FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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Pintura y temas modernos en un París transformado

 

 

Con las grandes reformas urbanas del barón Haussman (la apertura de bulevares, la construcción de puentes, el despeje de explanadas a orillas del río Sena, etc.), desde la década de 1850 París había cambiado de modo radical. Ya no se caracterizada por sus calles y puentes estrechos. Junto con estas profundas modificaciones materiales de la ciudad, también cambiaban los modos de vida y la visibilidad pública de los sectores beneficiados por el crecimiento comercial. Esta transformación en una gran ciudad moderna y esos nuevos hábitos sociales en los cafés, restaurantes, parques y teatros fueron tematizados por los pintores impresionistas. Pero también cambiaron los modos de representar: las nuevas maneras de pintar que, al abandonar tanto las gradaciones de grises para simular volumen como el acabado con pincelada imperceptible, podían ir en detrimento de la claridad de la representación.

 

Una serie de pinturas realizadas por Monet y Renoir en 1869 pueden ser útiles para percibir la nueva visualidad puesta en obra por los impresionistas. Se trata de seis cuadros que pintaron en la Grenoullière, un lugar fuera de París situado a orillas del Sena, que en esos años era cada vez más frecuentado para descansar y practicar natación, remo, pesca o asistir al restaurante y al salón de baile. Resumiendo, se podía hacer todo aquello que le gustaba al habitante de la ciudad en su día de descanso, lo que lo convertía también en un lugar adecuado para ser tema del arte moderno. Pero, si pintar al aire libre (fuera del estudio) ya era habitual en los paisajistas, no lo eran ni la amplia gama de tonos, ni los colores vivos, ni la pincelada rápida y corta que presentan estas obras. Se trata de un intento de representar el mundo, no tanto como cuerpos sólidos que ocupan el espacio, sino como unas condiciones concretas y momentáneas de atmósfera y de luz. Así, Monet sustituyó el modelado basado en una gradación de luces y sombras por un efecto general de animación de las escenas representadas, dado por la agitación de la superficie de la tela.

 

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CLAUDE MONET, LOS BAÑOS DE LA GRENOULLIÈRE (1869), ÓLEO SOBRE TELA, 73 X 92 CM. NATIONAL GALLERY, LONDRES.

 

 

 

 

 

 

Monet era ambicioso –señala Charles Harrison–, quería pintar un cuadro “importante” que, al mismo tiempo, produjera “impresión” moderna. Pero al pintar esos pequeños cuadros se dio cuenta de que, pasados a una tela de mayor tamaño, se perdía la pincelada gruesa y el resultado se parecía demasiado a la pintura tradicional. A diferencia de Renoir, Monet abandonó la descripción de la vida ciudadana y dedicó sus lienzos a las parvas, la fachada de la catedral de Rouen o las flores acuáticas de su residencia en Giverny. Esto no quiere decir que todos los pintores desistieran en el intento de reconciliar los temas modernos con la modernidad en la creación artística. Almuerzo en Bougival (1881), de Pierre-Auguste Renoir (1841-1919) puede contribuir a aclarar esta cuestión.

 

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AUGUSTE RENOIR, ALMUERZO EN BOUGIVAL (1881), ÓLEO SOBRE TELA, 129 X 173 CM. PHILLIPS COLLECTION, WASHINGTON.

 

 

 

 

 

 

 

Cuadro de gran tamaño y composición compleja, realizado con pincelada amplia y sin el claroscuro tradicional, representa de manera convincente un tema parecido al de la serie de la Grenoullière.

 

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GEORGES SEURAT, UN DOMINGO DE VERANO EN LA ISLA DE LA GRANDE JATTE (1884-1886), ÓLEO SOBRE TELA, 206 X 306 CM. ART INSTITUTE OF CHICAGO.

 

 

 

 

 

De modo similar, Un domingo de verano en la isla de la Grande Jatte (1884-1886), de Georges Seurat (1859-1891), intenta conciliar técnica y tema modernos. Este pintor desarrolló una suerte de método que se conoce como puntillismo y que se caracteriza por una pincelada que se percibe a simple vista pero es más homogénea y ordenada que la de Monet, y también por el uso de lo que se denomina “mezcla óptica”. Esto es, en vez de mezclar los colores en la paleta, aplicaba sobre la tela pinceladas yuxtapuestas de uno y otro tono. Dada la corta distancia entre estos puntos, la mezcla de los colores tiene lugar en nuestro sistema nervioso.

 

Más allá de las diferencias entre uno y otro pintor, los impresionistas convirtieron la sensación del mundo natural en una forma de medir la autenticidad de la experiencia y, por lo tanto, la realidad objetiva. Para comprender la modernidad del impresionismo es fundamental señalar que en cada uno de los casos mencionados el efecto final se resiste a ser traducido en palabras. Aunque se puedan arriesgar interpretaciones sobre el tema y el significado, el contenido del cuadro resulta inseparable del medio que se utiliza para su expresión, el medio pictórico.

 

 

 

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