FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

ISBN 957 950 34 0658 8

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Ian Kershaw (1943-)

 

kershaw

 

Profesor de Historia nacido en Lancashire, Inglaterra. Con estudios en Liverpool y Oxford es Docente en la Universidad de Sheffield y asesor para el BBC en los documentales históricos sobre el régimen Nazi. En sus inicios se dedica a la Historia Medieval Alemana, luego de un viaje a Baviera en 1972 decide abocarse a la historia moderna de Alemania. Sus investigaciones y biografías sobre Adolf Hitler y el Tercer Reich le valieron un importante reconocimiento como historiador: miembro de la Academia Británica y ordenado caballero en 2002. Entre sus publicaciones: Hitler 1889-1936, Barcelona, Península, 1999, El mito de Hitler: imagen y realidad en el Tercer Reich. Editorial Paidós. 2003, La dictadura nazi. Problemas y perspectivas de interpretación, Argentina, Siglo XXI, 2004 y Hitler, los alemanes y la solución final

. Madrid, La Esfera de los Libros, 2009

 

Kershaw, Ian, Hitler 1889-1936, Barcelona, Península, 1999, Cap.11 “La fabricación del dictador”.

En este capítulo el autor insiste sobre el carácter “accidental”  de la llegada al poder de Hitler que fue menos un “triunfo de la voluntad” que la consecuencia de un contexto histórico y social particular que Hitler habría aprovechado brillantemente. El poder de  Hitler creció  hasta el punto de hacer del dictador un objeto de culto.

Kershaw intenta reconstruir una historia donde Hitler es un factor importante pero no la clave explicativa del fenómeno nazi. Hitler fue fruto de una sociedad (“La fabricación del dictador”) pero a su vez esa sociedad es utilizada por un hombre convertido en dictador. El resultado es la configuración de una forma de poder  personalista, un Estado moderno personificado en esta autoridad carismática. El culto al Fuhrer tuvo un efecto corrosivo que sirvió, por un lado, para debilitar oposiciones  y por el otro para “trabajar en la dirección del Fuhrer”. La ideología  exaltada de Hitler  se encarnó, sin que él interviniese directamente, en objetivos realizables y realizados. Esto es lo que explica la excepcionalidad del Estado nazi: la conformación de una autoridad simbólica y carismática con una inestabilidad intrínseca en el corazón de un Estado capitalista moderno en crisis (crisis de legitimidad de las élites, crisis económica, etc) y la conformación de una “comunidad carismática” que delegó sus esperanzas en una autoridad mesiánica y terminó conduciendo a la destrucción y autodestrucción.

Kershaw propone un estudio ecléctico que intenta combinar estructuras y actores. Para ello recurre a la idea de cártel de poder hacia 1933 entre diferentes bloques (élites, partido nazi y Ejército) con afinidad de intereses aunque no con identidad de objetivos (represión de la izquierda y rearme, es decir,  estabilización política y económica). La ampliación y consolidación del poder de Hitler entre 1933 y 1934 fue más el resultado de las acciones de otros que del propio Hitler. En el curso de un año se eliminaron todas las trabas legales a la concentración del poder y se nazificaron, desde arriba o por decisión propia,  diferentes sectores de la sociedad.

Una vez en el poder las SS, como encarnación institucional de la autoridad carismática, fueron no solo el cuarto integrante de ese cártel sino el actor principal que permitió, especialmente a partir de 1938, la autonomía respecto de la élites y del aparato estatal.

Kershaw no descarta al momento de analizar las condiciones que hicieron posible al nazismo determinadas corrientes de continuidad en la cultura política alemana, pero se centra preferentemente en un período corto caracterizado por las crisis en varios niveles que sufrió la República de Weimar. La crisis del orden liberal conservador facilitó a Hitler la legalidad del acceso al poder bajo la creencia de que en un gobierno de coalición el mismo ejercería sólo un poder transitorio. La Historia demostró lo erróneo de esta visión.

 Kershaw Ian, La dictadura nazi. Problemas y perspectivas de interpretación, Argentina, Siglo XXI, 2004, Cap. 3 “Política y economía en el estado nazi.”

Como a lo largo de todo el libro, en este capítulo de La dictadura nazi el autor se dedica a analizar un tópico específico del proceso histórico del nacionalsocialismo alemán, resumiendo los antecedentes bibliográficos, problematizando las diversas aristas del tema y presentando su propias conclusiones.

En este caso el objeto es la relación entre política y economía en el Estado Nazi, más específicamente el intento de desentrañar hasta qué punto el ascenso del nazismo fue producto del carácter específico del capitalismo alemán.

Kershaw impugna las dos respuestas extremas a esa cuestión, es decir por un lado que el nazismo fue criado por el capitalismo alemán y por el otro, que no existieron lazos importantes entre ambos. El autor señala que lejos de abrazarlo con entusiasmo, los capitalistas alemanes aceptaron el ascenso del nazismo como última opción direccionada a deshacerse de la República de Weimar, reemplazándola por una opción que restaure la rentabilidad.

En relación con esto el capítulo analiza la cuestión del mayor o menor grado de autonomía que la política nazi tuvo con respecto a la economía. Cita aquí la controversia entre la mirada más ortodoxamente marxista-leninista que caracterizaba al nazismo como una herramienta del capital monopolista y las miradas que plantean una profunda primacía de la política en las decisiones de Hitler y sus seguidores.

Kershaw afirma que la dicotomía simplifica excesivamente el análisis, que más bien debería dar cuenta del Régimen Nazi como un pacto entre tres bloques de poder: el nazismo estrictamente dicho, los grandes intereses económicos (especialmente los industriales) y el ejército. Este pacto fue catalizado en gran medida por el proceso de rearme masivo de Alemania, y tuvo la característica de ir girando hacia una posición en la que las exigencias políticas e ideológicas de los nazis fueron cada vez más dominantes. Más allá de las tensiones que este giro generó con respecto a la dirigencia industrial, Kershaw destaca que la misma, a diferencia del ejército y la aristocracia alemana, se mantuvieron al margen de cualquier esbozo de resistencia al nazismo.

 

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