FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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El socialismo africano

V. El tercer mundo

 

 

JULIUS NYERERE JULIUS NYERERE (1922-1999)

 

SE EDUCÓ EN INGLATERRA Y TRAS DOCTORARSE EN LETRAS Y DERECHO EN LA UNIVERSIDAD DE EDIMBURGO, REGRESÓ A SU PAÍS NATAL. EN 1954 FUNDÓ LA UNIÓN NACIONAL AFRICANA DE TANGANICA, VIAJÓ A LA UNIÓN SOVIÉTICA Y A CHINA, EN BUSCA DE APOYO MILITAR Y POLÍTICO.

EN 1961 FUE PROCLAMADO PRESIDENTE DE LA NUEVA REPÚBLICA INDEPENDIENTE. EN ABRIL DE 1964 SE CONSTITUYÓ UNA FEDERACIÓN ENTRE TANGANICA Y ZANZÍBAR, QUE PASó A DENOMINARSE REPÚBLICA UNIDA DE TANZANIA, DE LA QUE NYERERE FUE SU PRESIDENTE HASTA 1985.

CON LA DECLARACIÓN DE ARUSHA, DE 1967, FIJÓ SU PROGRAMA PARA UN "SOCIALISMO TANZANO", Y PROCEDIÓ A LA NACIONALIZACIÓN DE CASI TODA LA ECONOMÍA, ESPECIALMENTE LA BANCA Y LAS EMPRESAS PRIVADAS, E INSTALÓ AL CAMPESINADO EN RÉGIMEN DE COOPERATIVAS CON PROPIEDAD COMÚN DE LA TIERRA. EL SOCIALISMO UJAMAA (COMUNIDAD) DIO LA MÁXIMA PRIORIDAD AL MUNDO RURAL Y A LA REDUCCIÓN DE LAS DESIGUALDADES SOCIALES MEDIANTE LA ELIMINACIÓN DE LA EDUCACIÓN ELITISTA EN INGLÉS A FAVOR DE LA EDUCACIÓN EN KISWAHILI. EN EL PLANO POLÍTICO PROPUSO LA “DEMOCRACIA CONSENSUAL” QUE ACEPTABA EL PLURALISMO DE CANDIDATOS, PERO DENTRO DEL PARTIDO ÚNICO.

 

 

Fragmento de un discurso pronunciado por Nyerere en abril de1962, cuando ya era presidente de Tanganica (actual Tanzania) en el marco de una Conferencia sobre el Socialismo Africano realizada en el colegio Kivukoni, en la ciudad de Dar Es Salam.

 

“El socialismo -como la democracia- es una actitud mental. En una sociedad socialista es la actitud mental socialista, y no la rígida adhesión a una norma política uniforme, lo que se necesita para conseguir que las gentes cuiden unas del bienestar de otras.

El propósito de este trabajo es examinar esa actitud. No esta destinado a definir las instituciones que pueden ser necesarias para encararla en una sociedad moderna.

En el individuo, como en la sociedad, es una actitud mental lo que distingue al socialista del no socialista. No tiene nada que ver con la posesión a la no posesión de riqueza. Personas indigentes pueden ser capitalistas en potencia, explotadores de seres humanos prójimos suyos. Del mismo modo, puede ser socialista un millonario; puede dar valor a su riqueza sólo porque puede usarse en el servicio del prójimo. Pero el individuo que usa la riqueza con propósito de dominar a sus prójimos es un capitalista. ¡Y es tal el hombre, que lo hace siempre que puede!

He dicho que un millonario puede ser un buen socialista. Pero un socialista millonario es un fenómeno raro. Realmente, es una contradicción en los términos. La aparición de millonarios en una sociedad no es prueba de la opulencia de ésta; pueden producirse en países muy pobres, como Tanganica, lo mismo que en países ricos, como los Estados Unidos de América. Porque no es la eficacia de la producción, ni la cantidad de riqueza de un país, lo que forma millonarios; es la distribución desigual de lo que se produce. La diferencia fundamental entre una sociedad socialista y una sociedad capitalista no está en los métodos de producir riquezas, sino en el modo en que ésta se distribuye. Por lo tanto, aunque un millonario podría ser un buen socialista, difícilmente puede ser producto de una sociedad socialista.

Como la aparición de millonarios en una sociedad no depende de la opulencia de ésta, los sociólogos deben hallar interesante averiguar por qué nuestras sociedades de África no producen, realmente, millonarios, pues indudablemente tenemos riqueza bastante para producir algunos. Creo que los sociólogos descubrirían que es porque la organización de la sociedad africana tradicional -su distribución de la riqueza que produce- es de tal naturaleza, que difícilmente hay espacio alguno para el parasitismo. También pueden ver, naturalmente, que a consecuencia de eso África no podía producir una clase ociosa de terratenientes y, por lo tanto, no habría nadie que produjese las obras de arte o de ciencia de que pueden vanagloriarse las sociedades capitalistas. Pero las obras de arte y los descubrimientos científicos son productos del intelecto, que, como la tierra, es uno de los dones de Dios al hombre. Y yo no puedo creer que Dios sea tan descuidado que haya hecho que el uso de uno de sus dones dependa del abuso del otro.

Los defensores del capitalismo alegan que la riqueza del millonario es la justa remuneración de su talento o su actividad. Pero ese alegato no tiene el apoyo de los hechos. La riqueza del millonario no depende de la actividad o los talentos del millonario mismo más de lo que el poder de un monarca feudal depende de sus propios esfuerzos, iniciativa o cerebro. Los dos son usuarios, explotadores, de las capacidades y la actividad de otros individuos. Aun cuando haya un millonario excepcionalmente inteligente y trabajador, la diferencia entre su inteligencia, su iniciativa y su laboriosidad y las de otros individuos de la sociedad posiblemente no pueda ser proporcional a la diferencia entre sus "remuneraciones". Tiene que haber algo que va mal en una sociedad en que un individuo, por trabajador o inteligente que sea, pueda adquirir una "remuneración" tan grande como la de mil de sus prójimos juntos.

La adquisividad con el propósito de adquirir poder y prestigio es antisocialista. En una sociedad adquisitiva la riqueza tiende a corromper a los que la poseen, tiende a producir en ellos el deseo de vivir más confortablemente que sus prójimos, de vestir y mejor y de aventajarlos de todas las maneras. Empiezan a creer que deben trepar cuanto puedan por encima de sus vecinos. El contraste visible entre sus comodidades y las incomodidades relativas del resto de la sociedad llega a ser casi esencial para el goce de su riqueza, y esto inicia la espiral de la competencia entre individuos, que entonces es antisocial.

Aparte de los efectos antisociales de la acumulación de riqueza personal, el deseo mismo de acumularla debe interpretarse como un voto de desconfianza al sistema social. Porque cuando una sociedad está organizada de manera que se cuida de sus individuos, nadie de aquella sociedad se preocupará de lo que será de él mañana si no acumula riqueza hoy. La sociedad misma se cuidará de él, o de su viuda, o de sus huérfanos. Esto es exactamente lo que la sociedad africana tradicional hacía con éxito. Tanto el individuo "rico" como el "pobre" estaban completamente seguros en la sociedad africana. Una catástrofe natural traía el hambre, pero traía el hambre para todos, "pobres" o "ricos”. Nadie perecía por falta de comida o de dignidad humana porque careciese de riqueza personal; podía confiar en la riqueza que poseía la comunidad de que era miembro. Eso era socialismo. Eso es socialismo. No puede haber socialismo adquisitivo, porque eso sería otra contradicción en los términos. El socialismo es esencialmente distributivo. Su incumbencia es procurar que quienes siembran recojan una parte justa de lo que siembran.

La producción de riqueza, ya sea por métodos primitivos o modernos, requiere tres cosas. Ante todo, tierra. Dios nos ha dado la tierra, y es de la tierra de donde sacamos las materias primas que transformamos para satisfacer nuestras necesidades. En segundo lugar, instrumentos. Hemos aprendido por pura experiencia que los instrumentos ayudan. En consecuencia, hacemos la azada, el hacha, la fábrica moderna o el tractor, para ayudarnos a producir riqueza, los bienes que necesitamos. Y en tercer lugar, esfuerzo o trabajo. No necesitamos leer a Carlos Marx ni a Adam Smith para saber que ni la tierra ni la azada producen realmente riqueza.

Y no necesitamos graduarnos en economía para saber que ni el trabajador ni el terrateniente producen tierra. La tierra es un don de Dios al hombre, y está ahí siempre. Pero sabemos, aun sin habernos graduado en economía, que el hacha y el arado fueron producidos por el trabajador. Algunos de nuestros amigos más complicados tienen que recibir, manifiestamente, la preparación intelectual más rigurosa simplemente para descubrir que las hachas de piedra fueron producidas por el antiguo caballero llamado "Hombre Primitivo" para hacerse más fácil desollar el antílope que acababa de matar con una maza, que también él se había hecho.

En la sociedad africana tradicional todos eran trabajadores. No había otra manera de ganar la vida para la comunidad. Hasta los ancianos, que parecían divertirse sin hacer nada y para quienes parecían trabajar todos, en realidad habían trabajado intensamente durante toda su juventud. La riqueza que parecían poseer ahora no era suya personalmente; sólo era suya,en cuanto ancianos del grupo que la había producido. Eran sus guardianes. La riqueza en sí misma no les daba poder ni prestigio. El respeto que les tenían los jóvenes era suyo porque, eran más ancianos que ellos y habían servido a la comunidad durante más tiempo; y el anciano "pobre" gozaba en nuestra sociedad de tanto respeto como el anciano “rico”.

Cuando digo que en la sociedad africana tradicional todo el mundo era un trabajador, no empleo la palabra "trabajador" simplemente como opuesta a "patrono", sino también como opuesta a "holgazán" u "ocioso”. Una de las manifestaciones más socialistas de nuestra sociedad era el sentido de seguridad que daba a sus individuos, y la hospitalidad universal en que podían confiar. Pero hoy día se olvida con demasiada frecuencia que la base de esa gran realización socialista era ésta: que se daba por sabido que todo individuo de la sociedad -salvo los niños y los enfermos únicamente- aportaba su justa parte de esfuerzo a la producción de la riqueza de aquélla. No sólo eran desconocidos el capitalista, o el explotador hacendado, en la sociedad africana tradicional, sino que tampoco teníamos esas otras formas de parásitos modernos: el holgazán u ocioso, que admite la hospitalidad de la sociedad como un "derecho" suyo, pero no da nada en cambio. Era imposible la explotación capitalista. La holganza era una ignominia incomprensible.

Aquellos de los nuestros que hablan del modo africano de vida y se enorgullecen, con toda razón, de conservar la tradición de hospitalidad que es parte tan importante de ella, quizás harían bien en recordar el dicho swahili: Mgeni siku mbili; siku ya tatu mpe jembe, o en español: "Trata a tu huésped durante dos días; al tercer día dale una azada". De hecho, es probable que el huésped pidiera la azada aun antes de que se la diese su anfitrión, pues sabía lo que se esperaba de él y se avergonzaría de permanecer ocioso durante más tiempo. Así, el trabajo era parte integrante, en realidad era la base misma y la justificación, de ese logro socialista de que tan justamente nos sentimos orgullosos.

No hay socialismo sin trabajo. Una sociedad que no da a sus individuos los medios para trabajar, o que, habiéndoles dado los medios para trabajar, les impide compartir una parte justa del producto de su sudor y sus fatigas, necesita ser corregida. Análogamente, un individuo que puede trabajar -y que es provisto por la sociedad de los medios para trabajar- pero no lo hace, es igualmente injusto. No tiene derecho a esperar nada de la sociedad porque en nada contribuye a ella”

Tomado de Observatorio de conflictos

 

 

SENGHORLEOPOLDO SEDAR SENGHOR (1906-2001)

 PERTENECIENTE A UNA FAMILIA ACOMODADA SE TRASLADÓ A PARIS, AL LICEO LOUIS-LE-GRAND Y MAS TARDE, A LA SORBONA. EN 1935 OBTIENE EL DOCTORADO EN LENGUA. FUE MOVILIZADO EN 1939 Y HECHO PRISIONERO EN JUNIO DE 1940. TRAS PASAR DOS AÑOS EN UN CAMPO DE INTERNAMIENTO NAZI FUE PUESTO EN LIBERTAD.

FUE ELEGIDO PRIMER PRESEDENTE DE LA REPÚBLICA DE SENEGAL, EL 5 DE SEPTIEMBRE DE 1960 Y REELEGIDO EN 1963, 1968, 1973 Y 1978, SE RETIRÓ DEL CARGO EL 31 DE DICIEMBRE DE 1980

SE CONVIRTIÓ EN UNO DE LOS MÁXIMOS EXPONENTES DEL LLAMADO MOVIMIENTO DE LA "NEGRITUD” Y RECIBÓ UNA GRAN CANTIDAD DE PRESTIGIOSOS PREMIOS POR SU LABOR EN EL CAMPO DE LAS LETRAS. EL 2 DE JUNIO DE 1983 FUE ELEGIDO MIEMBRO DE LA ACADEMIA FRANCESA.

FUE UN PORTAVOZ VIGOROSO PARA LOS PAISES DEL SUR, PROTESTANDO POR LOS TÉRMINOS INJUSTOS EN QUE SE DESARROLLA EL COMERCIO NTERNACIONAL, EN EL QUE SE MANTIENE UNA ENORME DESVENTAJA DE LAS NACIONES AGRÍCOLAS RESPECTO A LAS MÁS INDUSTRIALIZADAS.

 

 

 

Fragmentos de una conferencia que pronunció en Oxford en 1961

 

“Entre los valores de Europa no tenemos la intención de conservar el capitalismo, por lo menos en su forma del siglo XIX. El capitalismo privado fue, desde luego, en sus primeros días, un factor de progreso, como lo fue el feudalismo en su tiempo, y aun la colonización [...]

Hoy día es un sistema social y económico anticuado, como el federalismo, como la colonización. Y, añadiría yo, como el imperialismo en que encontró expresión. ¿Por qué? Porque si la colectiviza­ción del trabajo constituye, con sus especializaciones, un paso decisivo hacia lasocialización, la defensa, o más exactamente, la ampliación de la propiedad privada no va en ese sentido. Igualmente grave es la enajenación de que es culpable el capitalismo, tanto en la esfera material como en la esfera del espíritu. Porque el capitalismo funciona sólo para el bienestar de una minoría. Porque, siempre que la intervención del Estado y la pre­sión de la clase trabajadora le obligaron a refor­marse, sólo concedió el nivel de vida mínimo, cuan­do sería necesario no menos del máximo. Porque no ofrece ninguna perspectiva de una plenitud mayor del ser más allá del bienestar material [...]

Pero nuestro socialismo no es el de Europa. No es el comunismo ateo ni, en absoluto, el socialismo democrático de la Segunda Internacional. Lo hemos llamado modestamente Modo Africano de Socialismo [...] la explotación del hombre por su semejante aún hay que extirparla en la realidad; hay que llegar a la satisfacción de las necesidades espirituales que trascienden nuestras necesidades materiales. Esto no ha ocurrido todavía en ninguna forma de civilización europea o americana, en Occidente ni en Oriente. Por esta razón estamos obligados a buscar nuestro propio modo original, un modo negro-africano, de realizar esos objetivos, prestando atención especial a los dos elementos que acabo de señalar: democracia económica libertad espiritual.

Con esta perspectiva ante nosotros, decidimos tomar de los experimentos socialistas —lo mismo teóricos que prácticos— sólo ciertos elementos, ciertos valores científicos y técnicos, que injertamos como vástagos en el tronco silvestre de la negritud. Porque esta última, como complejo de valores civilizados, es tradicionalmente de carácter socialista, en el sentido de que nuestra sociedad negro-africana es una sociedad sin clases, que no es lo mismo que decir que no tenga jerarquías ni división del trabajo. Es una sociedad basada en la comunidad, en la que la jerarquía —y por lo tanto el poder— se funda en valores espirituales y democráticos: sobre el derecho de primogenitura y sobre la elección; en la que se discuten toda clase de decisiones en conferencia, después de haber sido consultados los dioses ancestrales; en la que comparten el trabajo los sexos y los grupos técnico-profesionales, basados en la religión...

Así pues, en la creación de nuestro modo africano de socialismo, el problema no es cómo poner fin a la explotación del hombre por su semejante, sino impedir que tenga lugar en ningún momento, volviendo a la vida la democracia política y económica; nuestro problema no es cómo satisfacer necesidades espirituales, es decir, culturales, sino cómo mantener vivo el fervor del alma negra...

[…] Nuestro primer plan cuatrienal está en marcha con sus institutos de investigación, sus bancos del Estado, sus empresas estatales, sus juntas de mercadeo de la producción, sus cooperativas, que abarcan ahora el 80 % de los campesinos, los cuales constituyen el 70 % de la población total. Todo esto fue precedido de un estudio social y económico en el que se emplearon más de 18 meses.

Y todavía no hemos suprimido legalmente el capitalismo, que es extraño a nuestro país; aún no hemos nacionalizado nada. Sobre todo, no hemos derramado ni una sola gota de sangre. ¿Por qué? Porque empezamos por analizar nuestra situación como país subdesarrollado y colonizado. La tarea esencial fue volver a ganar nuestra independencia nacional. Después tuvimos que eliminar los defectos del dominio colonial aunque conservando sus aportaciones valiosas, tales como la infraestructura económica y técnica y el sistema educativo francés. Finalmente, esas aportaciones positivas tuvieron que ser enraizadas en la negritud, y al mismo tiempo fertilizadas por el espíritu socialista, para que dieran fruto. Tuvieron que enraizarse en la negritud por una serie de comparaciones entre sistemas existentes. Cuando el capitalismo privado entra en competencia pacífica con el socialismo, me parece seguro que este último sale triunfante, siempre que trascienda los objetivos del mero bienestar y no segregue odio. Entretanto, necesitamos capital, aun de fuentes privadas. Nuestro propósito es encajarlo en el plan de desarrollo, controlando su uso. […]

 

Tomado de Observatorio de conflictos.


 

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