FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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La Resistencia francesa desde el recuerdo de Marc Ferro

V. La Segunda Guerra Mundial y el Holocausto


Entrevista grabada en Santiago de Chile en octubre de 2006:

“El poeta francés provenzal René Char, un poeta que fue resistente y que escribió uno de los libros más potentes e importantes de la poesía –con un prólogo de Albert Camus– que se llama Hojas de Himnos –libro prácticamente escrito en las trincheras de la guerra, en el combate–. Combatía René Char y escribía estos poemas que eran una forma de resistencia de la palabra frente a los acontecimientos angustiosos y dolorosos que estaban viviendo Europa y el mundo. Es un poema hecho de fragmentos. El mundo se está fragmentando, reventando en ese momento. Algunos de esos poemas voy a leer para comenzar esta conversación. Él escribió:

Ser del borde, no ser del festín,

su epílogo.

También dijo:

Tocamos el tiempo supremo

de la desesperación

y de la esperanza por nada,

el tiempo indescriptible.

Y terminó el poema “Hojas de Himnos” con dos declaraciones muy impresionantes: imaginemos que él está combatiendo ahí mismo, frente al invasor alemán, en Francia, frente a la muerte y dice:

En nuestras tinieblas

no hay un sitio para la belleza.

Todo el sitio es para la belleza.


Rene Char






RENÉ CHAR (1907–1988)






CHAR PERTENECIÓ AL MOVIMIENTO SURREALISTA ENTRE 1929 Y 1934, MILITÓ POR LA REPÚBLICA ESPAÑOLA Y DURANTE LA OCUPACIÓN ALEMANA DE FRANCIA DIRIGIÓ UN GRUPO DE RESISTENCIA ARMADA. “PARA CHAR –SEGÚN UNA ESTUDIOSA DE SU OBRA– LA POESÍA ES RESISTENCIA. SE NEGÓ A PUBLICAR POESÍA DURANTE LA OCUPACIÓN YA QUE PARA ÉL LA ÚNICA ARMA ERA EL REVÓLVER Y NO EL POEMA”.


“(Las anteriores palabras) de este poeta resistente francés, de alguna manera sirven para abrir una conversación, un balance de un siglo, del siglo 20, que todavía continúa siendo nuestro siglo, del siglo 21; un siglo que nace en la desesperación, que nace en medio del fuego de la guerra, del derrumbe de la ideología, de los sueños y esperanzas; un siglo apasionante para un historiador francés. Me gustaría agradecerle, señor Ferro, por estar aquí en el programa, después de un largo y difícil viaje desde Francia hasta Chile para conversar sobre la historia, sus obras, sus libros. Bienvenido a Chile y a esta emisión.

Marc Ferro: Muchas gracias por su acogida y por ese bello poema; es una bonita obertura.

Cristián Warnken: Este poeta, René Char, fue un maqui, al igual que usted, según leí en su biografía. ¿Podría contarme un poco su historia, antes de convertirse en historiador?

MF: Yo diría que cuando estuve en la Resistencia –en el maqui–, porque yo era estudiante en la Universidad de Grenoble, llevé a cabo un acto completamente natural para un estudiante normal, patriota; la mayoría de mis compañeros eran de la Resistencia… Y si hice la guerra en las montañas, como soldado, escondido en los bosques, cuando los alemanes ocuparon esos territorios, le debo decir que esa experiencia para mí no resultó ser algo “central”. Era natural. Nueve de cada diez franceses estaban contra los alemanes. No eran necesariamente partidarios de la acción de los maquisards, de los combatientes, porque existían riesgos para ellos, había represalias, no estaban seguros del resultado; por lo tanto, a veces no nos eran del todo favorables, pero su corazón estaba manifiestamente con nosotros, y eso era muy agradable.

CW: ¿Quiénes eran los maquisards?

MF: Los maquisards, en una primera estratificación, eran ante todo militares, personas que tenían alguna actividad, que no aceptaban la ocupación extranjera […] Y después fueron todos los jóvenes, para no tener que partir a Alemania a cumplir trabajo obligatorio. No era mi caso, puesto que yo era demasiado joven, tenía dieciocho años, pero la mayoría entre los maqui tenían entre 19 y 23 años. Entonces, eran personas como usted o como yo: el panadero, el almacenero, el profesor, el estudiante…había de todo tipo de gente.

CW: Usted nos ha dicho que este compromiso político no fue central en su vida, pero entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial seguramente todos los acontecimientos fueron elementos centrales para los europeos. ¿De qué manera estas guerras, estas experiencias difíciles vividas por Europa marcaron a su generación?

MF: Fue marcada de manera fundamental, en el sentido de que Francia vivió una tragedia política fantástica. Una derrota que ha sido el castigo más duro que una nación puede recibir. Y este castigo, en verdad, era casi previsible… Yo recuerdo cuando estaba en el colegio, a los 13 o14 años, y veíamos un poco lo que pasaba en Alemania; en Italia la venida de la guerra era inevitable y la llegada de la derrota era fatal. Sabíamos que tendríamos una grave derrota, pero no pensábamos que pasaría –en solo semanas– un desastre como Francia ni ningún otro país ha conocido jamás. Fue entonces una gran humillación –y una humillación tal– que no pensábamos que podría haber una revancha. Esto explica que muchos franceses hayan aceptado la colaboración. Ellos juzgaban que todo había terminado, que ya no había esperanza; Inglaterra jamás podría resistir por sí sola, etcétera... y es esto lo que explica, en parte, la cobardía de un cierto número de nuestros dirigentes en la época de Vichy. Y eso nos marcó a todos, y aún hoy en Francia la culpabilidad por la colaboración del gobierno –no de la población, sino de una parte de ella, como suele suceder, naturalmente–, entonces la culpabilidad del gobierno es algo que incluso en el presente es objeto de disputa, algo de lo que no nos atrevemos a hablar con algunas personas, porque ellos mismos dudaron en resistir, en dar su opinión...

CW: El poeta René Char, que fue un combatiente, que fue un maqui, dice: “ser del borde, no ser del festín, su epílogo”... Es decir, era muy pesimista respecto del fin de la guerra; él no creía que después de la guerra vendrían tiempos mejores, un mundo mejor; que lo que vendría sería, tal vez, el reparto del poder. ¿Cuál es su balance de la posguerra en Europa?

MF: Pienso que René Char decía aquello porque, al día siguiente de la Primera Guerra Mundial había esperanzas de una sociedad mejor… Se pensaba que la guerra sería la última guerra, la última de las últimas… Y la emergencia del nazismo, por un lado, y del totalitarismo italiano y del soviético también, por otra parte, fueron fenómenos que, de algún modo, mostraron que el porvenir no sería feliz, ni tan radiante..., incluso si había alguna esperanza en algún lado, esta era ficticia. Entonces, en la época de la Segunda Guerra Mundial no podemos decir que la gente haya tenido mucha esperanza en el porvenir, porque se trataba del triunfo del mal que se anunciaba en todas partes. Simplemente, la liberación y la victoria del ejército soviético devolvieron la esperanza de una sociedad nueva, y se ignoró –o se quiso ignorar– los dramas que existían en la Unión Soviética".



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