FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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I. La Revolución Rusa

La Rusia de los zares


A mediados del siglo XVIII, la economía de la Rusia zarista no presentaba diferencias notables con las de los principales centros europeos. Un siglo después, los contrastes eran evidentes. En el mundo rural prevalecían las técnicas de explotación rudimentarias, y las condiciones de vida de las familias campesinas eran muy precarias. La estructura social era de carácter ampliamente feudal: la clase dirigente estaba constituida por una nobleza terrateniente que extraía un excedente del campesinado sometido. Los siervos, especialmente los que pertenecían a los nobles, estaban obligados  a prestaciones en dinero, especies o servicios laborales; los señores gozaban de poderes de vida o muerte sobre ellos. Menos dura era la condición de quienes vivían en las tierras pertenecientes a la familia imperial o a la Iglesia. Los campesinos, agrupados por familias, integraban la comunidad aldeana que controlaba la distribución y utilización de las tierras. Las dispersas parcelas que cada familia trabajaba en forma independiente eran repartidas por el mir (consejo de la aldea) para asegurar la subsistencia de cada hogar. A través del mir, los campesinos regulaban su explotación agrícola, y en parte la comunidad era una especie de escudo frente a las exacciones del señor, pero el mir también exigía a cada integrante al cumplimiento de sus obligaciones. Todo esto constituía la antítesis del individualismo agrario. La tierra pertenecía de iure a la comunidad y las familias recibían las parcelas para usarlas durante determinados períodos, al cabo de los cuales volvían a ser redistribuidas.

El aislamiento, la ignorancia y la pobreza conferían a las aldeas un modo de vida casi salvaje. Según el testimonio del escritor Máximo Gorki –que había nacido en este medio y sufrido una penosa infancia y adolescencia entre los campesinos– "Un deseo canino de complacer a los fuertes de la aldea se apoderaba de ellos y entonces me resultaba desagradable hasta mirarlos. Se aullaban salvajemente los unos a los otros, dispuestos a luchar, y luchaban por cualquier bobada. En esos momentos resultaban aterradores".

Las acciones violentas del campesinado contra los terratenientes y los agentes estatales atravesaban periódicamente el mundo rural. La liberación de los siervos, aprobada por el zar en 1861, fue concebida como el medio necesario para resguardar el orden social: "Es mejor destruir la servidumbre desde arriba –manifestó Alejandro II en un encuentro con nobles– que esperar al momento en que empiece a destruirse a sí misma desde abajo". El edicto de emancipación liberó a los campesinos de su subordinación a la autoridad directa de la nobleza latifundista, pero los mantuvo sujetos a la tierra y sin posibilidades de salir del atraso y la miseria. Los campesinos recibieron para su uso, pero no en propiedad privada, solo la tierra que ya trabajaban antes de la reforma. El antiguo siervo tuvo que pagar por su libertad. La suma total de la compensación tenía que ser abonada en cuotas durante 49 años al Estado, que había indemnizado a los grandes propietarios. La medida reforzó el papel de cada mir, que se hizo cargo los pagos de redención. Ningún campesino podía abandonar la aldea sin haber saldado su deuda, y el mir se aseguraba de que así fuera para que el resto no viera acrecentado el monto de sus obligaciones. Las condiciones de la emancipación buscaron evitar el desplazamiento de los campesinos hacia las ciudades: la creación de un proletariado sin tierras también era percibida como una amenaza para el orden social.

El sistema ofrecía escasas posibilidades de intensificar la producción agrícola, ya que no permitía agrupar las parcelas en unidades productivas sujetas a las iniciativas de medianos propietarios. La liberación de los siervos no dio lugar al surgimiento de propietarios rurales interesados en el aumento y la comercialización de los productos agrarios. La nobleza terrateniente decayó económicamente con la abolición de la servidumbre, solo una minoría de nobles encaró una transición exitosa hacia la agricultura capitalista y orientada al mercado. La mayor parte se refugió en los niveles superiores de la burocracia estatal para gozar de las prerrogativas asociadas a ese servicio. En Rusia no hubo una revolución agraria –como en el caso británico– que expulsara a la familia campesina y que atrajera inversiones para aumentar la productividad del medio rural, contribuyendo así al proceso de industrialización. No obstante, el imperio zarista buscó el desarrollo de la industria, y lo hizo por otros medios y con otros actores que los que alumbraron la Revolución Industrial británica.

La derrota en la guerra de Crimea (1853-1856) y los límites impuestos por Francia e Inglaterra al avance del Imperio ruso en los Balcanes en los años setenta del siglo XIX fueron las razones claves que indujeron a la monarquía a promover la actividad industrial. Si el zarismo asumió ese rumbo, a pesar de estar íntimamente ligado con una nobleza terrateniente feudal y de la ausencia de una burguesía que lo presionara, fue para mantener a Rusia como potencia de primer nivel. La autocracia propició el giro hacia una modernización económica en la que el Estado jugó un papel central. Al mismo tiempo se empeñó en preservar el orden social y político del antiguo régimen, sobre el que reposaba su inmenso poder.

La industrialización desde arriba recibió el aporte de la inversión extranjera y en virtud de su carácter tardío (arranca en los años sesenta y se intensifica la década de los noventa) contó con la ventaja de saltear algunas de las etapas iniciales: adoptó la tecnología avanzada de otros países y privilegió la instalación de unidades con alto nivel de productividad en las principales ramas de la industria pesada. Al calor de la instalación de grandes establecimientos fabriles, de la renovada explotación de los yacimientos mineros y del tendido de las líneas férreas, creció un proletariado industrial que a pesar de su reciente pasado campesino muy rápidamente asumió una conducta combativa. Las huelgas de gran escala eran habituales y las demandas de los obreros eran políticas además de económicas. Sin embargo, esa actividad industrial altamente avanzada se concentraba en algunos islotes aislados –San Petersburgo (llamada Petrogrado a partir de la Primera Guerra Mundial, y Leningrado después de la muerte de Lenin); Moscú, Kiev, Jarkov y los centros mineros de la cuenca del Don en Ucrania; Rostov y la ciudad petrolera de Baku al sur, rodeados por un mar campesino (el 80 por ciento de la población cuando se produjo la revolución).

En las aldeas las formas de vida tradicionales fueron muy lenta e indirectamente modificadas por los cambios en el ámbito urbano e industrial. Aunque la conservación del mir,  y con él las formas de explotación agrícola colectiva, frenaron los cambios en la agricultura, no impidieron su lenta corrosión. A medida que se extendían las relaciones capitalistas, la aldea campesina se vio cada vez más sujeta a un proceso de diferenciación social. Quienes lograron contar con animales de tiro y encarar el cultivo de extensiones de tierra más amplias mediante contratos de alquiler constituyeron un estrato rural más alto, los llamados kulaks. Estos eran campesinos más prósperos e individualistas, que ganaban dinero con la comercialización de sus productos y que pudieron hacer préstamos o bien contratar a los aldeanos menos emprendedores o más desafortunados. Como a través de la emancipación la mayor parte de las familias recibió un lote de tierras insuficiente para hacer frente a los pagos y asegurar su subsistencia, una alternativa fue el trabajo golondrina: los hombres más jóvenes dejaban temporariamente la aldea para trabajar como asalariados.


Grupo de mujeres en Dagestan, 1910






GRUPO DE MUJERES EN DAGESTAN, 1910









COLECCIÓN PROKUDIN-GORSKII

SERGEI MIKHAILOVICH PROKUDIN-GORSKII (1863-1944) FUE UN FOTÓGRAFO RUSO QUE DESARROLLÓ LAS TÉCNICAS PARA HACER LAS PRIMERAS FOTOGRAFÍAS EN COLOR. EN 1905 SE PROPUSO DOCUMENTAR LA DIVERSIDAD CULTURAL Y SOCIAL DEL IMPERIO RUSO. SU PROYECTO CONTÓ CON EL APOYO DEL ZAR NICOLÁS II Y PROKUDIN-GORSKI RECORRIÓ EL PAÍS ENTRE 1909 Y 1915. SUS FOTOGRAFÍAS DOCUMENTARON CON IMÁGENES LA MAGNITUD DEL IMPERIO Y LOS CONTRASTES DE SUS HABITANTES. EN 1918, PROKUDIN-GORSKI ABANDONÓ RUSIA. Y MURIÓ EN PARÍS.

EN 1948  LA BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS COMPRÓ  LAS IMÁGENES A SUS HEREDEROS  Y, EN 2001, ORGANIZÓ LA EXHIBICIÓN EL IMPERIO QUE FUE RUSIA.


Las reformas impulsadas desde arriba que contribuyeron a la modernización de Rusia desde mediados del siglo XIX hasta 1914 estuvieron dominadas por una profunda contradicción. Pretendían mantener el absolutismo y la estructura social de la que dependía, pero el afán de colocar al Imperio ruso en condiciones de competir exitosamente con el resto de las potencias ponía en movimiento fuerzas que atentaban contra el régimen existente. En relación con este dilema, las actitudes de los tres últimos Romanov fueron diferentes.

El zar Alejandro II (1855-1881) acompañó el edicto de emancipación de los siervos con una serie de medidas destinadas a organizar el sistema judicial, mejorar las condiciones de vida de la población mediante la creación de gobiernos locales –los zemstvos–, y abrir el ingreso de la universidad a nuevos estratos sociales, junto con el aflojamiento de la censura. En 1876 se llevó a cabo, en una plaza de San Petersburgo, la primera manifestación de protesta de los estudiantes.  El "zar liberador" murió en 1881 víctima de un atentado terrorista. La represión fue brutal, y sus sucesores Alejandro III (1881-1894) y Nicolás II (1894-1917) se abroquelaron en la preservación de sus extendidos y arbitrarios poderes. La consigna de la monarquía en los años previos a la guerra fue la restauración de las tradiciones de la antigua Rusia. La tenacidad y la ceguera con que el último Romanov se comprometió con este objetivo clausuraron toda posibilidad de reforma y contribuyeron decisivamente al derrumbe del régimen a través de la revolución.


familia zar






LA FAMILIA DEL ZAR NICOLÁS II











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