FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

ISBN 957 950 34 0658 8

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Acerca de la obra

 

Literatura: Emile Zola, el escritor naturalista

Acerca de la obra


La bestia humana

 

Litografía que anuncia la publicación de La Bestia humana de Zola en el periódico La Vie populaire, Champenois, 1889.

 

En La bestia humana se pone sobre el tapete la cuestión de la criminalidad como una de las expresiones de la llamada “cuestión social”. Esta “cuestión social” es una problemática construida históricamente a partir de los fenómenos que produjo la consolidación del capitalismo moderno. Hay que mencionar especialmente el violento aumento demográfico seguido por el acelerado crecimiento del proceso de urbanización y la consiguiente absorción de las zonas rurales circundantes; como consecuencia de esto, se produjo una brutal pauperización de las condiciones de vida de las masas instaladas en las ciudades y junto a ella, un incremento de la violencia y hechos criminales.

La cuestión de la criminalidad, entonces, atraviesa toda la novela manifestándose, principalmente, en una multiplicidad de homicidios. De este modo, la historia de la novela es la historia de los asesinatos perpetrados por los distintos personajes y de las causas que los han llevado a cometerlos. La voz rotunda del narrador de la obra cuenta los asesinatos como efectivamente sucedieron, al tiempo que intenta dar cuenta de las causas que los explican pretendiendo adoptar un rigor científico a la hora de dar dichas explicaciones.

Pero, por otro lado, La bestia humana es también la historia de la investigación de estos crímenes, los cuales aparecen dilucidados y explicados por el discurso de las instituciones estatales (representado –puntualmente- en la voz de un personaje: el juez de instrucción Denizet). Estas explicaciones y elucidaciones se mostrarán erróneas frente a las explicaciones y conceptualizaciones sobre la criminalidad y la conducta humana que proporciona el narrador, en tanto éste se construye como una voz que enuncia verdades unívocas sobre el mundo representado. Estas características del narrador son compatibles con la propuesta de la literatura naturalista. Entendida como experimentación con documentos humanos, la concepción de novela que posee Zola lo lleva a construir un relato donde, tras la narración del comportamiento de un personaje en una situación particular, aparece la voz de un narrador que enuncia verdades rotundas e incuestionables sobre el mundo representado, como conclusión que se desprende de los hechos que acaba de narrar. Bajo esta concepción de novela subyace una confianza absoluta en la capacidad mimética de la literatura (así, el mundo representado se propone como una suerte de muestra de laboratorio del “mundo real”).

En este sentido, La bestia humana presentará dos tipos diferentes de interpretaciones sobre la criminalidad.  Estas interpretaciones aparecen configuradas en la novela desde la matriz de dos discursos distintos: por una parte, el discurso representado de las instituciones estatales, y por otra, el discurso literario enunciado por la novela (tomando en consideración el texto literario como hecho de discurso).

Así, en La bestia humana, el discurso literario probará el fracaso del discurso de las instituciones judiciales a la hora de dar una explicación certera sobre los hechos de criminalidad y sus causas. Al mismo tiempo, será entonces el discurso literario el que se erija como modo legítimo de indagar en las manifestaciones, aspectos y determinaciones de la criminalidad en particular y de la conducta humana profunda en general.

El discurso de las instituciones estatales aparece representado en las voces de los personajes que ocupan un cargo público en el régimen del Segundo Imperio. Así, la  institucionalidad gubernamental desde la que estas interpretaciones se articulan aparece  representada como conservadora y en proceso de descomposición.  El gobierno se muestra asociado a las viejas formas de la nación francesa, herederas del Antiguo Régimen e indiferentes al proceso de modernización de la sociedad. A su vez, las instituciones estatales son corruptas y sus funcionarios sólo persiguen el ascenso social: el juez de instrucción Denizet busca constantemente granjearse la benevolencia de la clase dirigente de modo de recibir un ascenso. Por otra parte, el discurso de las instituciones estatales aparece regido por intereses políticos y económicos ajenos a la investigación policial, de este modo no se propone investigar las causas verdaderas que explican los crímenes ni determinar a los culpables de los mismos.

Frente a estas características que prueban la incapacidad y el fracaso de las instituciones para articular un discurso que logre explicar cabalmente los hechos de criminalidad y sus verdaderas causas, aparece el discurso literario como el único capaz de conceptualizar y dar cuenta cabal del comportamiento humano profundo y por ende, para explicar las manifestaciones, aspectos y determinaciones de la criminalidad. Esta competencia aparece fundamentada en la novela a través de la aplicación del método científico-experimental en la creación literaria, en tanto éste se concibe como garantía de aproximación a un conocimiento absoluto sobre la realidad –incluso sobre la realidad psíquica del individuo. Así es como se entiende el comportamiento de la voz del narrador: interpreta constantemente la conducta de los personajes en términos compatibles con el discurso científico-experimental. Explica Zola en “La novela experimental”: “El experimentador es el juez de instrucción de la naturaleza. Nosotros novelistas somos los jueces de instrucción de los hombres y de sus pasiones” [1982:36].

 

Viaje documental

Zola hace un viaje con fines documentales para su novela La Bestia humana (1890)

 

Mientras que el método científico-experimental exige atenerse a la “verdad de los hechos”, dudando de todo, abandonando ideas preconcebidas y aceptando los fenómenos una vez que han sido probados por la experiencia,  el juez de instrucción Denizet (representante del discurso de la instituciones estatales) procede por “instinto profesional” a la hora de investigar los crímenes, iluminado por “un rayo de luz”, jugando con “la verdad pura y simple”, partiendo de un preconcepto a la vez que manipulando la materialidad de los indicios, de modo que estos coincidan con la interpretación que a priori ha realizado de los hechos. Estas interpretaciones, entonces, se mostrarán erradas ante los ojos del lector. El narrador de la novela, por el contrario, procede siguiendo a pie juntillas el método científico-experimental.

En segundo lugar, la eficacia del discurso literario para esclarecer y enunciar las causas de la criminalidad y conceptualizar las características del comportamiento humano aparece garantizada por su independencia con respecto a los intereses y condicionamientos que gobiernan la lógica de otros discursos –tales como el discurso de las instituciones estatales. Esta independencia se entiende como característica inherente a la consolidación de un campo literario autónomo. Zola cree que la literatura es el reino de la creación pura. Para él, los valores y determinaciones que corren para el resto de la sociedad no deben interponerse en la labor del escritor. De acuerdo con el autor, los condicionamientos morales de la época no deben interferir en la creación literaria, tampoco los intereses partidarios ni económicos. Esta apuesta por la autonomía del campo literario fomenta la concepción de la literatura como discurso poseedor de una función “pionera” con respecto a otros discursos.  En este sentido puede comprenderse la figura de escritor y de intelectual que Zola representa: el discurso articulado por un escritor de peso en el campo literario logra ser reconocido en la esfera pública, gracias al prestigio que el autor ha ganado en el campo literario mediante su propia lógica de funcionamiento, lógica que se piensa autónoma a condicionamientos extra-literarios. [Bourdieu, 1995].

 

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