FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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I.La Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa

Sobre los autores

 

François Furet (1927-1997)

 

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Historiador francés y miembro de la Academia francesa. En 1995 recibió el Premio europeo Amalfi de sociología y ciencias sociales por el trabajo Le passé d'une illusion.

 

Comentario de Furet, François, El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX, Madrid, FCE, 1996, Cap. II “La primera Guerra Mundial”.

 

En este capítulo el autor indaga acerca de las causas y características de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Minimizando la importancia de los factores económicos en la explicación sobre el origen de la contienda (la emergencia de un capitalismo de tipo monopólico, la expansión imperialista, la competencia por el dominio colonial) François Furet pone el énfasis de su análisis en los aspectos político-ideológicos del conflicto.

Considerada como una bisagra entre dos épocas históricas, entre el siglo XIX y XX, Furet reconoce cierta dificultad para reconocer ‘causas inevitables’ del conflicto que más bien pareciera haber sido el resultado inesperado de una serie de encadenamientos causales que no guardan ninguna correspondencia con las dimensiones de sus resultados.

A diferencia de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), contienda ideológica provocada e incitada  por la Alemania nazi, la Primera Guerra fue un resultado improbable pero concreto de ciertas rivalidades nacionales no resueltas diplomáticamente.

Desatada la conflagración, el dato más relevante de la guerra es el nacionalismo, la aceptación y hasta el entusiasmo con que los ciudadanos de los diferentes países se enrolan en el conflicto: prueba máxima de la virtud cívica, del heroísmo militar, del primigenio sentimiento nacionalista que anida en la población. El culto de lo nacional conjura el déficit cívico de la democracia, la tensión constitutiva de la democracia moderna entre lo que de particular y universal hay en el hombre.

En 1914, todas las naciones europeas demuestran un serio déficit diplomático que no es capaz de detener la maquinaria militar de las naciones en pugna. Convencidos de la inminencia de una guerra corta y sin demasiados costos, la Primera Guerra Mundial lanza al frente de batalla a millones de personas, destruye ciudades, multiplica aritméticamente la muerte de civiles y deja al descubierto la obscenidad de un escalofriante escenario no previsto por ninguno de los gobiernos al iniciarse el conflicto.             Era el fin de la creencia decimonónica en el progreso indefinido. Por primera vez la ciencia, puesta al servicio de la maquinaria militar, revelaba su potencialidad destructiva. Guerra democrática que toca a la universalidad de los ciudadanos, industrial en sus formas e imprevista en sus consecuencias.

En 1914, los partidos socialistas dejaron a un lado el internacionalismo obrero y votaron los créditos de guerra: era el triunfo de la nación sobre la clase.

Durante su transcurso, se produjo otro hecho de consecuencias duraderas para la historia del siglo XX: la Revolución Rusa de 1917. Era el triunfo de la clase sobre la nación.

El final de las hostilidades en 1918 no significó el comienzo de la paz. Las intenciones pacíficas de la Sociedad de las Naciones (organismo internacional creado con la finalidad de velar por la paz mundial) pronto quedaron frustradas por la nuevas tensiones generadas a partir de los tratados de paz y de la restructuración del mapa europeo.

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