estadounidenses subrayaron el acierto de las exitosas experiencias asiáticas: habían demostrado que se podía superar el subdesarrollo sometiéndose a las reglas de la competencia capitalista. Este discurso soslayó el papel protagónico de los Estados en la industrialización sustitutiva de exportaciones de bienes primarios por productos manufacturados. Cuando a fines de los años noventa la crisis sacudió brutalmente a los tigres mayores y menores, los mismos centros de poder que otrora los habían mostrado como ejemplos a seguir acusaron a los Estados “clientelistas” asiáticos de ser los principales responsables de la hecatombe. Según los neoliberales, para remontar el derrumbe era imprescindible que las burocracias corruptas e ineficientes abrieran paso a las leyes del mercado.

 

 

 

 

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