León Degrelle
V. La Segunda Guerra Mundial y el Holocausto
El belga Léon Degrelle (1906-1994) nació en el seno de una familia católica burguesa de origen francés; su padre era fabricante de cerveza, y había emigrado a Bélgica pocos años antes. Cursó sus primeros estudios en un colegio de la Compañía de Jesús y se doctoró en Derecho en la Universidad Católica de Lovaina, donde fue influido por el pensador francés Charles Maurras, y ejerció brevemente como abogado en esa ciudad.
A comienzos de los años treinta se afilió a Acción Católica y comenzó a trabajar para una pequeña editorial católica llamada Christus Rex (Cristo es rey), que publicaba un periódico homónimo. Viajó a México como corresponsal para cubrir la Guerra Cristera, que se libraba entre la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa y el gobierno mexicano que, de acuerdo a la Constitución de 1917, había impuesto restricciones a la injerencia del clero en la política y la vida pública.
A su regreso a Bélgica en 1934 fundó Les Éditions de Rex y comenzó a movilizarse en el Partido Católico belga para promover un curso de acción más militante, sin lograr sus objetivos. Al año siguiente, denunciando la “corrupción” de los partidos existentes fundó el Partido Rexista. Su programa rechazaba la injerencia de las grandes empresas y la banca en la economía y la política belgas. De la estructura de los partidos comunistas y socialistas Degrelle tomaría el ejemplo de las casas del pueblo como medio para movilizar a las masas; defendió el principio de igualdad social, aunque con el mismo énfasis verticalista que el fascismo italiano, del que también copió la organización corporativa.
El partido ganó adhesiones en la región valona. Aunque su plataforma incluía la abolición del sistema democrático y el establecimiento de una organización corporativa, el 24 de mayo de 1936 participó por primera vez en las elecciones, en las que obtuvo 21 diputados y 12 senadores (11,49 % de los votos). En 1937 mejoró su actuación, obteniendo un 19 % de los sufragios, pero el apoyo decayó en los años siguientes, y en las elecciones legislativas de abril de 1939 solo obtuvo el 4,43 % de los votos, lo que le dio 4 diputados y 4 senadores.
Degrelle se reunió en agosto de 1936 con Mussolini quien, según su testimonio, lo ayudó a “llevar acabo mi gran campaña ‘Rex o Moscú’ en el momento en que Moscú acababa de asegurarse dos bastiones poderosos, en París y Madrid. Nosotros, belgas, podíamos ser arrastrados como una brizna por el comunismo. Incluso en ese momento dado Mussolini me salvó políticamente.
Era el final de 1936 cuando una intervención directa del Duce en el Vaticano cortó en seco una condena inminente que, para mí, hubiese podido ser fatal.
Hasta el fin Mussolini fue para mí un amigo admirable y de un desinterés total.
El Duce no tenía la menor intención de una expansión a costa de Bélgica. Genio poderoso –¡quién podrá negarlo!– Mussolini no se interesaba más que por el Mediterráneo y África, donde quería instalar, de manera estable, a esa cantidad incontable de emigrantes Italianos que antes se enviaban por cientos a otros países a cubrir trabajos. Él no miraba hacia Bruselas, sino hacia Trípoli, hacia Addis Abeba, hacia Albania y el mar Egeo. Internacionalmente, la colaboración ítalo-belga no ofrecía ningún problema”.
Degrelle combatió junto a las fuerzas del Eje en la Segunda Guerra Mundial, como integrante de la Legión Valonia, una unidad extranjera adscrita a las Waffen SS. Se encontraba en Noruega al momento de la rendición del Tercer Reich y logró escapar a España, donde el régimen de Franco lo protegió durante décadas. La concesión de la nacionalidad española lo libró de ser extraditado tras el fallecimiento del Caudillo, y dedicó sus últimos años a escribir propaganda de la causa fascista.