FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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La guerra entre Vietnam y Francia

I. La Guerra Fría


En virtud de la superioridad de tropas y armas francesas, las ciudades del sur fueron cayendo en su poder y el Vietminh debió refugiarse en selvas y zonas rurales y a recurrir a estrategias guerrilleras. Ho Chi Minh recibió, en primer, lugar el decidido apoyo de China y más tarde, la más cautelosa ayuda de la URSS. Los comunistas vietnamitas se vincularon con los movimientos de resistencia de Laos (Pathet-Lao) y de Camboya (Kmer-lssara), que encabezaban en esos países la lucha contra el invasor francés.
A partir de 1952 la iniciativa pasó a manos del Vietminh, pero el gobierno norteamericano comenzó a entregar recursos a Francia para impedir el triunfo de los comunistas que ya gobernaban China y no pudieron ser vencidos en Corea. En 1953 se puso en marcha una gran ofensiva francesa con el objetivo principal de apoderarse de Dien Bien Phu que, se supuso, constituiría una sólida base aérea en el flanco meridional de China. Esta acción que desembocó en la derrota de la metrópoli fue intensamente debatida entre los políticos y los militares que asumieron su conducción.
Según el escritor británico Graham Greene, Dien Bien Phu "marcó virtualmente el fin de cualquier esperanza que hubieran tenido las potencias occidentales de dominar el Oriente"


GRAHAM GREENE (1904-1991) GRAHAM GREENE (1904-1991)


En las memorias escritas en 1980, Vias De Escape, Greene dejó testimonio de su desacuerdo con esta acción bélica:
“La valentía siempre hallará un cronista, pero lo que sigue siendo un misterio hasta hoy es por qué se peleó la batalla en cualquier caso, por qué se comprometieron 12 batallones del ejército francés en la defensa de una guarnición situada en un terreno sin esperanza geográfica; sin esperanza para la defensa y sin esperanza para su segundo objetivo, ya que la guarnición se proponía como base de operaciones ofensivas (…)
La guerra, que había empezado en septiembre de 1946, había llevado a las tropas, en 1953, no tanto a un periodo de agotamiento como de cinismo y orgullo tenaz; no creían en ninguna solución pero no estaban preparadas para ninguna rendición. En el delta sureño, alrededor de Saigón, durante mucho tiempo había sido una guerra de emboscadas y desgaste; de ataques repentinos con bombas y granadas de mano en el mismo Saigón; en el norte, en Tonkin, las defensas francesas contra el vietminh dependían de las así llamadas líneas de Hanoi, establecidas por el general De Lattre. Las líneas no eran líneas reales; los regimientos del vietminh salían de los arrozales en ataques repentinos cerca del mismo Hanoi antes de desvanecerse otra vez en el lodo. Fui testigo de un ataque así en Phat Diem, y en Bui Chu, bien adentro de las líneas, el fuego de morteros perturbaba el sueño hasta el amanecer (…)
Cuando visité el campamento por 24 horas, en enero de 1954, el enorme trabajo logístico ya se había realizado; la pista aérea estaba protegida por puntos de resistencia sobre pequeñas colinas, había trincheras, refugios subterráneos, y kilómetros y kilómetros y kilómetros de alambradas. (…) pero lo que me impresionó cuando volaba hacia allá en un avión de transporte desde Hanoi, distante 300 kilómetros, sobre montañas infranqueables para una fuerza mecanizada, era la vulnerabilidad y el aislamiento de la guarnición. Podía reforzársele –o evacuarla– sólo por aire, con excepción de la ruta a Laos, y mientras bajábamos a la pista aérea, mi conciencia estaba intranquila al volar sólo unos cuantos cientos de pies encima del enemigo invisible. (…)
Mientras tanto, antes que empezara el bombardeo, las esposas y las novias de los oficiales los visitaban por transporte aéreo al puesto durante unas pocas horas diurnas: se daban pequeñas escenas ardientes en los refugios subterráneos; era patético y disculpable, a pesar de que no era guerra. Los contingentes nativos, también, tenían sus esposas –de manera más permanente– con ellos, y era conmovedor ver la escena de una mujer amamantando a su bebé junto a un centinela bajo colinas expectantes. No era guerra, no era optimismo; era la última oportunidad”.

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