FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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Política literaria y agrupaciones de escritores durante la NEP


En la década de 1920 se relajaron los controles sobre los escritores. Si bien se mantuvo la censura previa a la publicación, fue mucho más laxa que durante los años previos. Fue una época en la que –para simplificar la cuestión– dos grupos se disputaban el espacio literario: los “escritores proletarios”, y los “compañeros de ruta”. Los primeros eran militantes comunistas y consideraban que la cultura burguesa debía sustituirse por una nueva cultura socialista alineada con las directivas del Partido. Según esta concepción, serían los escritores proletarios los encargados de encarnar esta nueva forma de entender el arte de masas. Las producciones de vanguardia eran a menudo criticadas por “burguesas” y “subjetivistas”. Durante los veinte se produjeron enfrentamientos por ocupar el sitio de la “literatura oficial” de la Revolución, los subsidios, la publicación de libros y revistas, las organización de congresos y todos los elementos que definen la política literaria. Los “compañeros de ruta”, por otra parte, eran escritores que habían aceptado la Revolución y la habían apoyado, pero no eran necesariamente comunistas y mantenían disidencias con el nuevo gobierno.

En el plano estético, la discusión se daba, por sobre todo, entre el contenido ideológico que debía portar esta nueva literatura y las formas dentro de las que debía trabajar. Es decir, si la literatura debía ser revolucionaria en las formas, o, en todo caso, qué forma era la adecuada para una literatura revolucionaria. La mayoría de la cúpula del Partido, con Trotsky y Lenin a la cabeza, creía que la nueva literatura o el arte soviético se producirían de manera más o menos espontánea, de acuerdo con el “curso real” de las cosas y no mediante un programa preestablecido de preceptos estéticos. Además, eran partidarios de conservar a aquellos intelectuales “compañeros de ruta”. Esta manera de referirse a los escritores que, sin ser miembros del Partido simpatizaban con la Revolución, aparece por primera vez en Literatura y revolución, un texto de Trotsky de 1923 que es fundamental para entender las preocupaciones de uno de los líderes de la Revolución en su primer período respecto de la literatura. El pasaje sobre los escritores proletarios es claro: “el proletariado ha tomado el poder precisamente para terminar de una vez por todas con la cultura de clase y para abrir la vía a una cultura humana. Parece que olvidamos esto con demasiada frecuencia.

Las referencias confusas sobre la cultura proletaria, por analogía y antítesis respecto de  la cultura burguesa, se nutren de una asimilación excesivamente falta de crítica entre los destinos históricos del proletariado y los de la burguesía. El método banal, liberal en puridad, de las analogías históricas formales, nada tiene en común con el marxismo. No hay analogía real alguna entre el ciclo histórico de la burguesía y el de la clase obrera”.

Sobre aquel momento: “El arte de la revolución, que refleja abiertamente todas las contradicciones de un período de transición, no debe ser confundido con el arte socialista, cuya base falta aún. No hay que olvidar, sin embargo, que el arte socialista saldrá de lo que se haga durante este período de transición”. En otro pasaje, aclara su postura sobre los “compañeros de ruta”, que deja entrever su desconfianza: “No poseen ningún pasado prerrevolucionario, si han tenido que romper con algo ha sido con bagatelas. Su fisonomía literaria y sobre todo intelectual ha sido creada por la Revolución, según el lugar desde el que esta les ha afectado y todos, cada cual a su manera, la han aceptado. Pero en su aceptación individual hay un rasgo común que los separa nítidamente del comunismo y que amenaza constantemente con enfrentarse a él. No captan la Revolución en su conjunto, y el ideario comunista les resulta extraño. […] Respecto al “compañero de ruta”, el problema que se plantea es siempre el mismo: saber hasta dónde nos acompañará. Y no se puede solucionar este problema de antemano, ni siquiera por aproximación. Más que de las cualidades personales de tal o cual “compañero de ruta”, la solución dependerá esencialmente del curso objetivo de las cosas en los próximos diez años”.

Esta postura era compartida por otros miembros de la dirección del Partido. En esta línea hay que leer una resolución del Comité Central de 1925, que afirmaba: “… el tacto y la prudencia son esenciales en el trato con los compañeros de ruta. El Partido debe demostrar tolerancia con las formas ideológicas de transición. Debe oponerse al tratamiento frívolo y despectivo del patrimonio cultural, así como de los especialistas de la literatura. […] el Partido no puede permitir, por decreto o proclamación, ningún monopolio legal de producción literaria por parte de un grupo u organización, y no puede conceder este monopolio a ningún grupo, ni siquiera al propio grupo proletario”.

Un caso testigo de los efectos de este cambio de política es el de Boris Pilniak. Durante los años de la NEP Pilniak fue considerado un “compañero de ruta”. En 1922 apareció El año desnudo, que tuvo un éxito inmediato. Planteaba, en narrativa, una clara ruptura con la estructura tradicional de la novela decimonónica y el realismo. Estaba compuesta por una serie más o menos ecléctica de cuadros que narraban retratos retrospectivos y episodios que sucedían en una familia aristocrática y en una colonia de anarquistas, escenas de lucha fratricida, episodios de lujuria, crueldad y hambre con fragmentos filosóficos intercalados. Así como formalmente prescindía de las estructuras tradicionales, temáticamente estaba muy lejos de mostrar un paisaje idílico.

Pilniak no era comunista, sino que apoyaba la Revolución porque la consideraba como una liberación frente a la civilización tecnocrática occidental y como herramienta de liberación del campesinado ruso. Creía que Rusia seguía anclada en los siglos XVII y XVIII. En 1929 publicó en Berlín el relato Caoba, antes de que apareciera en la Unión Soviética. La decisión de publicarlo en el extranjero se debió a que el texto era marcadamente crítico del régimen.




La acción transcurre en una ciudad de provincias donde ni las costumbres ni la vida han cambiado, y el viejo orden ruso sigue imperando. La novela narra una visita de los hermanos Bezdetov, comerciantes de Moscú que llegan a comprar antigüedades, especialmente muebles de caoba de la época imperial, hechos por artesanos prácticamente esclavos, a los campesinos.

Los personajes principales son el viejo Karpovich, intermediario de los comerciantes, su hijo Akim, que vuelve a pasar unos días a la ciudad, y su tío Bezdetov. El tío, un comunista que extraña la época de la Revolución como “el comunismo verdadero”, se ha vuelto loco y formado una república comunista de marginales alcohólicos que duermen al calor de un horno de ladrillos.

Como en otros textos, Pilniak pasa de un registro a otro en pequeñas escenas con las que se va armando una trama que, si bien sigue el orden de los hechos, intercala explicaciones muy precisas, con pasajes de un fino humor reflexivo. Pilniak intentó disimular Caoba dentro de una novela mayor, El Volga desemboca en el mar Caspio, de 1930, y atemperar las críticas al régimen, pero no fue suficiente y desde entonces fue perseguido por la censura. El 28 de octubre de 1937, durante la Gran Purga, fue arrestado bajo los cargos de actividades contrarrevolucionarias, ser un espía del gobierno japonés (país al que había viajado y dedicado libros) y terrorismo. Su juicio duró apenas 15 minutos, fue condenado a muerte y ejecutado el 21 de abril de 1938. fuente


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