FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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Bakunin contra Marx

II. La belle époque y el capitalismo global

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MIJAIL BAKUNIN (1814-1976)







Carta de Bakunin a Rubicone Nabruzzi, 23 de julio de 1872:

“Marx es un comunista autoritario y centralista. Quiere lo que nosotros queremos: el triunfo de la igualdad económica y social, pero en el Estado y por la fuerza del Estado por la dictadura de un gobierno provisional, poderoso y, por decirlo así, despótico, esto es, por la negación de la libertad. Su ideal económico es el Estado convertido en el único propietario de la tierra y de todos los capitales, que cultive la primera por medio de asociaciones agrícolas, bien retribuidas y dirigidas por sus ingenieros civiles, y que comandite los segundos mediante asociaciones industriales y comerciales.

Nosotros queremos ese mismo triunfo de la igualdad económica y social por la abolición del Estado y de todo cuanto se llame derecho jurídico que, según nosotros, es la negación permanente del derecho humano. Queremos la reconstrucción de la sociedad y la constitución de la unidad humana, no de arriba abajo por la vía de cualquier autoridad, sino de abajo arriba, por la federación de las asociaciones obreras de toda clase emancipadas del yugo del Estado.

Hay otra diferencia, esta vez muy personal, entre él y nosotros.

Enemigos de todo absolutismo, tanto doctrinario como práctico, nosotros nos inclinamos con respeto no ante las teorías que no podemos aceptar como verdaderas, sino ante el derecho de cada cual a seguir y propagar las suyas... No es este el talante de Marx. Es tan absoluto en sus teorías, cuando puede, como en la práctica. A su inteligencia, verdaderamente eminente, une dos detestables defectos: es vanidoso y celoso. Le repelía Proudhon tan solo porque este gran nombre y su reputación tan legítima le hacían sombra. Marx ha escrito contra él las cosas más nefandas. Es personal hasta la demencia. Dice ‘mis ideas’ no queriendo comprender que las ideas no pertenecen a nadie y que si uno busca bien encontrará que precisamente las mejores, las más grandes ideas, han sido siempre el producto del trabajo instintivo de todo el mundo, lo que pertenece al individuo no es más que la expresión, la forma”.

En Jacques Droz, Historia del socialismo, Barcelona, 1977.

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