FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

ISBN 957 950 34 0658 8

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I. El imperialismo

Sobre los autores

 

 

Miguel Ángel Bastenier (1942 - )

Bastenier

 

 

 

 

 

 

Cursó estudios en la universidad de Barcelona donde se licenció en historia y en derecho. Incursionó en el periodismo como habitual columnista en destacados diarios españoles y lationamericanos. Considerado un experto en relaciones internacionales se especializó en los conflictos de Medio Oriente.

Comentario de Bastenier, Miguel Angel, La guerra de siempre. Pasado, presente y futuro del conflicto árabe-israelí, Barcelona, Ediciones Península, 1999, Cap. 1 “Sionismo y sentimiento nacional árabe en Oriente Próximo” y Cap. 2 “El fin del imperio otomano”.

 En el primer capítulo de su libro, Bastenier se propone rastrear los orígenes del conflicto árabe-israelí, haciendo especial hincapié en el último cuarto del siglo XIX, en el contexto de la expansión imperialista europea y la decadencia del Imperio Otomano.

Luego de hacer una breve caracterización histórica y geográfica del Oriente Próximo (o Medio) en general y de la región de Palestina en particular desde la llegada del pueblo hebreo, 1200 años antes de nuestra era hasta el siglo XIX, el autor se concentra más específicamente en las últmas décadas de ese siglo.  

Es en ese contexto imperialista de fines del siglo XIX, que Inglaterra retoma la idea, ya presente en algunos círculos protestantes ingleses algunas década antes, de establecer un Estado judío en Asia mediterránea. El plan era altamente beneficiosa para una potencia como Inglaterra cuyo afán por conservar la hegemonía continental y el dominio marítimo determinaba sus decisiones geopolíticas. Tras la Primera Guerra Mundial y la crisis definitiva del Imperio otomano, Inglaterra asumió el control de la región a través de un sistema de mandatos y enunció la Declaración de Balfour donde promete la creación efectiva de ese Estado (que se concretará recién en 1948).

Según el autor, ese momento es además en el cual occidente y el pueblo judío pierden la batalla de la asimilación y por eso no es llamativo que se inicie un proceso de colonización judía en las tierras Palestinas que se verá acentuado por la emergencia del movimiento sionista liderado por Theodor Herzl. Si bien el sionismo no había identificado una región concreta para el asentamiento del naciente Estado judío, el movimiento de colonización preexistente, la debilidad del Imperio otomano y la compatibilidad con los intereses ingleses lo convencieron de optar por la región Palestina para ese fin.

Paralelamente, las ambiciones imperialistas de las principales potencias europeas de fines de siglo XIX (exacerbadas ante la mencionada debilidad otomana) estimularon la aparición de un incipiente nacionalismo árabe, propulsor de sucesivas  reformas internas para hacer frente a dicha presión y que desde el principio se mostró receloso del crecimiento de la colonización judía. El propio sultán otomano intentó utilizarlo como herramienta de resurgimiento, aunque sus propósitos fueron frustrados por el golpe de los Jóvenes Turcos. El nuevo escenario político dinamizó las propuestas arabistas aunque no necesariamente independentistas, reflejadas en el programa aprobado por el Congreso panárabe de París de 1913.

En el segundo capítulo Bastenier  propone analizar la forma que tomó el mapa de oriente próximo y alrededores con la desintegración del mundo otomano después de la primera guerra mundial, a partir del accionar de las potencias victoriosas, especialmente Inglaterra, pero también Francia y los Estados Unidos.

La debilidad creciente del Imperio otomano ya venía estimulando las ambiciones imperialistas de todas aquellas potencias expansionistas que competían entre sí por el dominio de territorios, mares y rutas marítimas durante la llamada ‘paz armada’. Gran Bretaña procuraba asegurarse el control del mediterráneo oriental y del canal de Suez, zona privilegiada que conecta de manera directa con la península indostánica.

En el contexto de la guerra y de la alianza del Imperio Otomano con los países centroeuropeos, Gran Bretaña puso en escena un delicado juego diplomático que incluía tanto la promesa a los árabes de un reino independiente como la creación de un Estado judío en Palestina (la famosa Declaración Balfour). También un acuerdo secreto con Francia por el cual se repartirían gran parte del Próximo Oriente bajo el sistema de mandatos una vez concluida la guerra, así como un pacto con Rusia que quedó sin efecto luego de la llegada de los bolcheviques al poder.

Los años posteriores a la guerra mostraron un mapa de la región con mandatos franceses en Siria y Líbano e ingleses en Jordania e Irak, Estos últimos gobernados con poderes parciales por  los aliados árabes de la entente contra el imperio otomano Abdulah y Faisal. El padre de ambos, luego de intentar sin éxito establecer su propio reino árabe en la región, también fracasó en la península arábiga que terminó bajo el control de otro guerrero árabe Abdelaziz Ibn Saud. Completaba el escenario una Turquía menos limitada que lo que habían pretendido los aliados gracias a la acción de Ataturk.

En este complicado escenario quedaba claro que la promesa realizada a los sionistas, en un contexto en el que solamente se mantenían en Palestina unos sesenta mil judíos (el 12% de la población) y en el marco de una creciente conflictividad con los árabes sería difícil de sostener por Inglaterra.

 

 

 

 

 

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