FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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III. Los años dorados en el capitalismo central

Introducción


Más allá de los rasgos peculiares asumidos por la expansión en cada país, esta fue el resultado de la exitosa combinación de tres factores: la definida hegemonía de los EE.UU. a nivel económico, ideológico, político y militar; la extendida industrialización sobre la base del fordismo, y el destacado consenso respecto de la intervención del Estado, tanto para evitar el impacto negativo de la fase recesiva del ciclo económico como para garantizar la provisión de servicios sociales básicos al conjunto de la población.

En 1945 no existían dudas acerca del enorme poder de los Estados Unidos. Su fuerza militar había sido decisiva para dar fin a la guerra. La explosión de las dos bombas atómicas sobre Japón confirmó su superioridad técnica y militar. Durante la guerra, la economía norteamericana creció hasta el punto de que representaba el 50 % del producto interno bruto del mundo entero, poseía el 80 % de las reservas mundiales de oro, producía la mitad de las manufacturas mundiales, y el dólar se había convertido en el pilar central del sistema monetario y comercial internacional.

Un rasgo novedoso del período de posguerra fue, junto con las altas tasas de crecimiento, que las recesiones fueran muy débiles y no significaran mucho más que pausas en el marco de la expansión. La consolidación del crecimiento económico en los centros capitalistas fue acompañada, como en la era del imperialismo, por un destacado incremento del comercio mundial y de las inversiones en el exterior, pero ahora los capitales estadounidenses reemplazaron a los británicos y no hubo migraciones internacionales como las del capitalismo global de fines del siglo xix.

Una vez alcanzada la reconstrucción, en la década de 1950, la mayor parte de la población europea tuvo acceso a productos, automóviles, heladeras, televisores que antes de la guerra solo habían estado al alcance de familias con altos ingresos. La expansión del crédito contribuyó a la ampliación y el sostenimiento de la demanda. Esta creció bajo el doble impulso de los mejores ingresos y las técnicas de la publicidad que promovieron la satisfacción de deseos vía la compra de bienes o el uso del tiempo libre en actividades disponibles en el mercado. Los números no dejan dudas sobre la pertinencia del término “años dorados”: entre 1957 y 1973 el poder de compra se duplicó y la tasa de desempleo, hasta 1967, fue inferior al 2 %.

Una visión dominante en los años dorados respecto de la marcha de la economía fue que el capitalismo había aprendido a autorregularse gracias a la intervención del Estado, y que los gastos sociales actuaban como estabilizadores automáticos garantizando un crecimiento regular. En ese contexto, el premio Nobel de Economía Paul Samuelson anunció que “gracias al empleo apropiado y reforzado de las políticas monetarias y fiscales, nuestro sistema de economía mixta puede evitar los excesos de los booms y las depresiones, y puede plantearse un crecimiento regular”.

El Estado benefactor desarrollado ha sido una de las marcas distintivas de la edad de oro. Aunque para muchos marxistas fue apenas un apéndice funcional que aceitaba el desenvolvimiento del fordismo, su consolidación representó un esfuerzo de reconstrucción económica, moral y política. En lo económico se apartó de la teoría económica liberal ortodoxa, que subordina la situación de los individuos, grupos y clases sociales a las leyes del mercado, y en su lugar promovió el incremento del nivel de ingresos y la ampliación de la seguridad laboral. En lo moral propició las ideas de justicia social y solidaridad. En lo político, se vinculó con la reafirmación de la democracia.

El rápido e intenso crecimiento económico de los años cincuenta y sesenta fue acompañado por un importante grado de estabilidad social que se quebró a fines de los años sesenta. En 1968, en el momento en que la exitosa combinación de fordismo y keynesianismo se agrietaba –aunque esto no fue percibido por los contemporáneos– tuvo lugar una extendida movilización social y cultural que cuestionó los pilares de la sociedad de consumo, exigiendo la más plena libertad individual y protestando contra la subordinación del obrero a la cadena de montaje.


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