FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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Vivir durante las grandes purgas

IV. La experiencia soviética de la guerra civil a la Segunda Guerra Mundial


Texto de la historiadora Sheila Fitzpatrick:

“Incluso en el terror, hay rituales. Las detenciones fueron realizadas en la noche, de modo que el sonido de una parada de un coche, los pasos subiendo las escaleras a las 2 o 3 de la madrugada, y los golpes en las puertas, son recordados vívidamente por la mayoría de los memoristas. Los hombres de la NKVD llevarían a cabo una búsqueda, tal vez tomarían algunos papeles, y saldrían con a la víctima, permitiéndole que él o ella tome el paquete de ropa de abrigo que muchas familias habían preparado hace mucho tiempo para tales eventualidades.

Los recuerdos de este evento traumático varían. Una mujer escribió a Vyshinski en protesta por la descortesía de los hombres de la NKVD que llevaron a cabo una búsqueda en su casa  la noche que llegaron para llevarse a su marido –se dirigieron a ella, una pedagoga soviética, irrespetuosamente, utilizando un lenguaje vulgar.[i] Otra mujer, funcionaria de un ministerio, recordó su propio y bizarro comportamiento. Durante las cuatro horas de búsqueda en su apartamento por la NKVD antes de que se la llevaran detenida, se sentó obsesivamente para terminar sus papeles para una próxima conferencia de stajanovista:

Escribí y pegué, puse los materiales en orden, y como escribí, me parecía que nada hubiera sucedido, que iba a terminar el trabajo y entregarlo, y entonces mi [ministro] me dice: “Buena chica, no has perdido la cabeza, no le des ninguna importancia a esta confusión.” Yo misma no sabía que estaba pensando en ese momento, la inercia de trabajo, o tal vez la confusión de miedo, eran tan grandes que trabajé durante cuatro horas, precisa y efectivamente como si estuviera en mi propia oficina en el [ministerio]. El detective a cargo de la búsqueda, finalmente se quebró: “Harías mejor despidiéndote de los niños”[ii].

 Al igual que muchos comunistas convencidos, esta mujer se había negado a tomar cualquier medida para protegerse a sí misma o sus hijos, incluso después del arresto de su marido y una advertencia de un viejo camarada – ¡después de todo, ella y su marido eran inocentes!

Otra mujer comunista recordó con ironía su falta de sentido común tanto cuando su marido fue detenido como en su propia detención unos meses más tarde:

 Grishka [su marido] no tuvo tiempo ni para vestirse, y yo estaba en bata, embarazada de cuatro meses. Teníamos Mein Kampf de Hitler, y se lo llevaron. Cómo no hacerlo, era la prueba de los lazos con Hitler. Sellaron dos habitaciones, dejándome en el dormitorio... debería haberle dado cosas para que llevase con él, comida, y no pensé en ello –sólo unos pocos pañuelos, que estúpida. Ellos dijeron que no necesitaba nada. Pensé que iba a regresar pronto, después de todo, no era culpable de nada, se trataba de algún tipo de equivocación. En la noche del 5 de septiembre vinieron por mí... (sic) “¡Vístete!” Dejé a mi hijo durmiendo, que tonta que fui. Como para que telefoneara a mi hermana. ¡Bueno, qué quieres, no tuve tiempo, tenía que ir a la cárcel tan pronto como era posible![iii]Los no comunistas fueron más prácticos. La abuela de Elena Bonner había organizado todo el procedimiento:

Me vestí en silencio, pero no pudo poner las medias en mis pies; Batanya susurró para sí misma y preparó a toda prisa sus nuevos calcetines gruesos, guantes nuevos, su manta de plumón, medias nuevas, una remera, ropa interior, camisetas, y puso todos sobre la mesa. Me vestí, y cuando me puse las botas de fieltro, Batanya dijo en voz baja, pero casi en su voz habitual, “Ponte pantalones pesados y botas de agua sobre las botas.” Entonces tomé mi abrigo y mi gorro de lana del armario, pero Batanya silenciosamente quitó la tapa. “Lleva mi chal.”... Me lo puse de alguna manera. Y mi abrigo. Batanya tomó su bolso de viaje del armario, sacó su contenido, y metió las cosas que había preparado para mí. Entonces me entregó algo de dinero -cinco notas por treinta y rublos. Los iba a poner en el bolso, pero me dijo: “Ponlo en tu corpiño.”[iv]

 A menudo, los miembros no detenidos de la familia fueron desalojados a los pocos días y el apartamento sellado por la NKVD –un recordatorio visual vívido para todos los demás residentes sobre lo que había sucedido. Bonner describió esto en el Hotel Luxe:

 En el lado derecho del pasillo, había un gran precinto de color marrón rojizo en la tercera puerta del vestíbulo. Un peso colgaba de una pequeña cadena incrustada en cera.... Estos precintos sobresalían a la vista y aparecían en muchas puertas en cada piso de nuestro edificio durante el invierno de 1936-37, y especialmente en la primavera de 1937. Los precintos eran quebrados a los pocos días. Bajo la supervisión del Comandante Brant, dos o tres maletas y algunos paquetes de libros fueron retirados. Los muebles y las cosas que tenían las etiquetas de la Comintern se limpiaron. El pulidor de pisos se presentó, y en pocos días un sonriente Brant dio la bienvenida a los nuevos inquilinos.[v]

 Una vez que la detención se había producido, el trabajo de la familia era tratar de localizar donde estaba el prisionero y si podía enviársele paquetes. Había colas fuera de las oficinas que daban esta información: “Sofía Petrovna había visto muchas filas, pero nunca una como esta. La gente estaba de pie, sentado y acostado en cada escalón, cada descanso, y en cada borde de la enorme escalera de cinco pisos. No era posible subir la escalera sin pisar la mano o el estómago de alguno. En el corredor cerca de la pequeña ventana y de la puerta de la habitación N º 7, la gente estaba de pie hacinados como en un tranvía.”[vi]

El envío de paquetes era un asunto miserablemente complicado e incierto.

 No tomaron los paquetes en Lubianka. Sólo dijeron si estaba o no [en las listas]. Sólo tomaban los paquetes en las cárceles, pero no daban información acerca de si los detenidos estaban allí o no. Descubrías que la cuestión se vinculaba a los paquetes. Si lo tomaban, significa que él estaba allí. Pero si no lo tomaban, aún no quería decir que no estaba en esa prisión. Podrían estar castigándolo, privándolo del derecho a los paquetes. Pero no dirían eso. Ellos simplemente no tomaban el paquete, no explicaban nada. Y luego esperabas todo un mes hasta el próximo envío.[vii]

 Usualmente las familias no fueron informadas cuando el familiar detenido era trasladado de la cárcel a un campo de trabajo. Sin embargo, si se las arreglaban para descubrirlo, había nuevas rutinas para seguir. Sólo los familiares podían enviar paquetes a los prisioneros en el Gulag: el límite era de 10 kilogramos cada tres meses. En Leningrado, por alguna razón, estos paquetes tenían que ser enviados por correo desde una oficina postal a más de 100 kilómetros de la ciudad, lo que significaba para los familiares arduas jornadas en trenes repletos.[viii]

PRISIONERO EN EL GULAG SOVIÉTICO









PRISIONERO EN EL GULAG SOVIÉTICO










OBRA DEL UCRANIANO NICOLAI GETMAN (1917-2004). ESTUVO DETENIDO DURANTE OCHO AÑOS EN DOS GULAG, EN SIBERIA Y EN KOLIMA. EN LA WEB SE PUEDE VER SU SERIE DE DIBUJOS Y PINTURAS.

Mientras las víctimas, si todavía estaban vivas, realizaban su camino a lo largo de la “cinta transportadora” al Gulag tan vívidamente descrito por Alexander Solzhenitsyn, Eugenia Ginzburg, y otros memoristas, afuera sus familiares también luchaban por sobrevivir. Las esposas de los más importantes “enemigos”, también fueron arrestadas, y sus hijos eran enviados (con otros nombres) a orfanatos si los familiares no intervenían inmediatamente (arriesgándose)  para asumir la tutela legal. Eran menos las esposas que quedaban en libertad, pero tenían enormes dificultades para mantener sus puestos de trabajo a causa del destino de sus maridos. Pero había mujeres cuyas peticiones y favoritismo en nombre de sus esposos efectivamente funcionó: resulta revelador, el interesante caso de una abogada comunista que en el momento de la detención de su marido tenía una aventura con otro hombre y pensaba en el divorcio, pero dejó su affaire para dedicar todas sus energías – ¡exitosamente!- para sacar a su marido de la cárcel en 1937. [ix]

Los hijos de padres detenidos eran susceptibles de ser expulsado de la universidad e incluso de la escuela secundaria después de un ritual público de humillación por sus pares, en el que algunos trataron de defender a los padres. Si la madre había sido detenida al igual que el padre, algunos valientes familiares o a veces incluso antiguos sirvientes se hacían cargo de la atención del niño, a pesar del peligro que representaba para ellos. Una memorista describió la noche del arresto de su madre. Después de que ella fue arrestada a las 5 de la madrugada, los hombres NKVD quería llevar a su hermana menor (de doce años) a un orfanato, pero la niñera se resistió ferozmente y hubo una  ruidosa escena –la niñera gritando, los niños llorando. Los hombres de la NKVD finalmente dejaron a los niños con la niñera quien a pesar de su seguridad tomó la responsabilidad y obtuvo una declaración firmada de la abuela de los niños asumiendo la custodia legal.[x].

Fitzpatrick, Sheila. Everyday stalinism. Ordinary life in extraordinary times: Soviet Russsia en the 1930s, New York, Oxford University Press, 1999, Cáp. 8 “A times of troubles”. Traducción Juan Carnagui.



[i] GARF, f. 5446, op. 81a, d. 93,11. 321-23.

[ii] Ol’ga Adamova-Sliozberg, “Put’,” in Dodnes’ tiagoteet, vyp. 1: Zapiski vashei sovremennitsy (Moscú, 1989), 12.

[iii] F. E. Treivas, “My borolis’ za ideiu,” in Zbenskaia sud’ba, 91-92.

[iv] Bonner, Mothers, 207. This actually turned out to be a false alarm—only an interrogation about her parents, not an arrest.

[v] Ibid., 265.

[vi] Lydia Chukovskaya, Sofia Petrovna, trans, by Aline Worth and revised by Eliza Kellogg Klose (Evanston, 1988), 71-72. Sofia Petrovna is a fictional character, but Chukovskaia knew this scene from life, since her own husband was a victim of the Great Purges.

[vii] Shikheeva, “Semeinaia khronika,” 42.

[viii] Bonner, Mothers, 324-25.

[ix] Latvijas valsts arhiva social-politisko dokumenta nodala (LVA SPDN), f. 101, op. 15, d. 122,11. 108-9 (woman lawyer’s statement to investigator, 1952).

[x] Shikheeva, “Semeinaia khronika,” 40—41.

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