VI. El mundo colonial y dependiente
Protectorados en el norte África
A lo largo del siglo XIX, las provincias otomanas del norte de África que quedaron bajo la “protección” de Francia (Túnez y Marruecos) y Gran Bretaña (Egipto) mantuvieron, en distinto grado, su condición de unidades políticas semiindependientes, a través de tratados en virtud de los cuales la potencia “protectora” quedaba a cargo de la política exterior, las fuerzas militares y el control de las finanzas. En todos estos países la dominación europea fue cuestionada, en los años de entreguerras, por grupos nacionalistas y también, en los casos de Egipto y de Argelia, esta fue anexada a Francia, por movimientos islámicos.
Cuando Gran Bretaña y el Imperio otomano entraron en guerra, Londres decidió asegurarse su dominio sobre Egipto proclamando unilateralmente un protectorado de derecho y legitimando así su ocupación militar anterior. En la inmediata posguerra ganó terreno en el ámbito urbano la protesta de los nacionalistas a través del partido Wafd, organizado por Saad Zaglul, que reivindicaba la independencia del país y un régimen parlamentario. Lo integraban sectores de clase media: comerciantes, pequeños propietarios y profesionales. Ante la negativa de Gran Bretaña de negociar con el partido Wafd se desencadenaron violentas movilizaciones que fueron duramente reprimidas. Gran Bretaña puso fin unilateralmente al protectorado en 1922, y el jedive Ahmed Fuad tomó el título de rey como Fuad I, dispuesto a mantener relaciones cordiales con los británicos.
FAWZIA BINT FUAD PRINCESA DE EGIPTO.
ESTA HIJA DEL REY FUAD I.FUE LA PRIMERA ESPOSA DE MOHAMMED REZA PAHLEVI, EL ÚLTIMO SHAH DE IRÁN.
Londres se reservó la seguridad de las comunicaciones, la defensa del país, la administración del Sudán y la protección de los intereses extranjeros y de las minorías nacionales. En 1923 el rey otorgó una constitución que asignaba grandes poderes al soberano: derecho de veto y posibilidad de disolver la Legislatura. Si bien el partido Wafd ganó las elecciones convocadas en la década de 1920, el régimen parlamentario no llegó a funcionar debido a la resistencia del monarca, que recurrió a la clausura del Parlamento cada vez que los legisladores se oponían a sus decisiones. En 1928 el rey derogó la Constitución para negociar con los británicos las relaciones entre ambos países, pero fue obligado a dar marcha atrás y en 1935 se reabrió el Parlamento con la presencia mayoritaria del partido Wafd. Al año siguiente, con el aval del partido nacionalista, se arribó a la firma del tratado con Londres. El documento aseguró un pacto de defensa por veinte años y recortó las prerrogativas asumidas por Gran Bretaña: reducción paulatina de las tropas inglesas, administración conjunta del Sudán y responsabilidad exclusiva del gobierno egipcio sobre la protección de los extranjeros. Egipto entró en la Sociedad de Naciones en 1937. No obstante, los británicos retuvieron el control de la zona del canal. El ejército egipcio ganó autonomía después de este tratado y se nutrió de jóvenes de los sectores medios que politizaron la institución.
El partido nacionalista concentró su atención en la reforma política en pos de un liberalismo constitucional, pero no ofreció propuestas en el orden económico y social a una población mayoritariamente rural y negativamente afectada por el alto grado de concentración de la propiedad de la tierra, la escasa productividad de los suelos y el obligado éxodo hacia las ciudades en el marco de la crisis agrícola.
Los problemas sociales no atendidos desde el régimen favorecieron, en la década del treinta, la creciente gravitación de organizaciones de diferente signo ideológico, pero capaces de convocar a los grupos sociales postergados y a los jóvenes radicalizados: el partido Comunista y la Hermandad Musulmana.
Los musulmanes que en este período propusieron la revitalización del islam se expresaron a través de los Hermanos Musulmanes en Egipto y, algo más tarde, crearon la Sociedad Islámica (Jamaat-i-Islami) en el subcontinente indio. Ambas agrupaciones enfatizaron la autosuficiencia del islam y rechazaron tanto la acción desintegradora del nacionalismo y las injusticias del capitalismo como el materialismo y el ateísmo del marxismo.
Los Hermanos Musulmanes aparecieron en Egipto en 1928 con el propósito de intervenir en la revitalización de la religión a través de la atención a los problemas sociales de los sectores populares. Denunciaron la injusticia social que permitía que los ingleses tuvieran lujosas mansiones mientras el pueblo vivía en chozas miserables. Criticaron a los ulemas y a los políticos árabes que no hacían nada para resolver las condiciones de vida de los desposeídos. Para transformar este panorama no era preciso copiar ni la Revolución francesa ni la rusa: mucho antes, el profeta Mahoma ya había proclamado el valor de la libertad, la igualdad, la fraternidad y la justicia social. La Hermandad, liderada por Hasan al-Banna, propuso al pueblo volver al islam entendido como un estilo de vida que le permitiría recobrar la energía que poseía antes de ser colonizado, y al mismo tiempo desplegó una red de organizaciones de asistencia social: escuelas, clínicas, sindicatos, centros para la formación física de los jóvenes.
El contexto en que se creó la Asociación era de un gran desconcierto en el mundo musulmán. Por un lado, su desmembración por las potencias cristianas vencedoras en la Gran Guerra. Por otro, el califato, que simbolizaba la unidad de los creyentes de todo el mundo, fue abolido por Atatürk en 1924, y fue sustituido por una república turca nacionalista y laica.
Frente al partido nacionalista egipcio de la época, que reclamaba la independencia y una constitución democrática, los Hermanos recordaban que “nuestra constitución es el Corán”. En algunos años se convirtió en un movimiento de masas con especial inserción en la pequeña burguesía urbana de origen modesto, pero con capacidad para llegar a otros grupos sociales: el campesinado y los estudiantes. Al mismo tiempo lograba mantener relaciones con el círculo que rodeaba al monarca que visualizó a la Asociación como un contrapeso útil frente a los nacionalistas laicos. Su auge fue posible mientras mantuvieron unidos a diferentes grupos sociales que podrían haberse enfrentado entre sí: la plebe urbana, los campesinos, estudiantes, círculos allegados al palacio Real, pero que se ligaron a través de la identidad cultural y religiosa esgrimida por los Hermanos.
La difusión de sus ideas fue acompañada por una intensa actividad en el terreno social: escuelas, talleres dispensarios instalados en los alrededores de las mezquitas que controlaban. Cuando se intensificaron los conflictos políticos y religiosos el nexo forjado entre diferentes grupos sociales se resquebrajó. En 1949 Banna fue asesinado y los Hermanos como los demás partidos se involucraron en la violencia política de los últimos años de la monarquía.
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HASAN AL-BANNA (1906-1949).
EN SUS CONSIDERACIONES SOBRE LA YIHAD, BANNA SOSTUVO QUE EL ISLAM LEGITIMABA LA GUERRA SÓLO EN CINCO SITUACIONES:
LA RESISTENCIA A LA AGRESIÓN Y LA LEGÍTIMA DEFENSA PARA PROTEGER A LOS PADRES, LOS BIENES, LA PATRIA O LA RELIGIÓN (EL DÎN).
LA DEFENSA DE LA LIBERTAD DE FE Y DE PRÁCTICA PARA LOS CREYENTES QUE SE VEAN PERSEGUIDOS, AGREDIDOS O EXILIADOS A CAUSA DE SU RELIGIÓN.
LA DEFENSA DE LA LIBRE EXPRESIÓN DEL MENSAJE DEL ISLAM PARA QUE LLEGUE A TODOS LOS HOMBRES Y QUE CADA UNO PUEDA DECIDIRSE CLARAMENTE Y CON CONOCIMIENTO DE CAUSA ANTE SU CONTENIDO.
EL CASTIGO A AQUELLOS QUE HAN TRAICIONADO UN PACTO DESPUÉS DE HABERLO FIRMADO U OPONERSE A UN GRUPO QUE IMPULSA Y DIFUNDE LA SEDICIÓN ENTRE LOS MUSULMANES.
LA SALVACIÓN DE LOS MUSULMANES VÍCTIMAS DE INJUSTICIAS, SEAN LAS QUE SEAN, Y AYUDARLES CON TODAS LAS FUERZAS CONTRA LOS AGRESORES.
Los Hermanos eran críticos de la corriente wahhabí imperante en Arabia Saudita debido a su interpretación literal de la ley islámica, y no se definieron acerca del tipo de gobierno apropiado para un Estado musulmán, pero insistieron en que debía resultar de una decisión propia y no de la imposición occidental. Desde Egipto, los Hermanos se extendieron primero a Palestina y después a todos los países de Medio Oriente. Llegaron a tener dos millones de miembros en 1949.
En Túnez y Marruecos, Francia mantuvo en teoría el estatuto del protectorado, pero en los hechos dejó de lado las restricciones impuestas a su autoridad por los tratados e impuso la administración directa y la política de asimilación, o sea una dominación colonial sin anexión explícita. Las atribuciones de los gobiernos nativos fue cada vez más restringidas, mientras que los administradores franceses guiaban sus decisiones teniendo en cuenta los intereses de los colonos franceses.
El movimiento nacionalista en Túnez era casi tan antiguo como el protectorado. La primera organización, los Jóvenes Tunecinos, se orientó en principio a favor del panarabismo. Después de la Gran Guerra dio un giro: adoptó el nombre Destour (constitución), concitó la adhesión de los jóvenes tunecinos educados en Francia, y postuló la aprobación de una constitución que sustentara un régimen parlamentario con plena participación de los tunecinos en las elecciones y el desempeño de los cargos gubernativos. París se limitó a crear en los años veinte un gran consejo puramente consultivo.
El fracaso de los planes reformistas del Destour y el empeoramiento de las condiciones económicas en el marco de la crisis de 1930 favorecieron la radicalización. En 1934, una escisión del Destour dio vida al Neo-Destour, dirigido por Habib Burgiba, un intelectual tunecino que volvió de Francia en 1927, “cargado de títulos” pero víctima del paro que sufrían muchos de sus compatriotas. Los neo-destourianos organizaron una amplia oleada de huelgas y movilizaciones en 1937 y 1938, muy duramente reprimidas por las autoridades francesas. El hecho de que el partido sobreviviera mientras todos sus dirigentes estaban presos reveló que tenía una sólida base social.
En 1934 se constituyó el Comité de Acción Marroquí que reconoce en el sultán al jefe del moderado movimiento nacionalista y presenta un plan de de reformas a las autoridades francesas. El documento reclamó la transformación progresiva del protectorado en una especie de mandato, solicitó que Francia apoyase la transformación de Marruecos en un Estado moderno y con creciente autonomía. El Comité organizó también campañas de denuncia de la política francesa en el campo y las ciudades, pero sin que el movimiento nacionalista lograse superar las tensiones entre moderados y radicales. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, el nacionalismo marroquí aún buscaba su camino.
Libia ocupó siempre una posición intermedia en las relaciones político-económicas del norte de África. La frontera con Egipto (donde reinaron, incluso, dos dinastías libias entre los siglos X y VIII a. C.) permitió el contacto cultural, pero nunca la formación de un Estado unificado. Luego de la conquista árabe en el siglo VII, los nuevos centros de poder fueron Túnez y Marruecos de un lado, y Egipto del otro, lo que mantuvo su situación de frontera.
El comercio y la piratería convirtieron a Trípoli en uno de los principales puertos del Mediterráneo y dieron lugar a intervenciones europeas y turcas. A mediados del siglo XVI Solimán el Magnífico incorporó la región al Imperio otomano, sin someterla acabadamente
El debilitamiento del poder otomano en el siglo XIX posibilitó la emergencia de proyectos independentistas. En 1837 Mohamed al-Sanusi, nacido en Argelia, fundó una hermandad musulmana clandestina, conocida como Sanusiya, que promovió la resistencia contra los turcos. Al igual que Abd-al Wahhab en la península arábiga, al-Sanusi exigió la aplicación cabal de la sharia, pero con un criterio menos radical que el líder religioso saudita.
En 1911 Italia ocupó el litoral libio que, en ese momento, era la última posesión turca en el norte de África. Durante la Primera Guerra Mundial, los italianos se instalaron en los puertos de Trípoli y Homs, pero sin avanzar sobre el resto del territorio. En la posguerra Italia debió enfrentar la resistencia de los sanusis, que se prolongó hasta 1931. Mussolini logró incorporar Libia a la Italia fascista.
Argelia tuvo un estatuto diferente al de protectorado. En este caso París no intentó pactar con las elites locales, Argelia se convirtió en un departamento más de Francia al que acudirían los colonos franceses para ocupar sus tierras y más tarde promover una industria incipiente. La expresión “L’Algerie francaise” fue retórica, la mayor parte de los los argelinos carecieron de derechos ciudadanos.
TUAREG ATRAVESANDO EL DESIERTO EN ARGELIA.
LOS TUAREG, NUMEROSOS GRUPOS QUE COMPARTEN UN IDIOMA, SON UN PUEBLO BEREBER ORIGINARIO DE ÁFRICA DEL NORTE. HASTA INICIADA LA COLONIZACIÓN FRANCESA, CUANDO SE PRODUJO EL GRAN QUIEBRE EN SU CULTURA COMENZANDO UN PROCESO DE EXTERMINIO, LA CONFEDERACIÓN TUAREG DOMINÓ EL COMERCIO Y LAS VÍAS DE COMUNICACIÓN DEL DESIERTO Y LA SABANA. SU ACTIVIDAD CONSISTÍA EN EL TRASLADO DE MERCADERÍAS DE OESTE A ESTE, DESDE EL OCÉANO ATLÁNTICO AL MAR MEDITERRÁNEO, ASÍ COMO TAMBIÉN EL INTERCAMBIO O CANJE DE ESPECIAS ENTRE DIFERENTES GRUPOS, SIEMPRE EN CARAVANAS DE CIENTOS DE CAMELLOS. EN EL PRESENTE SU POBLACIÓN SE EXTIENDE POR CINCO PAÍSES AFRICANOS: ARGELIA, LIBIA, NÍGER, MALÍ Y BURKINA FASO.
La gran contradicción que recorría Argelia derivaba de la coexistencia de dos grupos, los nativos y los europeos, diferenciados por sus orígenes étnicos, lengua, religión y costumbres, pero escindidos básicamente por la instrumentación de esas diferencias por parte de la metrópoli y los colonos europeos para anular la identidad cultural de la población originaria y someterla a su explotación. En el plano de la educación, por ejemplo, todos los niños eran educados bajo la consigna: “nuestros antepasados los galos”. Se hizo cada vez más profundo el foso entre la comunidad francesa de ciudadanía plena (descendientes de colonos, pero enraizados por varias generaciones en Argelia, los llamados pieds noirs) y la masa de la población autóctona.
En los primeros años del siglo XX hubo movimientos de opinión, entre los que destacó el de los autodenominados Jóvenes Franceses Musulmanes, a favor de la asimilación política y social de los nativos, un objetivo en principio limitado, pero que era rechazado por los europeos. Los franceses residentes en Argelia, como casi todas las minorías conquistadoras que convivían con un alto número de nativos, eran partidarios de un sometimiento completo.
Los trabajos de Ferhat Abbas, miembro de la elite intelectual argelina, también impulsaron la idea de la integración. En su libro El joven argelino, publicado en 1931, reclamó la igualdad de derechos en el marco de la soberanía francesa: “[…] somos musulmanes y franceses; somos indígenas y franceses. […] No hay en el libro sagrado nada que impida a un argelino musulmán ser un francés de nacionalidad con brazos fuertes, inteligencia despierta, corazón leal, consciente de la solidaridad nacional; no hay nada salvo la nacionalización”. Los intelectuales argelinos que por sus estudios compartían el ideario occidental esperaban que Francia aplicase en Argelia los principios liberales que aprendieron en la escuela, pero esta fue solo una de las alternativas esgrimidas en el período de entreguerras.
FERHAT ABBAS (1899-1985).
FUE PRESIDENTE DEL GOBIERNO PROVISIONAL DE LA REPÚBLICA DE ARGELINA DESDE 1958 A 1961 Y DESPUÉS DE LA INDEPENDENCIA, EL PRIMER PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ARGELINA DEMOCRÁTICA Y POPULAR (1962-1963).
A fines de la década de 1920, la Estrella Norteafricana, organización de los trabajadores emigrantes en Francia, asumió en cambio la postura anticolonialista impulsada por Messali Hadj. El nacionalismo radical de este dirigente le costó estar en permanente conflicto con las autoridades francesas y pasar a la clandestinidad en reiteradas oportunidades, sin que la agrupación lograra un peso significativo. En 1937, la Estrella Norteafricana fue reemplazada por el Partido del Pueblo Argelino, que reclamó la independencia “con la ayuda de Francia” y obtuvo una destacada presencia en las grandes ciudades argelinas combinando principios nacionalistas y socialistas.
Otra línea fue la esgrimida por los reformadores religiosos, entre quienes destacó Abdelhamid Ibn Badis. Este sector defendió la acabada independencia de Argelia a través de la idea de una patria musulmana. Ibn Badis se propuso hacer del islam la bandera nacional de Argelia. Con el propósito de difundir los principios de un islam depurado y proteger a los argelinos del laicismo impulsado por las fuerzas colonizadoras creó dos revistas. Primero Al-Muntaqid (El Censor) en 1924, rápidamente clausurada por Francia a raíz de un artículo que defendía la rebelión del Rif en Marruecos, y a fines de 1925 Al-Chihab (El Meteoro) que perduró hasta la Segunda Guerra Mundial. En su opinión, “la reforma de los musulmanes debía anteceder y condicionar al proceso de liberación sociopolítica frente a una dominación colonial occidental que constituía la expresión más visible del problema”.
Los ulemas rechazaron todo intento de asimilación. Su consigna, “el islam es nuestra religión, Argelia nuestra patria, el árabe nuestra lengua”, fue la base del programa adoptado por la Asociación de los Ulemas de Argelia fundada por Ibn Badis en 1931, después del Congreso Musulmán de Jerusalén. El propósito de Ibn Badis era que la teología reformista jugase “un papel de fermento ideológico para toda una generación de militantes” que se estaban formando en las escuelas que dependían de este grupo y que comenzaron a enseñar la lengua árabe a partir de 1920. Otro principio en el que insistió Ibn Badis fue la no vinculación de los nativos con la administración colonial, era “necesario y obligatorio alejarse de toda función pública si uno se prepara para estar al servicio del islam”.
Mientras la acción de los Jóvenes Argelinos atrajo la atención de las autoridades y de los colonos europeos, la de los ulemas pasó casi inadvertida durante mucho tiempo.
ABDELHAMID IBN BADIS (1889-1940)
PALABRAS DEL EDITORIAL CON QUE SE PRESENTÓ EL PRIMER NÚMERO DE AL-CHIHAB:
“AL-MUNTAQID HA SIDO SUSPENDIDO, PERO HE AQUÍ A SU ‘HERMANO’ AL-CHIHAB. UN CHIHAB ‘ESTRELLA’ EN EL CIELO DE LA LIBERTAD, DE LA FRATERNIDAD, DE LA IGUALDAD, IDEALES EXALTADOS POR EL ISLAM, LOS MISMOS POR LOS QUE HAN MUERTO LOS FRANCESES LIBRES Y QUE HAN PERMANECIDO COMO LA DIVISA DE FRANCIA, ALLÍ DONDE ONDEE SU BANDERA TRICOLOR […].
UN CHIHAB ‘METEORO’ VIGILANTE, DEFENSOR DE LA VERDADERA RELIGIÓN CONTRA LOS ATENTADOS DE LOS IMPOSTORES Y DE LOS CÓMPLICES DE CENSURABLES INNOVACIONES”.
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