FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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VI. El 68

Mayo del 68 francés

 

El movimiento francés recibe su nombre de las revueltas que protagonizaron los estudiantes universitarios en Nanterre y París, la chispa que incendió el país con una ola de movilizaciones y disturbios de alcance nacional que desembocarían en una huelga general secundada por 9 millones de trabajadores que puso en jaque al gobierno de De Gaulle.

Mayo del 68 fue el crisol en el que se fundieron todos los síntomas del malestar que arrastraba la sociedad francesa. De una parte, la atracción de algunos sectores por las tesis tercermundistas que habían ido cristalizando desde el conflicto de Argelia y que habían encontrado su proyección en la guerra de Vietnam. De otra, el creciente distanciamiento de amplios sectores de la sociedad francesa, respecto del régimen paternalista y con fuertes ribetes autoritarios del general De Gaulle, pero también el alejamiento respecto de una izquierda tradicional, representada fundamentalmente por el Partido Ccomunista Francés, anclada en una posición donde se combinaban una retórica de la transformación social con la aceptación del estatus político y social.

Los acontecimientos de Mayo de 1968 francés pueden organizarse en tres momentos: las movilizaciones estudiantiles con que se inician; la crisis social que suponen las huelgas obreras, tanto de carácter espontáneo como las generales convocadas por los sindicatos; y la crisis política que se cierra con las elecciones legislativas del 23 de junio y dan el triunfo a la derecha con un importante retroceso de la izquierda.

En 1963 fue inaugurada, en el entonces barrio marginal de Nanterre, la Universidad de Humanidades. Nanterre era un gris conglomerado de bloques de cemento construido para descongestionar La Sorbona. Asistían unos 14.000 estudiantes franceses, pero también de otras naciones de Europa. El gobierno del autoritario general De Gaulle planea, a principos de 1968 una reforma de la enseñanza superior que acentuaría la selectividad. La mayoría de los estudiantes saben que su opinión no será consultada, también perciben como obsoleta la enseñanza que reciben y además temen la desocupación cuando concluyan sus carreras.

El 20 de marzo, una pequeña concentración convocada por el Comité Vietnam National en apoyo de la lucha que libra el Vietcong rompió con la tradición pacifista: se quemaron imágenes del presidente estadounidense Johnson y los manifestantes enfrentaron violentamente a la policía francesa. Un grupo de estudiantes de la Facultad de Letras de Nanterre dirigidos por Daniel Cohn-Bendit, 'Dany el Rojo', formó el Movimiento 22 de marzo, convocó a la movilización y aprobó un programa de reformas educativas y de exigencias políticas radicales. Se rechazó la universidad clasista, se impugnó la idea de un saber neutro y objetivo así como de su parcelización, y se alentó una confluencia con los trabajadores en la lucha.

 

 

imag 7DANIEL COHN-BENDIT EN UNA ASAMBLEA

CUANDO EL MINISTRO DE LA JUVENTUD, FRANCOIS MISOFFE, ACUDIÓ EL 8 DE ENERO DE 1968 A INAUGURAR LA PISCINA DE NANTERRE. DANIEL COHN-BENDIT, LE ACUSÓ DE PRETENDER DESVIAR LAS PREOCUPACIONES DE LOS ESTUDIANTES Y DE IGNORAR SUS EXIGENCIAS MESES ANTES LOS ESTUDIANTES SE MANIFIESTARON CONTRA EL REGLAMENTO DE LAS RESIDENCIAS UNIVERSITARIAS QUE PROHIBÍAN LA VISITA DE LOS CHICOS A LAS HABITACIONES DE LAS CHICAS.

 

El 13 de abril, un atentado realizado en Alemania contra el líder estudiantil de ese país, Rudi Dutschke –conocido como Rudi el Rojo– generó la indignación de sus compañeros franceses que se enfrentan con la policía. El 2 de Mayo, en Nanterre, el decano anunció la clausura de la facultad. La policía desalojó el lugar y practicó detenciones. Cerrada su universidad y detenidos algunos de sus dirigentes, los manifestantes se trasladaron a la Sorbona e inmediatamente fueron seguidos por la policía para impedir una asamblea de apoyo a Nanterre. La represión acabó provocando  la solidaridad espontánea de los universitarios con lo que hasta entonces sólo era una minoría militante.

En la Sorbona ocupada surgen múltiples propuestas. Una de ellas, con pretensiones de todo un programa, declara que la revolución en marcha pondrá en cuestión no sólo la sociedad capitalista sino también la civilización industrial. Con la extensión de la movilización se desarrollan formas originales de acción: mítines improvisados en la facultad, ocupación de salas para mantener debates, intervenciones en las clases o conferencias, boicot de exámenes, murales y carteles políticos en las paredes. Al mismo tiempo la revista Le Nouvel Observateur reproduce un diálogo entre el filósofo Jean Paul Sartre y Cohn-Bendit que tiene amplia repercusión pública. Las protestas se multiplican, el centro de París se llena de barricadas y en la noche del 10 de mayo la policía lanza un asalto masivo para intentar recuperar el control. Fracasa, pero en el choque muchos manifestantes fueron heridos.

El lunes 13, el primer ministro Georges Pompidou decide la reapertura de La Sorbona y mientras condena las provocaciones de algunos agitadores profesionales, dice estardispuesto a considerar las peticiones estudiantiles. Pero su reacción llega tarde y ya no satisface a nadie. Ese mismo día, una inmensa manifestación comienza en la plaza de la República, incorporándose a ella por primera vez los principales sindicatos obreros, la Confederación General del Trabajo (CGT), vinculada al Partido Ccomunista Francés, y la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), de inspiración cristiana, junto a personalidades de la izquierda que hasta ese momento se habían mantenido al margen.

A partir de ahora es la crisis social y política la que pasa a primer plano. El camino hacia la paralización de la economía y de todo tipo de actividad laboral se va abriendo paso, viéndose obligados los sindicatos obreros a reconocer -más que a convocar- una huelga general que se extiende como un reguero de pólvora a partir del 14 de mayo, con ocupaciones de facultades y de fábricas, las primeras serían las de Sud-Aviation y Rhodiaceta en Nantes, en muchas partes de Francia. Los trabajadores de la radio y la televisión pública también destacan en esta labor, denunciando la parcialidad en los medios y proclamando a partir de ahora su autonomía frente al poder, al servicio de una información honesta, completa y objetiva; los trenes y el metro también paran. Los actores ocupan el teatro del Odeón y proclaman la imaginación al poder, el festival de cine de Cannes también se ve interrumpido. La huelga se extiende a las más diversas instituciones y profesionales, muchos de ellos se adhieren a la protesta y hacen la crítica de las instituciones y del saber establecido. nota

 

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CUANDO MAYO DEL 68 COMIENZA JEAN-CLAUDE SEINE TRABAJA COMO REPORTERO PARA VIE OUVRIÈRE Y HUMANITÉ, SUS FOTOS REGISTRARON LAS HUELGAS Y LAS FÁBRICAS OCUPADAS.

 

En los días subsiguientes la situación parece incontrolable, algunas fábricas –entre ellas la Renault– comienzan a ser ocupadas por sus obreros, los alumnos secundarios se suman a la revuelta y el gaullismo gobernante aparece jaqueado por una manifestación de 40.000 personas –entre las cuales se ve a muchos trabajadores– que remonta los Campos Elíseos entonando La Internacional.

Sin embargo, ni las voces contestatarias se articularon y ni hubo condiciones para la elaboración de una estrategia clara. La propia Carta de la Sorbona se presenta difusa respecto al rumbo a seguir: Neguémonos a responder cuando nos preguntan a dónde vamos. No estamos en el poder. No tenemos por qué ser positivos ni justificar nuestros ‘excesos’. Pero si respondemos, ello significa también, y sobre todo, que queremos los medios de nuestros fines, es decir, si no el poder, al menos un poder donde toda forma de opresión y de violencia esté excluida, como fundamento de su existencia y medio de su supervivencia.

El comunismo descartó en todo momento la existencia de posibilidades revolucionarias en los acontecimientos de mayo, y estuvo más preocupado por las elecciones que tendrían lugar en junio. De igual manera, la CGT, sindicato con estrechas vinculaciones con el partido Comunista, mantuvo una postura conservadora, orientándose a sacar el máximo provecho de las movilizaciones en el campo de las reivindicaciones sindicales clásicas. Las relaciones entre los líderes estudiantiles y los grupos izquierdistas, por un lado, y la CGT y el PCF, por otro, fueron de hostilidad.

Mientras los primeros acusaban a los segundos de traicionar las posibilidades revolucionarias y contribuir a mantener el régimen de la V República, los comunistas y cegetistas acusaban a los primeros de aventurerismo y se defendían rechazando la existencia de intenciones o posibilidades revolucionarias en las movilizaciones.

La versión oficial del PCF sobre las movilizaciones de mayo y junio y su papel en ellas están recogidas en el Manifiesto por una democracia avanzada, por una Francia socialista, aprobado en la reunión del Comité Central de diciembre de 1968, En dicho documento se parte de que las huelgas y manifestaciones producidas son el primer gran enfrentamiento entre la masa de los trabajadores y el poder de los monopolios y demuestran la falsedad de las tesis que sostenían la atenuación de la lucha de clases en las sociedades capitalistas altamente desarrolladas. Considera que es la primera vez que [...] nueve millones de asalariados cesan el trabajo y ocupan las fábricas. Prosigue reconociendo que el problema de reemplazar el poder gaullista, en tanto que poder de los monopolios, se ha planteado con fuerza, y que en el curso de esas jornadas de mayo-junio la lucha de clases ha dado un considerable salto hacia delante. Esta introducción, que parece va a dar paso a la justificación de una acción revolucionaria, sin embargo va a servir para justificar todo lo contrario, pues como prosigue el informe: lo que ha faltado en mayo-junio para poner término al poder gaullista, en tanto que poder de los monopolios, es, ante todo, la existencia de un entendimiento sólido que abarcara, no solo a los partidos de izquierda sino también a las grandes organizaciones sindicales sobre la base de un programa común; es decir; la existencia de una verdadera alianza entre la clase obrera, las capas sociales progresistas y antimonopolistas de las ciudades y aldeas.

Por esto, y lo hemos demostrado combatiendo el aventurerismo, pese a los progresos considerables del movimiento de masas, la correlación de fuerzas no le permitía a la clase obrera y a sus aliados tomar el poder político en mayo último, como pretendían ciertos grupos izquierdistas irresponsables.

El 24 de mayo De Gaulle intenta retomar las riendas del poder, pero los anuncios de su discurso sobre reformas institucionales no encontraron eco alguno

No obstante, el difícil frente común de obreros y estudiantes se va quebrando, al menos por arriba: los sindicatos CGT y CFDT inician el 25 mayo las negociaciones con el Gobierno y los empresarios de unos acuerdos, los de Grenelle, que reconocen aumentos salariales y algunos derechos sindicales en las empresas. A pesar del rechazo en muchas de las asambleas de trabajadores, la actividad laboral se fue normalizando.

En las jornadas que van del 24 al 30 de mayo se esboza un movimiento unitario de sectores de  izquierda, en el que coinciden las organizaciones estudiantiles, el Partido Socialista Unificado de Michel Rocard, un sector de la CFDT y personalidades socialistas como Mendès-France e incluso Francois Mitterrand. Su propósito era crear una alternativa política común frente al gaullismo; pero, pese al éxito del mitin celebrado en Charléty el día 27 de mayo, las desconfianzas impusieron su sello y el ensayo de Gobierno unitario de la izquierda no cuajó.

El 29 de mayo se produce la famosa ausencia pública de De Gaulle. Había viajado en secreto a Baden-Baden, en Alemania, en donde se encuentra un contingente militar francés bajo el mando del general Massu, quién le confirma su lealtad. Ese mismo día, la CGT organiza una manifestación en la que priman dos peticiones: Fuera De Gaulle y Gobierno popular.

A su retorno a París, De Gaulle toma la iniciativa: anuncia la disolución del Parlamento y la convocatoria de nuevas elecciones generales, y apela a la mayoría silenciosa para que salga a la calle. Una impresionante multitud acudió la tarde del 29 de mayo a los Campos Elíseos y a fines del mes siguiente, la lista de diputados del partido gobernante se impuso ampliamente a las de la izquierda.

 

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Mayo del 68 no fue una revolución, pero transformó la sociedad francesa. Fracasó como revolución desde los cánones clásicos de la izquierda, puesto que no se produjo la sustitución radical del viejo orden político. Sin embargo, cambio pautas de comportamiento, introdujo nuevos valores. Cuestiones tales como el reconocimiento de los derechos de la mujer, la liberalización de las costumbres, la democratización de las relaciones sociales y generacionales, la destrucción del autoritarismo en la enseñanza, cristalizaron en las calles de París.

Un calificado testigo de los acontecimientos, el escritor mexicano Carlos Fuentes, describió así estas jornadas: Los franceses han descubierto que llevaban años sin dirigirse la palabra y que tenían mucho que decirse. Sin televisión y sin gasolina, sin radio y sin revistas ilustradas, se dieron cuenta de que las “diversiones” los habían realmente divertido de todo contacto humano. Durante un mes, nadie se enteró de los embarazos de la princesa Grace de Mónaco, nadie se sintió constreñido por el dictado sublimante de la publicidad a cambiar de auto, reloj o marca de cigarrillos. Renació de una manera maravillosa el arte de reunirse con otros para escuchar y hablar y reivindicar la libertad de interrogar y de poner en duda.

 

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