FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

ISBN 957 950 34 0658 8

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Carpeta 2. El quiebre del liberalismo y la crisis del capitalismo (1914/1918-1945)

I. La Primera Guerra Mundial y la Revolución rusa

Acerca del director

 

Nacido en París en 1894, Jean Renoir emigró a los Estados Unidos como producto de la invasión nazi a su país. Continuó su carrera como director en Hollywood donde murió en 1979, pero retornó a Francia para dirigir películas a partir de mediados de la década de 1950. Empezó a filmar en los tempranos años de 1920 en tiempos del mudo y realizó a lo largo de su vida cuarenta películas, entre las que sobresalen nítidamente las que dirigió a lo largo de la década de 1930, como Boudou, salvado de las aguas (Boudou, sauvé des eaux, 1932); Partie de campaigne 1936; y sobre todo, sus cuatro películas previas al exilio norteamericano: La gran ilusión; La Marsellesa, (La marseillaise, 1938); La bestia humana (La bête humaine, 1938) y La regla del juego (La règle du jeu, 1939). El nivel de su producción decayó en la década de 1940 , aunque dentro de este período, y con interés histórico, cabe mencionar Esta tierra es mía (This land is mine, 1943), filme de tono panfletario que señalaba las responsabilidades del colaboracionismo popular ante la ocupación nazi de Francia. La obra de Renoir volvería a cobrar relieve a partir de 1950, sobre todo con El río (The river, 1951), la última película que dirigió en Estados Unidos y que cuenta una historia alrededor de tres chicas adolescentes de origen inglés que viven en la India. Elena y los hombres (Elena et les hommes, 1956), protagonizada por Ingrid Bergman, y Desayuno en la hierba (Le déjeuner sur l’herbe, 1959), fueron las dos películas más célebres de la etapa final de su carrera.  

 

Es muy difícil trazar en pocas líneas una semblanza de Jean Renoir que dé cuenta de la importancia de su figura para la historia del cine. La gran ilusión es una prueba de esta afirmación, un filme cuya complejidad desafía constantemente las interpretaciones sintéticas que, como la nuestra, intentan abordar sus posibles sentidos. Renoir, hijo del célebre pintor impresionista Auguste, desarrolló a lo largo de su vida una obra cuyo significado el tiempo no ha conseguido clausurar y que sigue abierta a permanentes revisiones y relecturas. Esto lo sitúa, quizá junto a una decena de realizadores más, entre los que se podría indudablemente incluir a Alfred Hitchcock, Roberto Rossellini y John Ford, en un lugar privilegiado de la historia de arte cinematográfico: el de ser una referencia continua para sucesivas generaciones de especialistas, espectadores y realizadores de cine.

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