FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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El monumento de Tatlin y las nuevas instituciones culturales soviéticas


Luego del establecimiento de un Estado socialista se crearon con celeridad una serie de organismos oficiales para la cultura. Entre ellos, el Departamento de Bellas Artes (IZO) con dependencias en San Petersburgo y Moscú. Fue en esta última sede donde se nucleó un conjunto de artistas más homogéneo y vanguardista, como Tatlin y Rodchenko. Además de las tareas administrativas, los artistas del Departamento tenían a su cargo las decoraciones callejeras para las celebraciones de las nuevas fiestas revolucionarias que combinaban pintura, escultura, música y teatro. Así, abandonaban la posición antiinstitucional de la bohemia para jugar un papel central en la reorganización de la cultura por parte del Estado. En este sentido, no solo los artistas hicieron propia a la Revolución, sino que los bolcheviques les dieron independencia en la gestión de los organismos culturales. Pero la tarea de poner en marcha un programa integral fue obstaculizada por la guerra civil que se prolongó de forma intermitente entre 1918 y 1921. Solo a partir de este año la vanguardia rusa de corte futurista y cosmopolita tomó una relevancia decisiva en el contexto del Estado socialista.

Precisamente, el término “constructivismo” surgió en 1921 con la intención de formular unas prácticas estéticas divergentes de las bellas artes tradicionales y proyectadas hacia la futura sociedad sin clases. La propuesta implicaba abandonar la pintura y la escultura en tanto arte individualista y secuela de una sociedad burguesa que la Revolución dejaba definitivamente atrás. Los constructivistas pretendían, en cambio, instaurar un tipo de práctica que fuera pertinente a una nueva sociedad organizada sobre bases proletarias colectivas: construcciones en vez de obras de arte de carácter narrativo que respondieran a la expresión subjetiva del artista. Se defendía la producción de objetos no figurativos compuestos por diversos materiales organizados según leyes y técnicas específicas. Obras que tematizaran esos materiales, sus interrelaciones y la interacción con el entorno inmediato.

No obstante la voluntad innovadora, la formulación de la propuesta constructivista abrevó en el vocabulario formal y la experimentación material desarrollados durante los primeros años del siglo XX. De hecho, la forma artística se describía con términos similares: punto, línea, superficie, plano, espacio, color, textura. Y se compartía la idea de que el arte era una suerte de lenguaje constituido por componentes formales, e independiente de su parecido con los objetos de la realidad. Este lenguaje no era un vehículo para la narración en imágenes, sino que constituía una trama con su propia densidad. Esta continuidad con la producción artística prerrevolucionaria puede seguirse en la trayectoria del mismo Tatlin, quien realizó sus primeras construcciones no utilitarias en 1913 durante una estadía en París. Ese año dejó de pintar para experimentar con el ensamblado de pequeños objetos de metal, madera y cristal, materiales que pertenecían más a la esfera de la producción industrial que a la del arte.

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VLADIMIR E. TATLIN, CONTRARRELIEVE (1914-1915), HIERRO, COBRE, MADERA Y SOGA, 118 X 71 CM. MUSEO ESTATAL RUSO, SAN PETERSBURGO.












Continuó en esta línea hasta 1920 cuando, junto con otros artistas, comenzó a dar a su obra una dimensión utilitaria. Ese fue el año en que propuso su Monumento a la Tercera Internacional en respuesta a un encargo oficial.

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MODELO DEL MONUMENTO A LA TERCERA INTERNACIONAL DE UNOS CINCO METROS DE ALTURA AL LADO, EL EQUIPO QUE CONSTRUYÓ LA MAQUETA: TATLIN, SHAPIRO Y MEERZON. FOTOGRAFÍA (1920).





Con este proyecto, Tatlin pretendía enmendar la demora de la construcción de las esculturas conmemorativas propuestas en el plan de Lenin y, sobre todo, erigir un monumento que también fuera inaugural en términos formales. Como director del IZO de Moscú, insistía en el carácter libre que debían tener los monumentos del Estado socialista. Desde su punto de vista, la configuración de una sociedad nueva requería representaciones renovadas de sí misma. El monumento figurativo tradicional no era capaz de transformar desde sus fundamentos el aspecto de las ciudades. Este objetivo se lograría si se trabajaba en la síntesis de arquitectura, pintura y escultura. Para difundir la idea de dinamismo, que Tatlin veía como inherente tanto a esa nueva sociedad como al desarrollo tecnológico, el monumento debía encarnar ese movimiento en vez de representarlo. En consecuencia, basó este proyecto en formas tales como la espiral y la diagonal, ambas de gran dinamismo visual, e incorporó materiales modernos y técnicas de ingeniería avanzadas. Así, el Monumento a la Tercera Internacional recuerda a la estructura de hierro de la torre Eiffel, erigida para la Exposición Universal parisina de 1889 en un alarde técnico inédito, pero se trataba de una propuesta más compleja: por dentro del armazón metálico espiralado Tatlin preveía estructuras interiores de cristal (un cubo, un cilindro, una pirámide y una semiesfera) que funcionarían como dependencias oficiales. De este modo, si bien reaccionaba contra la práctica tradicional propuesta por el plan de Lenin, al mismo tiempo respondía al tono utópico de la idea de propaganda contenida en ese plan.


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