FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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Matanza de Santa María de Iquique

 

La represión de la huelga de los obreros del salitre en la ciudad de Iquique, en el norte de Chile, constituye uno de los acontecimientos más representativos de la respuesta de los gobiernos oligárquicos frente a las protestas de los trabajadores. Los acontecimientos se desarrollaron en el año 1907, en el marco de un reclamo en torno de las condiciones de trabajo y la baja del valor real del salario. La represión fue ordenada, luego de diez días de huelga, por el presidente Pedro Montt y ejecutada por el general Roberto Silva Renard. Las fuerzas militares irrumpieron el 21 de diciembre en la Escuela Santa María, donde se encontraban reunidos miles de obreros que participaban de la protesta.

La información sobre el número de víctimas fue ocultada por el gobierno, y el hecho mismo permaneció mucho tiempo en el silencio de la historia. Durante los años sesenta y setenta del siglo XX, el movimiento artístico de la Nueva Canción Chilena vinculó la creación musical con los problemas y perspectivas de las clases trabajadoras. En ese contexto, el compositor Luis Advis creó en 1969 la obra denominada Cantata de Santa María de Iquique, que aborda en dieciocho partes, que mezclan relatos, canciones y fragmentos de música instrumental, los acontecimientos de 1907. La obra, interpretada por el grupo Quilapayún, se transformó en un ícono de la Nueva Canción Chilena y del gobierno de la Unidad Popular, encabezado por Salvador Allende.

 

( Fragmentos de la Cantata de Santa María de Iquique (Luis Advis, 1969)    )

Pregón

Señoras y señores
venimos a contar
aquello que la historia
no quiere recordar.
Pasó en el Norte Grande,
fue Iquique la ciudad.
Mil novecientos siete
marcó fatalidad.
Allí al pampino pobre
mataron por matar.

Seremos los hablantes
diremos la verdad.
Verdad que es muerte amarga
de obreros del Salar.
Recuerden nuestra historia
de duelo sin perdón.
Por más que el tiempo pase
no hay nunca que olvidar.
Ahora les pedimos
que pongan atención.

 

Relato 1

Si contemplan la pampa y sus rincones
verán las sequedades del silencio,
el suelo sin milagro y Oficinas vacías,
como el último desierto.

Y si observan la pampa y la imaginan
en tiempos de la Industria del Salitre
verán a la mujer y al fogón mustio,
al obrero sin cara, al niño triste.

También verán la choza mortecina,
la vela que alumbraba su carencia,
algunas calaminas por paredes
y por lecho, los sacos y la tierra.

También verán castigos humillantes,
un cepo en que fijaban al obrero
por días y por días contra el sol;
no importa si al final se iba muriendo.

La culpa del obrero, muchas veces,
era el dolor altivo que mostraba.
Rebelión impotente, ¡una insolencia!
La ley del patrón rico es ley sagrada.

También verán el pago que les daban.
Dinero no veían, solo fichas;
una por cada día trabajado,
y aquella era cambiada por comida.

¡Cuidado con comprar en otras partes!
De ninguna manera se podía
aunque las cosas fuesen más baratas.
Lo había prohibido la Oficina.

El poder comprador de aquella ficha
había ido bajando con el tiempo
pero el mismo jornal seguían pagando.
Ni por nada del mundo un aumento.

Si contemplan la pampa y sus rincones
verán las sequedades del silencio.
Y si observan la pampa como fuera
sentirán, destrozados, los lamentos.

 

Relato 3

Del quince al veintiuno,
mes de diciembre,
se hizo el largo viaje
por las pendientes.
Veintiséis mil bajaron
o tal vez más
con silencios gastados
en el Salar.
Iban bajando ansiosos,
iban llegando
los miles de la pampa,
los postergados.
No mendigaban nada,
sólo querían
respuesta a lo pedido,
respuesta limpia.

Algunos en Iquique
los comprendieron
y se unieron a ellos,
eran los Gremios.
Y solidarizaron
los carpinteros,
los de la Maestranza,
los carreteros,
los pintores y sastres,
los jornaleros,
lancheros y albañiles,
los panaderos,
gasfiteres y abastos,
los cargadores.
Gremios de apoyo justo,
de gente pobre.

 

Canción letanía

Murieron tres mil seiscientos
uno tras otro.
Tres mil seiscientos
mataron uno tras otro.

La escuela Santa María
vio sangre obrera.
La sangre que conocía
solo miseria.

Serían tres mil seiscientos
ensordecidos.
Y fueron tres mil seiscientos
enmudecidos.

La escuela Santa María
fue el exterminio
de vida que se moría,
solo alarido.

Tres mil seiscientas miradas
que se apagaron.
Tres mil seiscientos obreros
asesinados.

Un niño juega en la escuela
Santa María.
Si juega a buscar tesoros
¿qué encontraría?

 

 

 

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