FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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La petición de los manifestantes del 9 de octubre de 1905

I. La Revolución Rusa



El padre Gabón la lleva escrita para entregarla al zar y que éste responda al pueblo reunido frente al Palacio de Invierno.


MANIFESTACIÓN DEL DOMINGO SANGRIENTO

MANIFESTACIÓN DEL DOMINGO SANGRIENTO

“Señor: Nosotros, trabajadores y habitantes de la ciudad de San Petersburgo, de diversos rangos y condiciones, nuestras esposas, nuestros hijos y nuestros desamparados ancianos padres, hemos acudido a vos, señor, en busca de justicia y protección. Nos hemos convertido en mendigos; somos oprimidos y cargados con un trabajo superior a nuestras fuerzas; no se nos reconoce como seres humanos y somos tratados como esclavos que deben soportar su amarga suerte en silencio. Todo lo hemos soportado, y se nos empuja cada vez más a las aprofundidades de la pobreza, la injusticia y la ignorancia. Estamos tan ahogados por la justicia y un gobierno arbitrario que no podemos respirar. Señor, ya no nos queda fuerza! Nuestra resistencia toca a su fin. Hemos llegado a ese momento terrible en que la muerte es preferible a la prolongación de nuestros sufrimientos intolerables.

Por estas razones hemos dejado el trabajo y hemos dicho a nuestros patronos que no lo reanudaremos hasta que satisfagan nuestras reivindicaciones”.

La petición solicitaba la jornada laboral de ocho horas, un salario mínimo de un rublo diario, la abolición de las horas extraordinarias obligatorias no remuneradas, la libertad de los obreros para organizarse. Además incluía demandas que debían ser atendidas por el poder político: una asamblea constituyente elegida democráticamente. Libertad de expresión, prensa y reunión, educación gratuita para todos y el fin de la guerra con Japón

“[…] Si vos no ordenáis y respondéis a nuestras súplicas, moriremos aquí en esta plaza, ante vuestro Palacio. No tenemos otro lugar a dónde ir, ningún objetivo para hacerlo. Sólo tenemos dos caminos: uno que conduce a la libertad y la felicidad, el otro a la tumba […] Que nuestras vidas sean un sacrificio por la sufriente Rusia. Ofrecemos este sacrificio sin resentimiento, con alegría”.

El zar y su familia habían abandonado apresuradamente la capital, dejando a sus subordinados a cargo de la situación.

Marshall Berman Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad

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