FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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Isaak Babel en la guerra con Polonia

IV. La experiencia soviética de la guerra civil a la Segunda Guerra Mundial


Uno de los focos bélicos que quedaron abiertos al concluir la Primera Guerra Mundial fue el derivado de la caída de Imperio zarista y de la reconstitución de Polonia como país independiente luego de más de un siglo de reparto de sus territorios y su población entre los imperios ruso, alemán y austríaco. La delimitación de nuevas fronteras entre la Rusia soviética y Polonia desembocó en una guerra. Los polacos querían recuperar todos los territorios al este que les pertenecieron antes de los repartos del siglo XVIII. Los soviéticos, por su parte, deseaban volver a las fronteras occidentales fijadas por el zarismo a través de sus conquistas y que fueron corridas hacia el este por la ofensiva alemana en la Gran Guerra. La imprecisión de los límites nacionales aprobados en el Tratado de Versalles colaboró con el estallido de las hostilidades. La guerra, en principio favorable a los bolcheviques, terminó con el triunfo polaco.

El escritor y soldado ruso Isaak Babel registró en su obra, con sutileza y con un duro y sarcástico realismo, diferentes situaciones y comportamientos de este intenso y cruel enfrentamiento.

ISAAK BABEL (1894-1940)








ISAAK BABEL (1894-1940)









Babel nació en Odessa en una familia judía y desde muy joven quiso escribir. Llegó a Petrogrado en medio de la revolución y se incorporó al Ejército de Caballería soviético capitaneado en ese momento por Budyonny para luchar en Polonia. Los diarios personales en los que registró esta experiencia fueron la base del libro Caballería roja, una serie de 35 relatos cortos. Cada cuento supone un retrato de lo que se fraguaba en el campo de batalla. Alejado de heroísmos, muestra, de diferentes maneras, a todos los que tomaban parte en la guerra. El libro termina con algunos extractos de sus diarios.

Babel obtuvo un notable éxito, pero también se ganó muchos enemigos. En 1928 Budyonny lo acusó de haber mentido, de que su libro expresaba una “visión pequeñoburguesa”, que era el resultado de las. “distorsiones de un autor erotomaníaco”, de los “desvaríos de un judío demente” que nunca estuvo en combate.

En los años treinta, Babel fue sometido a duras presiones para modificar su manuscrito y adaptarlo a los cánones del “realismo socialista”. Había que eliminar la ironía, hacer desaparecer la carga sarcástica de su visión sobre la guerra y los hombres y mujeres que participaron en ella. La defensa de Gorki logró cubrirlo con un manto de inmunidad, pero a partir de entonces Babel tuvo escasas apariciones en público; una de ellas fue en 1934, al celebrarse el Primer Congreso de Escritores Soviéticos, donde pronunció una loa a Stalin.

En mayo de 1939 fue arrestado en su villa de Peredelkino, la aldea de los escritores. Acusado de cometer “crímenes contra el Estado soviético” y de espiar para la inteligencia francesa, para la cual había sido reclutado por André Malraux, fue fusilado en 1940.


LA PRIMERA PUBLICACIÓN EN EN RUSO DE CABALLERÍA ROJA.






LA PRIMERA PUBLICACIÓN EN EN RUSO DE CABALLERÍA ROJA.







El cuento “La carta”

“He aquí la carta que me dictó para su casa Kurdyukov, un soldado de nuestra sección. La carta merece no ser olvidada. La escribí sin el menor aditamento, y fidedigna y literalmente la transcribo:

Querida madre Yevdokiya Feodorovna: En las primeras líneas de esta carta, me apresuro a participarle que, gracias a Dios, vivo y estoy sano, lo cual desearía oír también de usted. Me inclino profundamente ante usted desde la blanca frente hasta la tierra húmeda... (Siguen parientes, padrinos, compadres... Prescindimos de todo esto y vamos al segundo párrafo).

Querida madre Yevdokiya Feodorovna Kurdyukova: Me apresuro a escribirle a usted que estoy en la caballería roja del compañero Budyonny. Su compadre Nikon Vassilievitch está también aquí. Ahora es un héroe rojo. Me ha llevado con él a la expedición de la sección política, desde donde enviamos al frente literatura y periódicos: Izvestia de Moscú, del Comité Central Ejecutivo, Pravda de Moscú, y nuestro querido e implacable periódico El Jinete Rojo, que todo combatiente en el frente más avanzado desea leer para batir luego con ánimo heroico a los insolentes nobles..., y a mí me va divinamente con Nikon Vassilievitch.

Querida madre Yevdokiya Feodorovna: Mándeme usted muchas cosas, todo lo que pueda. Haga el favor de matar el cerdo pío y mandarme un paquete a la sección política del compañero Budyonny, para Vasili Kurdyukov. Todos los días me acuesto sin comida y sin ropa, así es que paso un frío horrible. Escríbame una carta sobre mi Stiopa y dígame si vive o no. Haga el favor de tener cuidado de él y escríbame si tiene todavía aquel defecto o ha pasado ya, y también sobre la matadura en la pata delantera y si le han herrado ya o no. Haga el favor, querida madre Yevdokiya Feodorovna, de lavarle la pata con el jabón que le dejé detrás del santo, y si se ha gastado ya el jabón, compre más en Krasnodar y Dios no la abandonará. Puedo decirle también que esta tierra es muy miserable. Los campesinos huyen con sus caballos a los bosques ante nuestras águilas rojas. Trigo se ve muy poco y está bajísimo. Nosotros nos reímos de él. Los campesinos siembran centeno y avena también. El lúpulo crece aquí en estacas, lo cual da un gran aspecto. Hacen aguardiente de él.

En las siguientes líneas de mi carta me apresuro a escribirle sobre padrecito, que hace un año mató a golpes a mi hermano Feodor Timofeyevich Kurdyukov. Nuestra brigada roja, la del compañero Paulitschenko, atacaba Rostof, cuando se cometió una traición en nuestras filas. Por entonces estaba padrecito con Denikin mandando compañía como suplente. Gente que le ha visto dice que llevaba su medalla como en tiempos del antiguo régimen. A consecuencia de aquella traición se nos hizo prisioneros a todos, y padrecito echó la vista encima de mi hermano Feodor Timofeyevich. Padrecito empezó a dar con el sable a Fedia, gritando al mismo tiempo: “Carroña, perro rojo, hijo de perro” y más todavía, y le siguió golpeando hasta que oscureció y hasta que mi hermano Feodor Timofeyevich cayó muerto. Entonces le escribí a usted una carta de cómo Fedia estaba enterrado sin cruz. Pero padrecito me pilló la carta y me dijo: “Hijos de madre, que habéis salido a la madre, sois una ralea de zorra. Yo he preñado a vuestra madre y volveré a preñarla. Mi vida camina a su fin; pero, en nombre de la verdad, voy a exterminar a mi propia simiente...”, y mucho más dijo todavía. Yo soporté ese sufrimiento como nuestro salvador Jesucristo. Pero pronto escapé de padrecito y volví a alistarme en las tropas del compañero Paulitschenko. Y nuestra brigada recibió orden de dirigirse a la ciudad de Voronezh para equiparse, y allí nos dieron caballos, mochilas, polainas y todo lo que nos hacía falta. Puedo decirle, querida madre Yevdokiya Feodorovna, que Voronezh es una ciudad muy bonita; pequeña, aunque más grande que Krasnodar. La gente es muy guapa y hay allí un riachuelo que sirve para bañarse.

Todos los días nos han dado dos libras de pan, media libra de carne y bastante azúcar, de manera que al levantarnos, y por la noche lo mismo, hemos tomado té dulce y hemos olvidado el hambre. A mediodía fui a ver a mi hermano Semión Timofeyevich para hartarme de ganso y de tortilla dulce. Después me dormí. Por entonces quiso todo el regimiento tener de comandante a Semión Timofeyevich por su valentía, y vino orden del compañero Budyonny, y Semión Timofeyevich recibió dos caballos, magnífica vestimenta, un carro para el bagaje y la orden de la Bandera Roja, y yo, como hermano suyo, me he quedado con él. Si ahora nos ofendiese un vecino, Semión Timofeyevich podría matarlo sin más ni más. Después empezamos a perseguir al general Denikin; matamos a miles de los suyos y los echamos hasta el mar Negro; pero ni rastro de padrecito, y eso que Semión Timofeyevich ha hecho indagaciones sobre él en todas partes porque lo atormenta el recuerdo de su hermano Fedia. Pero, querida madre, ya conoce usted a padrecito y sabe usted lo testarudo que es. Se había pintado tranquilamente la barba roja de negro, y se hallaba vestido de paisano en la ciudad de Maikop, donde nadie podía conocer que era un verdadero sargento de caballería del antiguo régimen. Pero la verdad se abre paso siempre. Su compadre Nikon Vassilievitch le vio por casualidad en una choza y dio cuenta de ello a Semión Timofeyevich. Montamos a caballo y corrimos furiosamente doscientos kilómetros, yo, mi hermano Semión y unos cuantos mozos voluntarios.

Y ¿qué vimos en la ciudad de Maikop? Pues vimos que el interior no sufre como el frente, y que lo mismo que allí, en todas partes hay traición, y que todo está lleno de judíos, igual que en el antiguo régimen. Y Semión Timofeyevich disputó violentamente en la ciudad con los judíos, que tenían a padrecito bajo cerrojos y no querían entregarlo diciendo que había llegado orden del compañero Trotski de no matar a los prisioneros; que ellos mismos le juzgarían; que no querríamos ser malos con ellos; que padrecito recibiría lo suyo. Pero demostró que era comandante de un regimiento y que poseía todas las órdenes de la Bandera Roja del compañero Budyonny. Amenazó con apalear a todos los que defendían la persona de padrecito y no quisieran entregarle, y los mozos del pueblo amenazaban también con ello. Y cuando padrecito salió, empezó Semión Timofeyevich a pegar a padrecito y, según la costumbre de la guerra, apostó en el patio a todos los soldados. Y luego Senka le tira agua a la cara a padrecito Timofei Rodionitsch, y la pintura corría barba abajo. Y Senka preguntó a Timofei Rodionitsch:

–¿Le va a usted bien en mis manos, padrecito?
–No –dijo padrecito–; me va mal.
Entonces preguntó Senka:
–Y a Fedia, ¿le iba bien en sus manos cuando le mató usted a golpes?
–No –contestó padrecito–; mal lo pasó Fedia.
Entonces volvió a preguntar Senka:
–¿Creía usted entonces, padrecito, que también usted lo pasaría mal alguna vez?
–No –dijo padrecito–; no creí que lo pasaría mal.
Entonces se volvió Senka a los que estaban presentes y dijo:
–Yo creo que vosotros no andaríais con miramientos conmigo si cayera en vuestras manos. Con que, padrecito, vamos a terminar...

Entonces Timofei Rodionitsch empezó con todo descaro a decir cosas a Senka, a la madre de Senka y a la madre de Dios, y Senka a pegarle en los morros; y Semión Timofeyevich me mandó salir del patio, así que no puedo decirle, querida madre Yevdokiya Feodorovna, cómo terminó padrecito, porque entonces precisamente me echaron del patio.

Luego acuartelamos en la ciudad de Novorossik. De esta ciudad puede decirse que detrás de ella no hay más tierra seca... Agua, pura agua, el mar Negro. Allí estuvimos hasta mayo, luego fuimos al frente polaco y allí nos las entendimos con los nobles hasta no poder más...

Quedo de usted su querido hijo

Vasili Timofeyevich

Madrecita, eche una mirada de cuando en cuando a Stiopa y Dios no la abandonará...

Esta es la carta de Kurdyukov, en la que no he cambiado una palabra. Cuando la terminé, cogió la hoja escrita y se la metió debajo de la camisa, pegada al cuerpo.

–Kurdyukov –pregunté al mozo–, ¿era malo tu padre?
–Mi padre era un perro contestó sombríamente.
–¿Y tu madre es mejor?
–¡Psss!... Si quieres verla... Aquí tienes a nuestra familia.

Y me alargó una fotografía arrugada. Allí se veía a Timofei Kurdyukov, un sargento de caballería, ancho de hombros, con gorra de uniforme, la barba cuidadosamente partida, los pómulos salientes e inmóviles y los ojos fijos, sin color ni expresión. A su lado, en un sillón de mimbre, una campesina pequeña miraba vivazmente. Estaba sentada, con una blusa que caía sobre la falda y con un semblante enfermizo, dulce y tímido. Y en el inocente fondo de la fotografía –flores y palomas– estaban de pie como árboles, dos mozarrones; dos raros gigantes de mirada apagada, caras anchas, tiesos como a la voz de “¡Firmes!”. Eran los dos hermanos de Kurdyukov: Feodor y Semión”.

Isaak Babel, Caballería roja [1924], España, Galaxia Gutenberg, 2011.


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