Hiroshima 1945
V. La Segunda Guerra Mundial y el Holocausto
El testimonio de Takashi Morita, en este momento (julio de 2013), presidente de la Asociación de Víctimas de la Bomba Atómica, en Brasil. Cuando le tocó presenciar el bombardeo en Hiroshima tenía 21 años y era miembro de la Policía Militar.
“Cuando cayó la bomba, a las 8:15
de la mañana, muchos en sus casas tenían las cocinas prendidas porque
preparaban el desayuno. En el verano de Japón el calor es casi insoportable,
pero como soldado yo debía vestir mi uniforme, con gorro y botas, y eso me
salvó de mayores quemaduras. Como el impacto fue por detrás, tenía quemaduras
en la nuca y en las orejas.
El uniforme era de color verde claro. Si la ropa hubiera sido oscura, habría
absorbido más el calor.
Seguimos andando y logramos llegar a la colina. Desde allí pude ver a la ciudad
de Hiroshima prácticamente tomada por el fuego. No sabía qué había sucedido. Me
di cuenta de que no podía haber sido una explosión de un depósito de pólvora.
Tampoco había oído ninguna sirena antiaérea, no se había oído nada.
Fue algo muy repentino porque, como supe después, se había tratado de un solo
avión, que voló a gran altura y por eso ni siquiera habían hecho sonar la señal
de alerta. Tomó a la gente totalmente desprevenida.
Solo algunas personas que estaban bastante lejos llegaron a oír el sonido de un
avión y hasta lograron verlo, porque era un día de sol, y relataron que vieron
un avión “muy brillante” y “bien alto”.
Desde la colina, solo veíamos a la ciudad como en un mar de fuego. Un
comandante dijo: “Alguien debe ir al cuartel a ver qué ha sucedido con
Hiroshima”. Como yo no estaba tan herido como otros, me ofrecí a entrar en la
ciudad. Tuve que dar muchas vueltas porque muchas avenidas estaban bloqueadas
por el fuego y la gente estaba intentando huir.
No sé si teníamos los oídos afectados, pero solo se escuchaba un gran silencio.
Y empecé a ver que la gente venía cargando muchos trapos o ropa colgada del
brazo o de la mano. Caminaban como si arrastraran el paso. Cuando llegaron
cerca, vi que lo que estaban cargando era su propia piel que se había soltado
del cuerpo. La piel había caído como un trapo y estaba prendida solo de las
uñas. Arrastraban su propia piel, mientras gemían “¡Quiero agua, agua!”.
“HIROSHIMA, NUNCA MÁS!”
PÓSTER DEL RUSO VICTOR KORETSKY